Seductoras fragancias de La Habana
La Ruta de los Olores es una invitación a recorrer la calle Mercaderes de La Habana Vieja para apreciar, además de la arquitectura y su gente, la sensualidad de una capital centenaria que se conserva y seduce desde sus esencias.
Esta experiencia fue iniciada por la periodista Mileyda Menéndez en el año 2011 con jóvenes de la Asociación Nacional del Ciegos (ANCI), para quienes una excursión por la antigua ciudad de intramuros no resultaba atractiva, debido a que la mayoría no podría verla. ¡Pero pueden olerla!, propuso ella, y agregó el incentivo de contarles la historia universal y habanera desde las múltiples aristas de la sexualidad que revela o esconde cada comercio y museo ubicados en esa calle, desde la Plaza Vieja hasta la intersección con Obispo.
Así comenzamos. Desde entonces, las citas se organizan a pedido del público, una atractiva iniciativa apta para todas las personas en su diversidad de edades, intereses, capacidades y cultura de vida.
El propósito es despertar, más allá de la curiosidad, la autorreflexión acerca de disímiles prácticas y concepciones sobre el placer (como meta o como punto de partida), mediante la estimulación directa de los sentidos y el entretejido de anécdotas, datos históricos, pinceladas de humor criollo y referencias a culturas milenarias que acrisolaron la nacionalidad cubana.
Es una vivencia a la que pueden sumarse participantes nacionales y turistas; un modo de festejar los 500 años de La Habana, entender su espiritualidad y encontrar productos que llegan a convertirse en delicado suvenir para agasajar a la pareja, familiares o amistades especiales.
Partimos del café El Escorial, pues en Cuba no hay casi nada que supere a una buena taza de ese humeante brebaje, delicia que calienta el paladar, lo libra de olores indeseados y estimula otros placeres, sobre todo si se comparte en un íntimo ritual mañanero.
Otros tres puntos de la misma manzana nos permiten charlar sobre la vista como elemento sesgado por el género: el Planetario de la Habana, la Fototeca de Cuba y la Cámara Oscura. Desde sus pórticos develamos el simbolismo ético y estético heredado de las civilizaciones antiguas a través de su interpretación del cielo nocturno, las imágenes grabadas o la visión de la desnudez como consumo artístico, apenas separadas por una sutil línea subjetiva de la dominación cultural, la pornografía comercial y la morbosa intromisión en las vidas ajenas.
Luego visitamos el Café Taberna, hoy nombrado Benny Moré, la boutique de calzado Adidas, la Casa del Bonsái, el salón de belleza Habana Colonial, el Mesón de la Flota, el Museo del Chocolate, la esquina de la Cruz Verde y el restaurante La Imprenta, magníficos pretextos para ventilar nuestra isleña vocación de asimilar ocios y trueques mundanos, de aplatanar ritmos, sabores, cultivos y oficios de ultramar, en un guiño de contrabando atrevido.
Entre los puntos más apreciados de la ruta suelen estar la perfumería artesanal 1791, la tiendecita de jabones de Marsella, la florería La Rosa Blanca, la Casa de las Especias y el exótico Mercado del Oriente. Cada fragancia evoca diferentes recuerdos y nos adentran en un romántico viaje a la cuna de leyendas y secretos que embriagan y sugieren volver.
Tierra, agua, fuego, metal, madera… cinco elementos de la Naturaleza empleados por la humanidad para cambiar su entorno mediante los oficios; cinco modos de disfrutar las caricias y jerarquizar el sexo más allá de lo genital, tal como explicamos ante el Museo de la Cerámica, la Armería 9 de Abril, el sitial de honor de los Bomberos, la tienda de navajas suizas Victorinox y el parque Guayasamín, propicio para hacer una corta y refrescante meditación guiada.
Frente al Hogar Materno Leonor Pérez, el restaurante cantonés la Torre de Marfil y el Museo del Tabaco, hablamos de afrodisiacosy anafrodisiacos, de salud y armonía, de asumir tus elecciones en materia de gustos, identidad, afectos y compromisos.
La Ruta de los Olores es también un homenaje a periodistas, escritores y artistas de la calle, que en tinta fresca o a viva voz rindieron culto a la espera del marino, la vivacidad de la mulata, la irreverencia criolla ante las buenas costumbres, la tierra pródiga y el clima caprichoso.
De sus imprentas, tertulias y pregones viene esa agilidad verbal, cargada de doble sentido, que tanto usamos para hablar de política, religión, comercio y leyes, mientras ocultamos el sexo en el vocabulario de la cocina, el deporte o los bailes de salón.