Los tranvías son un clásico medio de transporte muy utilizado aún en Lisboa
Plaza de Figueira
Escudo del antiguo Banco Nacional Ultramarino, hoy sede del museo MUDE
Anochecer en Lisboa. Al fondo el puente 25 de Abril
Antiguo elevador de Santa Justa
Teatro Nacional Doña María II
Fábrica y expendio de los famosos Pastelillos de Belém
Lisboa moderna, en el Parque de las Naciones
La sede de la Fundación Champalimaud, centro de investigación y servicios médicos, llama la atención del visitante por su moderna arquitectura

Si hay una ciudad europea que sabe combinar lo clásico con lo moderno, lo antiguo con lo nuevo, esa es Lisboa. Un perfecto cóctel entre el pasado y el futuro, fue capital de ultramar de conquistadores y navegantes. Hoy es una urbe moderna que mira hacia el futuro, pero sin dejar de apoyarse en el pasado. Pasear por Lisboa es sorprenderse a cada paso, vivir sensaciones nuevas y disfrutar de una ciudad cargada de diseño.

Os propongo un fin de semana en Lisboa. Para empezar nuestra aventura nos alojaremos en el hotel Inspira Santa Marta, un cuatro estrellas situado en la Rua de Santa Marta 48, en pleno centro de la ciudad. Este hotel emplea materiales ecológicos y es autosostenible, lo que unido a la decoración de sus habitaciones basada en el feng shui, lo convierte en un pequeño oasis ecológico dentro de la ciudad.

Una curiosidad más de este hotel es que no consumen agua mineral, sino que utilizan una embotellada en la propia instalación, filtrada y analizada, pero del grifo. Con los beneficios de este método construyen pozos en África. Y también colaboran con asociaciones humanitarias de Portugal, donando un euro por habitación ocupada al día. Además, sistemáticamente realizan plantaciones de árboles. Todo un ejemplo a seguir, que ya ha recibido en su corta trayectoria varios premios y menciones nacionales e internacionales a la conservación y sostenibilidad del medioambiente.

Lisboa clásica

Una vez descansados, damos un paseo para admirar los edificios y tiendas que encontramos en nuestro camino hacia la Plaza del Comercio. El hotel queda al lado de Vía Liberade, una de las arterias principales de Lisboa, que va desde la Plaza del Marqués de Pombal (quien reconstruyó la ciudad después del gran terremoto de 1755) hasta la Plaza Restauradores. En este trayecto se concentran las tiendas más lujosas. De la Plaza Restauradores, llegamos a la de Don Pedro IV, popularmente conocida como Plaza del Rossio. Entre estas dos, que están prácticamente juntas, podemos admirar la estación del Rossio y, frente a ella, en la cara norte de la Plaza, el Teatro Nacional Doña María II. El Rossio es el centro neurálgico de Lisboa, donde se mezclan lisboetas y visitantes, y aquí podemos tomar el mítico 28, un tranvía clásico protagonista de muchas películas, tan célebre que permanece abarrotado de turistas si lo abordamos cerca del Chiado o del Rossio en dirección a Alfama.

Siguiendo nuestro paseo, de la Plaza del Rossio sale Vía Augusta, una impresionante calle peatonal que desemboca en el imponente Arco del Triunfo y la Plaza del Comercio. Según bajamos por la calle, a nuestra derecha podemos ver el elevador de Santa Justa, una enorme torre metálica que tiempos atrás servía para subir desde Baixa (nombre de la zona donde nos encontramos hasta el Barrio Alto), y hoy es más bien una atracción turística.

Antes de llegar al Arco del Triunfo, a nuestra izquierda, queda lo que fue el Banco de Ultramar, hoy actual MUDE (Museo de la moda y diseño). La entrada es gratuita y merece la pena visitarlo, pero antes debemos informarnos en Internet pues varias veces al año la planta sótano de esta instalación alberga exposiciones temporales. Allí se encuentran las antiguas cajas fuertes del banco y es sin duda lo mejor del museo, pero si no hay exposiciones esta planta no puede visitarse. Una vez en la Plaza del Comercio, nos impresionará su Tejo o nuestro Tajo. Con esos kilómetros entre orillas que no sabemos si aún es río o ya es océano, nos da una maravillosa sensación de libertad y aire fresco. En esta plaza existe un restaurante recién inaugurado llamado Fado Lab, local muy singular con platos basados en conservas de primera calidad. Es aconsejable sentarse y admirar su decoración basada en botes de conservas y degustar su peculiar cocina. Si vamos el jueves por la noche, podemos además escuchar fado fusión.

