TODO comenzó cuando aquellos marinos y aventureros que arribaron en busca de oro, dejaron en estas tierras una fuente de enriquecimiento mucho más importante: la introducción y siembra de la caña de azúcar. La historia del ron en sus inicios está íntimamente ligada al cultivo y procesamiento de la caña con personas que, además, no requerían de muy alto nivel de especialización, lo que explica su vinculación a la esclavitud de los africanos. De manera que la aseveración de un viejo congo de que “el malafo te saca la risa” debe estar relacionada, básicamente, con la función enajenante del alcohol.

Todo parece indicar que el ron surgió tempranamente en nuestra área caribeña, alrededor de 1627. Se dice que el Mount Gay, de Barbados, cuya destilería fuera fundada en 1703, es el pionero de los rones del Caribe. Los corsarios y piratas se hicieron cargo de circular comercialmente el uso del ron hasta el punto en que el mismísimo Sir Francis Drake acuñó el nombre de un trago que tiene como base el aguardiente de caña y que se llamó draque.

Ya en 1667 esta bebida alcohólica era identificada con la palabra rum de donde se derivaron los términos: español ron y francés rhum. Fueron los Estados Unidos los mayores consumidores de ron en el área, y entre su gente- sobre todo la de la costa noreste- se crearon cierto tipo de cócteles como el stonewall (piedra en la pared), que obtenían mezclándolo con la sidra. Sus destilerías importaron las mieles azucareras del Caribe, y distribuyeron el ron que, cuando ligaban con melazas de tercera clase, recibía el nombre de blackstrap, destinado a ser consumido, esencialmente, por gente muy pobre. En el caso de Cuba – active productora de ron de nuestro tiempo -, la elaboración del licor se desarrolló paralelamente a la industria azucarera, cuya maquinización en el siglo XIX generó una producción ronera de alta tecnología que llegó a perfumar los salones del Moulin Rouge en la belle époque parisiense.

Nombres como Arrechavala, Matusalem, Bacardí, Caney y Havana Club dan lustre a una tradición que hoy se enriquece con la fineza de su elaboración a partir de mieles obtenidas de una tierra de larga historia azucarera. Una coctelería singular, que evidencia las facultades de un pueblo de profunda sapiencia en temas de ron, ha generado recetas tan famosas como las del Mojito, el Daiquirí o el Cuba Libre.

Un coctail no se debe dejar para luego por dos razones básicas: con el tiempo pierde su sabor y demora su placer.