Todos tenemos en mente un lugar del mundo con el que soñamos, un destino que queremos conocer, por el cual siempre hemos comentado: “Me encantaría ir a…”. Pues en mi caso, era Kuala Lumpur y sus majestuosas Torres Petronas, esos rascacielos que fueron los más altos del mundo hasta el año 2003 y siguen siendo las torres gemelas más encumbradas del mundo.

Viajamos rumbo a Kuala Lumpur con KLM en su cómoda clase EconomyComfort. KLM cuenta con un valor añadido en sus vuelos, por un pequeño coste adicional – desde 5 euros-  puedes escoger tu asiento en las primeras filas del avión, contarás con bastante más espacio para estirar las piernas y tu asiento se reclinará el doble de uno normal. La verdad es que en vuelos largos se agradecen este tipo de comodidades.

Cuando aterrizamos en Kuala Lumpur aún nos quedaba una hora de trayecto en coche, para poder llegar hasta nuestro hotel, ubicado justo enfrente de las Torres Petronas. Callejeando con el taxi por el centro de la ciudad, se vislumbraban los últimos pisos de los rascacielos, pero no era suficiente, necesitaba ver aquellos edificios por los que siempre había “dado la lata”.

Una vez acomodados y refrescados, nos dispusimos a andar 2 minutos para ver las torres completas. Y ¡por fin! Allí estaban, dos majestuosos rascacielos en un bonito atardecer comenzando a iluminarse.  

La sensación de calor y humedad durante las primeras horas en la ciudad es bastante agobiante, por lo que una vez caída la noche, decidimos subir  a la planta 57 de la comúnmente llamada «tercera Petrona» para tomar algo. Una vez arriba, en el restaurante Marinis, pudimos disfrutar de una nueva perspectiva de las torres desde su roofbar. ¡Había cumplido mi sueño!

Kuala Lumpur es un destino que ofrece varios atractivos por visitar, pero no me cansaba de ver una y otra vez, desde todas las perspectivas y lugares posibles «Las Petronas». Uno de los mejores lugares para contemplar la ciudad desde las alturas es la Torre de telecomunicaciones, «Menara, Kuala Lumpur» con más de 400 metros de altura.

Siendo madrileña me recordó –aunque con una visible diferencia de tamaño- la torre de comunicaciones de Madrid que llamamos «El Pirulí». En esta torre, se puede subir a dos alturas, la intermedia acristalada y la superior cuya plataforma al aire libre permite disfrutar de una panorámica de la capital.

Tras divisar la ciudad desde las alturas, nos decidimos a ir en transporte público para caminar la ciudad porque Kuala Lumpur, no son sólo las Petronas ¡ni mucho menos! Nos dispusimos a ir en metro hasta la zona de Little India y Chinatown, donde nos habían comentado que encontraríamos el central market un lugar lleno de artesanía y galerías de arte local con auténticas maravillas hechas a mano. En las pequeñas galerías los propios dueños estaban pintando cuadros preciosos.

¿Conoces algún helipuerto que al caer la noche se convierta en un improvisado pero perfectamente coordinado bar? Pues en esta capital nos encontramos con uno. En «Menara KH» podrás disfrutar de una fría cerveza y algo de picoteo mientras contemplas la puesta de sol y una bonita panorámica de la ciudad. Es un lugar y una experiencia alucinante.

¡Las compras en Kuala Lumpur son «deporte nacional»! Centros comerciales inmensos, calles repletas de tiendas de lujo, un no parar de gente cargada de bolsas repletas de moda, completos, joyería y productos varios. Tras visitar algunas de las zonas comerciales, queríamos ver y catar las verdaderas costumbres de la capital.

A tan sólo unos metros de la zona comercial de lujo, en Jalan Nagasari, encontramos  el restaurante local, con comida nacional y con precios para locales NagasariCurry House. Fue toda una experiencia, una mezcla de culturas que inundaban el lugar. Cada cual comía con sus tradiciones y el picante y las especies se respiraban en el ambiente.

Pedimos varios platos típicos para poder probar un poco de cada uno y avisamos al simpático y atento camarero que preferíamos la comida “no spicy”. Sabíamos que lo que ellos consideraban no picante, lo sería en cantidad aceptable para nosotros, o eso era al menos lo que pensábamos… ¡Nada más lejos de la realidad!  Tras probar el primer plato de curry noodles las lágrimas se me saltaron y cual tubería tragando agua bajó mi cerveza, Tiger.

Parece que el paladar se va acostumbrando a los sabores  por lo que conseguimos terminar nuestra cena  con los ojos un poco llorosos y sonrojados cual Heidi pero, con la satisfacción de haber descubierto la comida típica, en un lugar de encanto local y una experiencia más para llenar nuestra mochila. Al fin y al cabo ese es el objetivo del viajero: llenar  “la mochila” de experiencias,  comidas y culturas del mundo; personas y lugares maravillosos…

Los templos y las mezquitas son visita obligada para el culto de los lugareños, pero también para infinidad de turistas de cualquier religión y nacionalidad.

Las mezquitas más famosas de Kuala Lumpur son MasjidJamek y Masjid Negara, esta última es la mezquita nacional.  Desafortunadamente, no pudimos visitar estas mezquitas ya que nuestro viaje tuvo lugar el pleno final del “Ramadan”, y aunque nos comentaron que podríamos visitar ciertas zonas de las mezquitas, también nos dijeron que eran días dedicados al rezo y las ofrendas en los que generalmente las mezquitas no son visitadas por turistas. Así que decidimos que por respeto, no acudiríamos.

¡Había mucho más que visitar!  El Templo Hindú, Batu Cave nos sorprendió desde lo lejos… Una imponente talla de oro, de unos diez pisos de altura,  presidía la entrada al templo y eran 272 escalones los que nos esperaban para adentrarnos en él.

El templo se encuentra en el distrito de Gombak, a unos 20 kilómetros al norte de la capital malaya. Estas cuevas fueron descubiertas por William Hornaday en 1878. Su nombre proviene del río Batu y también es el de una aldea cercana. Sin duda es uno de los templos –fuera de la India- más populares y este santuario está dedicado aMurugan, dios de la guerra que combate con el ejército del demonio.

Este lugar de culto atrae anualmente a más de un millón y medio de fieles y a otro millar de curiosos turistas. Durante el festival hindú Thaipusam se triplican esas visitas. En el interior puedes encontrar monos, además de un par de gallos. El olor es bastante fuerte por las ofrendas, las especies e inciensos pero también por los excrementos varios. 

¡Cuidado con los monos! Son auténticos expertos en conseguir comida e intentar robarte cualquier objeto de valor. Doy fe de que tienen muy mal genio y se enfadan a la mínima, hay que andarse con ojo pues pueden ser bastante agresivos.