Siguiendo por la «Lisboa clásica» volvemos a subir por Vía Augusta y tomaremos un tranvía elevador hasta el Barrio Alto, uno de los más antiguos y altos de la ciudad, situado frente a Alfama (antiguo barrio de pescadores). Esta zona se ha convertido en los años 80 en una de las más conocidas de las noches lisboetas, con numerosos bares, restaurantes e incluso casas de Fado. Es probablemente el mejor lugar de la ciudad para escuchar fados. Por sus calles abundan los grafitis y la ropa tendida. Para llegar hasta el Barrio Alto podéis tomar la Rua Misericordia. Es muy aconsejable ir a cenar y de paso disfrutar de la noche lisboeta.

Una buena sugerencia para cenar puede ser el Restaurante Largo, situado en la Rua Serpa Pinto 10, en el Chiado (pegado al Barrio Alto y conocido como el Montmartre de Lisboa, elegante y bohemio). El local tiene una decoración propia de la ciudad donde se combinan la modernidad con el antiguo convento en el que está ubicado. Es muy curioso el enorme acuario que decora una de sus paredes con medusas. La cocina cuidada y muy elaborada nos acerca a la gastronomía lusa de una manera diferente.

Belém: donde el Tajo se funde con el océano

El segundo día vamos a ir hasta el barrio de Belém. Está lejos del centro pero muy bien comunicado. Desde la Plaza del Rossio tomamos el tranvía 15. Este barrio queda río abajo, donde el Tajo se funde con el océano. Detalle curioso, desde Belém partieron los exploradores portugueses que conquistaron gran parte del mundo.

Aquí hay dos monumentos de obligada visita: el Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belém. Otros puntos de interés son el Monumento a los Descubridores, el Puente 25 de Abril y el Museo Nacional de Coches. Pero antes de regresar al centro no podemos olvidar hacer un alto en el camino para degustar sus famosos pastelitos recién hechos dentro de la antigua fábrica (es un buen regalo pero hay que tener cuidado, pues están rellenos de crema y no aguantan mucho tiempo fuera del frigorífico).

Si seguimos caminando por la ribera desde el Monumento a los Descubridores en dirección hacia el océano, encontraremos la Fundación Champalimaud, moderno edificio blanco que llama la atención por sus líneas arquitectónicas. Diseñado por un arquitecto hindú, este inmueble alberga un hospital de día para enfermedades oncológicas y un centro de investigación pionero en el mundo sobre los comportamientos neurológicos. En colaboración con las más prestigiosas universidades del mundo, en esta Fundación trabajan más de 170 investigadores de diversos países en varios equipos de trabajo. Próximamente comenzarán también con la investigación oncológica. Actualmente es uno de los más importantes centros mundiales en la investigación neuronal. Dispone además de un salón de actos y un restaurante de diseño (que no debemos dejar de visitar) para la organización de eventos, conferencias o simplemente reuniones.

Ya por la tarde paseamos por «la otra Lisboa», que emerge entre el acero y el cristal asombrando a los visitantes por su modernidad. Para llegar hasta aquí podemos tomar desde la plaza del Rossio el metro línea verde hasta Alameda, y después la línea roja hasta Oriente o el autobús línea 728. 

Este barrio era una zona marginal y sucia que se recuperó para albergar la Expo 98. Actualmente es una de las más caras y exclusivas de Lisboa, donde conviven las grandes empresas con apartamentos de lujo y el ocio. Como ejemplo están el Casino de Lisboa, el Teatro Atlántico donde únicamente actúa el Ballet Nacional, y numerosos bares y restaurantes. El Parque de las Naciones ha mantenido los edificios construidos para la Expo 98, convertidos hoy en lugares de encuentros culturales. Podemos citar el Oceanário de Lisboa, considerado el segundo más grande de Europa; la torre Vasco de Gama, un excelente mirador; y el puente Vasco de Gama, que con sus casi 18 km de largo es el más largo del viejo continente; el centro comercial con forma de crucero; o la propia estación de Oriente diseñada por el arquitecto español D. Santiago Calatrava. Ya entrada la noche acudimos al Casino de Lisboa, un edificio de cristal de tres plantas donde además de probar suerte en los juegos de mesa o en sus cientos de máquinas, podemos cenar en el restaurante MOMO y degustar una cocina asiática diferente con platos de China, Vietnam, Japón, India y Tailandia, entre otros.

Lisboa es siempre un perfecto plan para escaparse unos días, y he querido dar una visión rápida de la Lisboa clásica y la moderna, la elegante y la bohemia, la científica y la monumental, pero me quedan muchas más Lisboas por descubrir, porque a tan solo 20 minutos de la ciudad hay playas atlánticas de fina arena dorada aún semisalvajes o lugares para el enoturismo; ciudades con encanto como Cascais, Estoril o zonas para el descanso como Troia. Portugal es un país que está tan a mano y es tan sorprendente, que no podemos dejar de visitarlo.