Guantánamo
Humboldt en las selvas. El área protegida de mayor biodiversidad de Cuba y de cualquier isla del Caribe se localiza cerca de la ciudad de Baracoa, compartida entre las provincias orientales de Holguín y Guantánamo. Se trata del gran Parque Nacional Alejandro de Humboldt, de unas 70 000 hectáreas, en el corazón del grupo montañoso Nipe-Sagua-Baracoa. Habitan en sus predios cerca de un millar de especies de la flora, la tercera parte de las reportadas en Cuba y muchas únicas de esta zona, representativas de los bosques pluviales de la región caribeña. El impresionante y vasto ecosistema, que es el mejor conservado, se considera prácticamente virgen gracias a su histórico despoblamiento e inaccesibilidad. Resulta además una extraordinaria colección paisajística de montañas, mesetas, valles, ríos y torrentes caudalosos, bahías de bolsa, islotes y arrecifes coralinos costeros. El Parque Nacional, que lleva el nombre del científico y naturalista alemán Alejandro de Humboldt, reconocido como el Segundo Descubridor de Cuba por sus estudios y obras, conserva vivos ejemplares antiquísimos de la flora mundial, con áreas de arcaísmo geológico como las existentes de la época mesozoica. En sus tupidos montes cerrados, donde es difícil ver el sol, resuenan todavía los chillidos en los últimos carpinteros reales detectados en el mundo, todavía con la esperanzadora probabilidad de que esta ave de frágil presencia se mantenga. También de sus espesuras emergió hace unos años la certeza de que, a pesar de que se le creía extinguido desde hace mucho tiempo, todavía vive en el Parque Humboldt el almiquí, un curioso insectívoro nocturno. En la soledad de sus selvas de maderas preciosas tropicales, bajo el humus de siglos, aparecen ahora nuevos invertebrados y lagartos no reportados y hasta una ranita de once milímetros, tal vez la más pequeña del mundo.
La tumba francesa. Únicamente en zonas cafetaleras de Santiago y Guantánamo, se establecieron originalmente y se mantienen vivas, desde finales del siglo xviii, las llamadas tumbas francesas, hoy mayormente integradas por ciudadanos cubanos descendientes de los esclavos y libertos llegados desde Haití, en su forzada escapada, en tiempos de la revolución negra. Estas sociedades culturales se constituyeron como pequeñas cortes esclavas que con sencillos instrumentos musicales confeccionados por los propios integrantes de la dotación, imitaban las danzas de salón de sus dueños, como el minuet, el rigodón y otros bailes coreográficos procedentes de París. En Cuba se reproducen las tumbas francesas, como la de Santa Catalina de Riccis en la ciudad de Guantánamo, entre otras aquí y en Santiago de Cuba, donde se escuchan los ritmos y bailes que imponen los instrumentos premier, bula, second, cata y bombo, de percusión y cuerdas principalmente. También un sonajero de metal, conocido como el cha cha origina los pasos danzarios de babú, guasimu, juba y mesón. Tiene lugar entonces el espectáculo mejor conservado de la tradición franco-haitiana y cubana, en tanto en las paredes del recinto social se mantienen fotos, dibujos y atributos de patriotas, algunos de los cuales participaron de estas fiestas en el siglo xix, cuando se conspiraba y peleaba contra el poder colonial o en otras luchas sociales en la Isla.
La Cruz de Parra, de Cristóbal Colón. Cuando el Almirante de la Mar Océana llegó a Baracoa en 1492, había visto ya numerosas poblaciones aborígenes y la verde geografía de la costa nordeste de Cuba. Navegó ese litoral con sus carabelas y resultó sorprendido por una población de naturales de más cultura productiva y desarrollo. La figura cuadrada del monte Yunque le recordó a una elevación bicúspide de Puerto Santo y así llamó a Baracoa, y cuando tocó tierra colocó en la costa también una cruz grande, como era su costumbre. Transcurrido medio milenio de aquel suceso, se conserva y venera una cruz reducida en la iglesia parroquial de esa primera villa fundada por los españoles, restos de la original mayor, desgajada, en siglos, por fieles y curiosos. En los finales del siglo xx se acreditó su antigüedad con la prueba del Carbono 14, en laboratorios europeos, y se demostró que su madera procedía de una especie de uvilla costera existente en Baracoa, de una edad que concuerda con el cruce de Colón, lo que reforzó su autenticidad como el único objeto material dejado en el Nuevo Mundo por el navegante genovés y sus hombres, en su primer viaje del Descubrimiento.