Adentrándonos en los bosques de Carlac encontramos el recorrido Bausen-Ermita de Sant Roc-Bordes de Carlac-Coret de Pan-Bausen, el último valle aranés antes de entrar en territorio francés. Escondido allí, donde la vertiente de la montaña de Vacanera se suaviza un poco y permite el asentamiento de un poblado, con prados y pastos a su entorno, se nos revela el pueblo de Bausen, como uno de los destinos del Valle de Aran, en los Pirineos catalanes. A través de los bosques de Carlac, el recorrido Bausen-Ermita de Sant Roc-Bordes de Carlac-Coret de Pan-Bausen es el último valle aranés antes de entrar en territorio francés. Se accede por una carretera local sinuosa que va ganando altura sobre el Garona. El camino a seguir se encuentra al salir del pueblo por la parte alta, por el camino de la ermita de Sant Roc. La travesía se hace bordeando la ladera de la montaña por un camino bien trazado y luego entra en un espectacular bosque de hayas, donde los pequeños esbozos de civilización no alteran el medio natural. Ya una vez que se sobrepasa el Coret de Pan se vuelve a la luz y a las vistas panorámicas sobre Bausen y el Baish Aran. Desde el aparcamiento en la entrada del pueblo se va por el carrèr Sant Pere, donde un indicador dirige al caminante por as calles empinadas. Luego se continúa por las marcas de GR a la derecha, hasta las afueras del pueblo. En camino se pasa por la Ermita Sant Ròc y se dejan las antenas a mano derecha. Así llaneando por un camino bien construido se llega al bosque que a medida que se avanza es más espeso, pero el camino no desaparece. Tras dejar un abrevadero se pasa de largo la entrada de una “borda” y se cruza un torrente por una pasarela. Más adelante hay una bifurcación. Se sigue el GR a la izquierda, por donde hace más subida. Casi todo el desnivel se hace aquí. Se llega al punto más alejado del recorrido. Tras un pequeño descenso se vuelve a cruzar el mismo torrente sin puente. Se planea hasta salir del bosque. Se pasa el Coret de Pan y se continúa entre prados con “bordas” dispersas hasta que se divisan los tejados y se llega al pueblo de Bausen. Justamente en Bausen se descubre una de las leyendas más bellas que cuentan los mayores del Valle. Se dice que allí a principios del siglo XX, cuando la Iglesia todavía tenía un gran poder sobre la vida de los feligreses, se enamoraron dos jóvenes tan tiernamente que cautivaron a sus vecinos. Pero el párroco les exigió una gran cantidad de dinero como ‘dispensa’ por el hecho de estar emparentados, aunque fuera un parentesco lejano, y no cedió a las suplicas de los dos enamorados. Mas ellos decidieron seguir con su amor y vivir juntos, hasta que Teresa enfermó y murió con solo 33 años. Entonces el párroco tampoco accedió a dar santa sepultura en el cementerio del pueblo, y ante la desesperación e indignación, todos los vecinos cavaron una fosa y la enterraron con toda dignidad. Allí cada año el hijo fruto del amor que vivieron deposita flores frescas. En camino se pasa por la Ermita Sant Ròc y se dejan las antenas a mano derecha. Así llaneando por un camino bien construido se llega al bosque que a medida que se avanza es más espeso pero el camino no desaparece.