Apenas a unos pasos de las afueras de La Habana, lejos del bullicio de la ciudad, de su ajetreo cotidiano, la paz de un rato agradable entre buena comida y excelentes vinos se encuentra bajo tierra, en la cava de El Pedregal.

Un remanso de aguas tranquilas rodea a la cons-trucción, levantada entre piedras salpicadas de musgos y helechos, coronadas de maderas preciosas, donde se oferta lo más exquisito de la comida criolla e internacional, en un restaurante creado a iniciativa del presidente cubano Fidel Castro.

Sin embargo, su atractivo mayor permanece escondido a los ojos del visitante, quien debe sumer-girse en las profundidades de El Pedregal para llegar hasta la cava, un repositorio de vinos con unas setenta marcas resguardadas para quien desee regalarle al paladar las más exquisitas sensaciones.

El encanto del lugar es precisamente su intimidad, asegura Yuri González, un joven que actualmente se forma como sommelier y está a cargo del lugar. Esto lo convierten en un sitio ideal para departir con amigos, familia, hablar de negocios o celebrar con la pareja, en un espacio reservado y de servicio personalizado, donde se pueden degustar platos a base de carnes rojas, pescados o mariscos.

Sede de importantes eventos, como lo atestigua la celebración allí de la cena oficial de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en el año 2000, o haber acogido a los asistentes a la XIV Cumbre del MNOAL, en el 2006, El Pedregal es un restaurante para conocedores del buen comer, pero también para quienes pretenden adentrarse en lo más encumbrado del mundo gourmet.

Si es de los que prefieren los buenos momentos íntimos, nada mejor que degustar en la cava, acondicionada como un pequeño anexo del restaurante, el Filete de Pescado Pedregal, acompañado de un Santa Digna Rosado; o la Paella a la Vega de la Casa, con un Chardonnay blanco; e incluso un Chateaubriand maridado con un buen Tinto Reserva.

Para complacer estos u otros gustos, la cava ofrece vinos de España, Italia, Francia, Chile, Australia, Argentina, Cuba y hasta algunas curiosidades vitivínicolas, en un pensado surtido, que si bien pudiera mejorar aún más, tiene al menos lo indispensable para asegurar que quien vaya, el encanto del lugar le hará repetir la visita.