La Habana a través de sus casas
CASA DE LOS CONDES DE JARUCO
Aunque algunos lo dudan, se afirma que en esta casa nació, en 1789, Mercedes Santa Cruz y Montalvo, hija del tercer Conde de San Juan de Jaruco y primer Conde de Mopox. Escritora notable, con los años se convertiría en la Condesa de Merlin.
Esta lujosa mansión es del primer tercio del siglo XVII y fue reedificada en 1768, cuando su dueño, Don Gabriel Beltrán de Santa Cruz y Aranda, recibió, por su fidelidad a la ciudad durante la toma de La Habana por los ingleses, el título de Conde de San Juan de Jaruco. Estas reformas le otorgaron al inmueble un aire más señorial, al agregarle los portales y la planta alta. Por cierto, en los salones de esa planta, hermosos y coloridos mediopuntos filtran la luz del sol.
Enclavada en un lugar privilegiado de la ciudad, la llamada Plaza Vieja, Plaza Real, Plaza de Fernando VII y Plaza de Cristina, esta aristocrática edificación era considerada una de las más relevantes de la época. El arte sigue vivo en estos muros, pues, luego de su rescate de las ruinas, radica hoy el Fondo Cubano de Bienes Culturales.
CASA DE LA OBRAPÍA
Esta casa tiene la rara virtud de haber dado su nombre a la calle en que se levanta. Todo comenzó cuando Don Martín Calvo de la Puerta, con cédula de Felipe II, llegó a Cuba en el siglo XVI, donde fue escribano, procurador general del Cabildo de La Habana y alcalde ordinario. Uno de sus descendientes, Don Martín Calvo de la Puerta y Arrieta, adquirió esta residencia que data de la primera mitad del siglo XVII, concretamente del año 1648. A su muerte, legó en testamento su fortuna para dotar, cada año, a cinco huérfanas pobres con mil pesos el día de su casamiento.
Otro de los dueños de la mansión fue el Marqués de Monte Hermoso, Don Agustín de Cárdenas y Castellón. A fines del siglo XVIII, se le agregó al inmueble una fastuosa portada barroca, rematada por un escudo tallado en piedra. Con el decursar del tiempo, la edificación perdió lentamente su vetusta y gallarda presencia. Salvada de las ruinas, en 1983 fue restaurada y, poco después, abrió sus puertas como museo de ambiente colonial cubano.
RESIDENCIA DE LOS CONDES DE CASA BAYONA
En la otrora Plazuela de la Ciénaga, actualmente Plaza de la Catedral, se erigió en 1720, por Don Luis Chacón, gobernador de la Isla, esta casa de sencilla arquitectura. Una típica casona, según los especialistas, por su aspecto exterior, por su simétrica y regular distribución de las plantas y por sus materiales constructivos, entre ellos la piedra conchífera, el ladrillo rojo, las losas de San Miguel y las tejas criollas. La hija del propietario original contrajo matrimonio con Don José Bayona y Chacón, primer Conde de Casa Bayona, quien a su muerte donó la propiedad al Convento de Santo Domingo.
Entre los siglos XIX y XX, radicó en este inmueble el Colegio de Escribanos, el periódico La Discusión, un museo periodístico y una empresa ronera. En las últimas décadas de la pasada centuria, como reclamara el historiador Emilio Roig de Leuchsenring, se instaló el Museo de Arte Colonial, que atesora desde 1969, valiosas piezas del patrimonio nacional.
PALACIO DE MATEO PEDROSO
Una de las más típicas construcciones cubanas del siglo XVIII, con un impresionante balcón corrido de estilo morisco, un hermoso arco trilobulado en su zaguán de entrada, un espacioso patio rodeado de cuatro galerías y zócalos adornados con azulejos de diversas épocas. Fue levantada por el regidor perpetuo y alcalde ordinario de La Habana, Don Mateo Pedroso y Florencia, quien la habitó hasta el primer tercio del siglo XIX. Como un dato curioso, en la primera planta, toda de sillería, se emplearon piedras de la misma clase y origen de las usadas en la construcción del Castillo de San Carlos de la Cabaña. En los anales de esta mansión se recuerdan, entre otros momentos de singular interés, la estancia de la Condesa de Merlin, Mercedes Santa Cruz y Montalvo, quien hizo referencia en su obra a esa visita. De entonces a la fecha la casa tuvo varios dueños y sirvió para diversos fines, hasta su apertura como Palacio de la Artesanía.
