Utilizado desde la antigüedad como tonificante y medicina popular, estudios científicos confirman que el vino puede ser un importante elemento para conservar la salud y prevenir diversas enfermedades

Aunque muchas personas tienden a catalogar a quien liba algún licor como un amante de los placeres de «Baco» —el dios griego del vino—, está demostrado científicamente que quienes consumen este tipo de bebida con moderación pueden verse especialmente beneficiados en su salud.

Desde la antigüedad, los guerreros griegos y romanos que iban a los campos de batalla, o los navegantes que surcaban los mares, lo hacían casi siempre acompañados de una bota de vino, como alimento insustituible y tonificante ante los rigores de la campaña.

Ya en la Ilíada y la Odisea, piezas de la literatura griega que han llegado hasta nuestros días, se habla con frecuencia del vino como licor en las batallas, e incluso cómo el viejo Príamo, padre del héroe troyano Héctor, lavó con vino las heridas de su hijo, quien cayera combatiendo ante los muros de Troya frente al invencible Aquiles.

Incluso, como narra Emilio Salgari en su novela El capitán Tormenta, fue gracias al vino, el cual tenían junto al aceite de aceituna como único alimento, que la ciudad de Famagusta, en Chipre, consiguió resistir uno de los asedios más largos de la historia, durante casi un año, hasta que las huestes del sultán Selim II lograron tomar la villa en 1571.

Y es que el vino, más que una bebida, es considerado por muchos especialistas como un alimento, a la vez que un importante medicamento, pues disminuye el riesgo cardiovascular, ya que su ingestión ayuda a decrecer la posibilidad de enfermedades coronarias.

Los vinos blancos, por ejemplo, hacen un efecto hipotensor, ayudando a mantener la estabilidad de la presión arterial. Además, el vino al entrar en el organismo humano provoca una respuesta metabólica al consumo de alcohol de vino, que a través de los flavonoides actúan como vasodilatadores, captan los radicales libres, ejerciendo un efecto antioxidante.

Según explica el Sommelier cubano Yamir Peregrino, en su libro Mi pasión Gourmet, como anticancerígeno esta bebida ayuda a combatir las células malignas y se ha descubierto que el vino blanco ayuda a combatir las células cancerígenas alojadas en los alvéolos pulmonares.

Recientemente, explica el especialista, se ha creado incluso un vino para diabéticos, producido por la Bodega Vinos de la Cruz, de Uruguay, que tiene la particularidad de carecer de todo tipo de azúcar, es decir, de fructuosa, sacarosa y glucosa. Este vino es completamente orgánico, con muy bajos niveles de carbohidratos.

Y por si fuera poco todo esto, más allá del propio vino, otras funcionalidades de este pueden servir para mejorar incluso una visita… a la playa. No se asombre, porque según un nuevo estudio científico, el componente polifenólico Reverastol puede utilizarse para la elaboración de un nuevo protector solar y dorador para el verano, pues éste contribuye a evitar las quemaduras por exposición a los rayos del Astro Rey.