El mundo gourmet cambia. La crisis obliga. Reputados restaurantes gourmets ofrecen exquisitos menús a precios increíblemente bajos. Surgen los “gastrobares”, donde se pueden encontrar en porciones mínimas platos de autor, acompañados de buenos vinos. La “cocina minimalista” adquiere cada vez más auge. El mundo gourmet cambia. La crisis obliga. El vaivén de precios de los alimentos, junto a la acusada baja turística, y fenómenos como la gripe A1H1 han impactado fuertemente en el sector hotelero y restaurantero, que en medio de una acusada crisis se reinventa a él mismo para sobrevivir. Las fórmulas son diversas y adecuadas al contexto de cada país y hasta a la iniciativa propia. Los análisis de la situación también apuntan, casi a ciegas, a múltiples conclusiones, pero ninguna de ellas acabadas. Hay expertos que vaticinan que la cocina fusión o de autor es la solución, mientras otros dicen que está condenada a desaparecer. Otros dicen que la aventura de la gastronomía molecular quedará atrás, sepultada por la vuelta a las recetas tradicionales, menos sofisticadas y por ende más baratas. La respuesta, aún hoy, no está clara. Lo cierto es que la mayoría de las grandes compañías del mundo están poniendo en marcha proyectos de restaurantes con menú o tablets, como también se le conoce, donde por un precio único se puede comer desde un entrante, hasta un plato fuerte, postre y un líquido incluido. Menor coste, es la tónica más general, y las recetas “low cost” vuelven a los fogones, acompañadas de la mano de platos tradicionales e incluso “para llevar”, ya que los almuerzos de ejecutivos y oficinistas, tradicionalmente una buena fuente de ingreso para muchos restaurantes, ahora prefieren hacerlos en la propia oficina, con comida traída de casa o ya pre-elaborada, también conocida como “tupper” por las vasijas en que se llevan, con lo cual hay un mayor ahorro e incluso se facilita una dieta más sana. Según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), cada español, por ejemplo, invierte 1.575 € al año en comer fuera de casa. Pero el año pasado creció en un 16 por ciento los que prescindieron de comer a diario en restaurantes, convirtiéndose la fiambrera en una buena alternativa para ahorrar. En Estados Unidos, otro país donde la costumbre del almuerzo o la cena fuera del hogar es muy fuerte, grandes compañías alimentarias como Kraft Foods, Kellogg Co., Hershey o General Mills, han lanzado fuertes campañas de promoción para convencer a los consumidores de que es preferible disfrutar de una pizza preparada en casa que comerla en la calle, o de que los cereales son una alternativa más rica y económica que los desayunos ofrecidos en cualquier bar o sitios de comida rápida. Nadie piense que por ello se ha renunciado al “fast food”. Todo lo contrario, crece cada día más como consecuencia de la crisis, aunque las campañas de salud, especialmente de alimentación sana, les hayan hecho reconfigurar muchas de sus opciones para incluir con fuerza los vegetales y las frutas en el menú. Por lo pronto, dos grandes tendencias han surgido en Europa y Estados Unidos como consecuencia de la crisis, y todo indica que llegaron para quedarse: los “gastrobar” y la “cocina minimalista”,ambos muy semejantes entre sí, al punto de que buena parte de los críticos gourmet los consideran una misma cosa. España ha sido la cuna de los “gastrobares”, locales donde se intenta acercar la alta cocina a un público más amplio sirviendo tapas de autor a precios asequibles, combinando la barra del bar con un buen servicio de mesa y cocina, con el objetivo de hacer llegar los platos en miniatura a más público y a un precio razonable. La “cocina minimalista”, por su parte, no necesariamente es gastronomía con sello de un gran chef, pero sí se trata de poner diversidad de platillos gourmet en pequeñas porciones a disposición del comensal, buscando la multiplicidad de gustos y sabores en la mesa, a un precio módico. Se dice que es una nueva forma de expresión de la “nouvelle cuisine” francesa, pues juega con los colores, las formas geométricas, las alturas y las líneas, las texturas y los sabores a la hora de disponer los platos, y por lo general presenta tres o más opciones de plato fuerte en una sola bandeja. Ambas apuntan a una alimentación más sana, a utilizar productos naturales y de estación, a satisfacer gustos exquisitos, y en estos tiempos de crisis a evitar que el bolsillo llore aunque el paladar esté satisfecho. Sin embargo, no a todos los chefs les seducen estas nuevas expresiones, aunque la mayoría está consciente de que abaratar los costos, sin por ello renunciar a la calidad, es la mejor fórmula para convertir la crisis en gourmet.

Hoy se trata de satisfacer gustos exquisitos, y a la vez, a tono con estos tiempos de crisis, evitar que el bolsillo llore para lograr que el paladar esté satisfecho.