PALACIO DEL MARQUÉS DE AGUAS CLARAS
Quizás lo que más despierte el interés de esta casa sea su propia ubicación. Porque su ancho y espacioso portal, rompe la simetría de la Plaza de la Catedral donde está situada. Edificación del siglo XVIII, su construcción fue iniciada por Don Sebastián Peñalver Angulo, graduado de leyes, regidor y alcalde ordinario de la ciudad en diversos períodos, quien fue acusado de deslealtad a España por su colaboración con los ingleses que ocuparon La Habana. Luego, fueron varios los propietarios del palacio, entre ellos Don Francisco Filomeno Ponce de León, tercer Marqués de Aguas Claras, y los Condes de San Fernando de Peñalver. Y fueron varios, igualmente, los usos que a lo largo de los siglos recibió esta casona, como escuela y centro bancario. Ahora, con su patio central presidido por una fuente, su gran portada de jambaje jerezano y sus enrejados balcones que se abren a la plaza, acoge al restaurante El Patio.
CASA DE LA CONDESA DE LA REUNIÓN
En el mismo corazón de La Habana Vieja, a escasos metros de la Plaza de la Catedral, se levanta la casa de El Siglo de las Luces. Se trata de una edificación utilizada por el novelista Alejo Carpentier, como escenario habanero de su conocida y reconocida obra.
Las primeras noticias sobre la actual casona de dos plantas, entresuelo y patio central, datan de principios del siglo XIX, aunque algunas investigaciones refieren la existencia de una construcción anterior, “morada baja de rafas, tapias y tejas”. De entre 1809 y 1819, ya existen testimonios de una edificación de plantas baja y alta, similar a la actual y, en 1878, la propiedad pasaba a Juana Gallol y Campos, segunda Condesa viuda de la Reunión, de Cuba. Es por esta época que la casa se transformaba para recibir a tan ilustre dueña. Considerada una joya de la arquitectura colonial de la Isla, con marcada influencia barroca y con rasgos neoclásicos, la mansión, hoy sede de la Fundación Alejo Carpentier, aún conserva su singular balcón con tejadillo, el majestuoso arco que preside el zaguán de entrada, los sólidos guardacantones que ostentan el rango de su antigua propietaria...
PALACIO DE ALDAMA
El humanista e hispanista alemán Karl Vossler, al visitar la capital de Cuba, aseguró que este palacio era “de tal majestuosidad y belleza, que no desentonaría entre los palacios de las grandes ciudades italianas”. Y a tal aseveración contribuye su sobrio estilo neoclásico de marcados rasgos italianizantes, su majestuoso portal de sólidas columnas y su largo balcón corrido de hierro fundido. Obra del arquitecto e ingeniero Manuel José Carrerá fue erigido a fines de la primera mitad del siglo XIX, para el acaudalado vasco Don Domingo de Aldama y Arréchaga, futuro suegro del prestigioso polígrafo Don Domingo del Monte.
Se calcula en un millón de pesos el monto de las obras, cifra fabulosa para la época. Enclavada frente a la Plaza de Marte, hoy Parque de la Fraternidad, la casa –que fue saqueada en 1869 durante los sucesos independentistas del Teatro Villanueva- sirvió de fábrica de tabacos, biblioteca y comercios diversos, hasta la ubicación definitiva, hace unos años, del actual Instituto de Historia.
