Al este de Jibara se aprecian las hermosas playas Esmeralda, Pesquero y Saetía.
Monte virgen de la mítica Bahía de Bariay, lugar del desembarco del Gran Almirante Cristóbal Colón.
Aldea Taína.

Cristóbal Colón en Cuba. Las carabelas del genovés avistaron tierra al atardecer lluvioso del sábado 27 de octubre de 1492, pero no pudieron precisar el punto de arribada hasta el día siguiente, en la bahía de Bariay, actual provincia de Holguín. Le impresionó llegar a una tierra intensamente verde y con montañas, diferente de las islas planas y arenosas de las Bahamas que había recorrido las dos últimas semanas. Fue profuso en epítetos sobre el nuevo lugar, que consideró «el más bello que ojos humanos vieron». Navegó al oeste y al este, entró en ríos y bahías desconocidas buscando oro y lo que encontró fue a los aborígenes deleitándose con un cohiba humeante, como le llamaban al tabaco que recolectaba para experiencias sobrenaturales. Se admiró de la vegetación, que llegaba a la línea del mar, de los minerales que abrillantaban las altas serranías y de los pinares tropicales, y puso de nombre Cabo de Cuba a un saliente costero. Pero no olvidó de colocar, a la usanza portuguesa, grandes cruces costeras como señal de su paso y posesión hispana. Hoy en el sitio de arribada hay un monumento contemporáneo, pero su naturaleza en gran medida está cual la avistó el conquistador cinco centurias atrás. En su honor se ha denominado Parque Natural Cristóbal Colón a ese emporio de playas y montes vírgenes que descubrió, donde se ubica ahora el circuito turístico internacional de Holguín.

La Villa Blanca de las playas azuliverdes. Gibara es una pequeña y curiosa ciudad-museo del neoclásico cubano, con leyendas de amor y aparecidos, muy cerca de las playas por donde anduvo la flotilla española del descubrimiento. Se dice que su bahía abierta –a la que Colón llamó Río de Mares- se significó en el siglo xix como la más utilizada entrada norte para carga y pasaje de todo el Oriente cubano, lo que le trajo prosperidad y lujos. Hasta en la residencia que es su actual museo de ambiente se instalaron sofisticados respiraderos para extraer el aire caliente de sus interiores, muebles sanitarios de porcelana inglesa, decorados primorosamente aun para tan profana e intima misión, y buena parte de sus 800 piezas se mueven inexplicadamente solas. Al este de la Villa Blanca se suceden las excelentes playas azuliverdes de Guardalavaca, Esmeralda y Pesquero, y las de la isla salvaje de Saetía, por donde también suelen deambular despreocupados los turistas, tan embelesados como el propio Colón. El acceso exterior a estos lugares se hace por el aeropuerto internacional de Holguín.

El cementerio aborigen de Chorro de Maíta es el mayor del Caribe y se ubica en el extremo este del Parque Natural Cristóbal Colón. Allí se muestran los restos óseos de 61 aborígenes, en la posición original en que fueron hallados, pero el solitario cráneo de un joven indoeuropeo, encontrado junto a una muchacha india con muchas ofrendas, cual si se tratara de una joven princesa, tornó enigmática y visitada la necrópolis primitiva. Aquel debió ser un conquistador español o hasta un sacerdote católico que viviera en el lugar, una gran aldea, en el siglo xvi. Faltan respuestas a la tesis de si se trató de un insólito romance entre el hispano y la princesa, cuando tenía lugar la brutal conquista de Cuba. La región debió de alterarse ante la presencia de los soldados españoles, muchos a caballo, en son de guerra y armados hasta los dientes, quienes transformaron la vida de aquellos hasta ahora tranquilos agricultores, pescadores y ceramistas. Los afanes de hallar objetos de oro llevaron a los recién llegados a arrasar la cultura y el pacífico quehacer de aquellos indios, y a emplear la violencia, como lo testimonia un cráneo aborigen perforado por un tiro de arcabuz, conservado en el Museo Baní, en la cercana ciudad de Banes, y también. Un acercamiento amoroso entre el joven español de Chorro de Maíta y la princesa cuyos huesos yacen a su lado, podría ser una rara excepción en ese convulso instante de la historia de Cuba.

Rezagos del Western en Banes. Un extraño pueblo de cowboys semejaba Banes, en Holguín, a principios del siglo xx , según fotos de museo. Tenía lugar entonces la facilitada irrupción en Cuba de las grandes compañías bananeras y azucareras de Estados Unidos, luego de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana de 1898, y sus administraciones echaron mano a la arquitectura en madera, común en el sur y oeste de ese país, todavía hoy aquí con innumerables de estas edificaciones en pie, en Banes y en otros sitios de la región. Hasta esa población llegaron en cajas aquellas casas americanas prefabricadas y surgieron barrios completos de esa hechura, en 26 poblados del este de Holguín y en Las Tunas, casi siempre en torno a los jugosos negocios de esas grandes empresas, que supieron aprovechar los bajos precios de la tierras fértiles que dejó la devastación de las guerras cubanas por la independencia. Hasta la humilde vivienda campesina de techos y paredes de yaguas y guano (de hojas de palma), de planta rectangular y piso de tierra, fue modificada a partir de un estilizado prototipo norteamericano, un llamado bungalow de medio portal lateral, que luego se expandió en toda la provincia y en el Oriente de Cuba, con igual rusticidad y pobreza. El montaje de estas casas importadas al estilo balloom frame perpetuó por muchos años una profunda segregación social y étnica en esas zonas del nordeste de Holguín. La edificación de los bungalows estableció diferencias ominosas, según la “categoría” de quienes los ocuparan y así la rápida agudeza del criollo entendió pronto que estas cómodas casas serían habitadas según se tratase de “damas, señoras o mujeres”.

Pinares de Mayarí.Una meseta de 700 metros de altura media, que posee singular microclima fresco, explica la población de coníferas tropicales, normalmente extrañas en esta latitud. Se trata del más occidental relieve, el grupo montañoso de Nipe-Sagua-Baracoa, muy elevado y selvático, aún virtualmente intocado y de hermosos paisajes, en su biodiversidad. La serranía de elevados pinares, cerca de las playas del nordeste de Holguín, llamaron la atención de Cristóbal Colón a su paso. En sus altas planicies crece el pino de Cuba (Pinus cubensis), exclusivo de este lugar, y una gran riqueza forestal, que se aprovecha y al mismo tiempo se resiembra. Posee diversos arroyos y manantiales, que originan saltos de agua como el del Guayabo, que cae desde 70 metros de altura. En la roja meseta hay mineral de níquel y cobalto para tres grandes industrias de su costa, y mucho hierro.