QUINTA DE LOS CONDES DE SANTOVENIA
Cuentan que, en sus salones, fueron agasajados el príncipe Alejo, hijo del zar Alejandro II, y los príncipes de la Casa de Orleans, futuros reyes Luis Felipe y Carlos X de Francia . En el centro de un espacioso terreno, y rodeada de cuidados jardines, se levantó, entre 1832 y 1841, esta quinta por Don Manuel Eusebio Martínez de Campos, segundo Conde de Santovenia. De estilo neoclásico, con marcada influencia italiana, el edificio es de dos plantas, con una fachada de 40 metros de extensión y una sala de recepciones de 16 metros de frente por 6 de fondo. En su patio, como una rareza, se erige una pequeña iglesia neogótica.
Por su refinamiento y exquisitez, el arquitecto Joaquín Weiss la calificó como “un verdadero Trianon”, la residencia “más sobresaliente de todas, verdadera émula de las villas italianas”. La aristócrata familia vendió la propiedad a los albaceas de Doña Susana Benítez, para ubicar allí un asilo de ancianos – aún hoy se mantiene- que llevaría su nombre y sería atendido por las Hermanas de la Caridad.
CASA DE PÉREZ DE LA RIVA
Frente a la bahía habanera se construyó una casa de dos plantas, en estilo corintio del Renacimiento italiano con elementos franceses, todo lo cual le otorgaba un fastuoso refinamiento. Se trata del inmueble, construido en 1905 por el arquitecto Francisco Ramírez Ovando, para el señor Ernesto Pérez de la Riva. Considerada un antecedente del eclecticismo que florecería años después, en la zona de El Vedado, la historia de esta residencia atesora las lujosas recepciones ofrecidas en sus salones, como la brindada por el propietario a un descendiente de Lord Albemarle.
En 1936, la familia Pérez de la Riva abandonó la mansión y pasó a ser Ministerio de Estado, aunque, a pesar de su suntuosidad, no se adaptaba totalmente a sus nuevas funciones. Con posterioridad, radicaron diversas dependencias hasta la inauguración, en 1971, del Museo Nacional de la Música.
RESIDENCIA DEL MATRIMONIO BARÓ-LASA
Esta casa nació desde y hacia el amor. Se construyó en 1926 para el matrimonio de Juan Pedro Baró y Catalina Lasa, quienes antes de su unión protagonizaron uno de los más recordados romances de la aristocracia cubana, pues ambos renunciaron a su anterior enlace para unirse por el resto de sus vidas. Y para perpetuar ese amor construyeron esta magnificente mansión, en su exterior con la imagen de una villa florentina renacentista y, en su interior, decorada básicamente con el estilo art-decó. Encargados para su ambientación, la casa contaba con lámparas Tiffany y cristales Lalique. Como una novedad en su época, se instaló iluminación indirecta en su salón principal. Entre las muchas leyendas que rodean el inmueble, hoy sede de la Casa de la Amistad, se cuenta que se trajeron arenas del Nilo para su construcción y que, en sus propios jardines, se cultivó una flor que, en honor a su dueña, se denomina desde entonces rosa Catalina Lasa.
MANSIÓN DE LA CONDESA DE REVILLA CAMARGO
María Luisa Gómez Mena, Condesa de Revilla Camargo, convirtió esta mansión, en la primera mitad de la pasada centuria, en sitio obligado de la nobleza europea de visita en la Isla, así como de la aristocracia cubana y de personalidades de la cultura del país y del extranjero. En sus jardines, uno de ellos presidido por cuatro esculturas que representan las estaciones del año, se organizaban entonces fastuosas fiestas y recepciones, que muy bien supo recrear en su novela La consagración de la primavera el escritor Alejo Carpentier.
De estilo fundamentalmente neorococó francés, esta mansión fue construida, en los primeros años del siglo XX, por orden del magnate azucarero José Gómez Mena. Remodelada en 1929, junto a sus valiosos mármoles y sus hermosas herrerías, la decoración interior estuvo a cargo de la prestigiosa casa parisina Jansen. Desde hace décadas, y con su esplendor original, radica en esta casona el Museo Nacional de Artes Decorativas.