No pocos clientes se asombran al preguntar por el sommelier en un lugar como La Giraldilla, en el restaurante La Ferminia, en el Anacaona o en el Santo Ángel, al encontrar que se le acerca alguna mujer, ya sea de más experiencia o muy joven, a recomendarle un buen vino o cómo maridar un plato.

Y es que desde que el oficio de la sommelería surgió, casi siempre ha estado en manos de los hombres, quienes se han adueñado del secreto de los vinos y la buena mesa, contribuyendo a reforzar la imagen de que la mujer no sirve para esos menesteres.

Sin embargo, en Cuba ya no es así. Desde hace años, un pequeño grupo de mujeres, graduadas de diferentes cursos de sommelería, y algunas ya con alta graduación en ese campo, se han insertado en ese exclusivo mundo, demostrando que las féminas son tan o más capaces que cualquiera de maridar un vino con una comida, o incluso hacer un buen servicio de habanos.

SEXTO SENTIDO

Entre copas y tabacos, Miriam F. Alfonso lleva casi veinte años, de ellos buena parte dedicada al oficio de sommelier. «¿Quieres que te cuente algo curioso?, me dice en complicidad. Aquí en el Saratoga, cuando llegaron los uniformes de todo el mundo, el que venía para sommelier era de hombre».

El detalle, aunque insignificante, revela que muchos aun consideran que la mujer no es apta para estos menesteres. «Pues se equivocan. Nosotras tenemos una sensibilidad especial para el buen gusto. No sé si es por el hecho de que tenemos que ver con la maternidad o por características del propio sexo, pero cualidades de un buen sommelier como el olfato desarrollado o el paladar sensible, muchas veces son mejores en el sexo femenino que en el masculino».

Miriam, graduada de los primeros cursos de sommeliers en Cuba, y Certificado de Nivel Superior Internacional en Vinos, Espirituosos y Licores, de la SWET School, en Londres, Reino Unido, conside-rada como la academia del vino a nivel mundial, es al igual que Martha Señán Hernández, sommelier del restaurante La Ferminia, una de las dos mujeres de más experiencia en este campo en Cuba.

COMO ASEGURA MARTHA, QUIEN ADEMÁS FUE PROFESORA DE LA ESCUELA DE ALTOS ESTUDIOS DE HOTELERÍA Y TURISMO DE CUBA, UBICADA EN EL HOTEL SEVILLA, «PARA ESTA PROFESIÓN LO MÁS IMPORTANTE NO ES EL SEXO, SINO LOS DESEOS DE APRENDER, ESTAR SUPERÁNDOSE CONSTANTEMENTE, Y SOBRE TODO NO TEMERLE A NINGÚN RETO».

LA PRIMERA COPA

Jassive Asseff todavía recuerda su primera vez ante un cliente. «Fue como subirme a un escenario, tener que romper con ese miedo escénico al cliente, demostrarle que uno sabe de vinos, sobre todo en un lugar como este, donde normalmente las personas que vienen a comer conocen de comidas y bebidas».

Sommelier del restaurante La Giraldilla, Jassive tiene a su cargo una de las cavas más grandes de Cuba, con más de 10 000 botellas de vino de varias partes del mundo. Sobre ella recae, además, la responsabilidad de atender a los clientes a la par de seleccionar la carta de vinos y mantener actualizada la cava, misión que no siempre es bien comprendida.

«Incluso entre los mismos sommeliers al principio había cierto prejuicio. Muchas veces no nos citaban a las reuniones, o se sentaban a compartir experiencia entre ellos sin contar con nosotras, y solo demostrándoles que no teníamos nada de inferior y hasta podíamos aportar conocimientos fue que logramos superar esa barrera».

Jassive, junto a Zulay Nápoles, de El Floridita, o Elen Acanda, del restaurante Santo Ángel, son las sommeliers más jóvenes de Cuba, entre las más de 40 que según Yamir Pelegrino, presidente del Club Sommelier de la Isla se han graduado en distintos cursos durante estos años, de las cuales apenas ejercen hoy esta profesión unas diez.

Para ellas, al desafío de ser mujer se une el de la juventud, aunque como Zulay hayan demostrado todo su virtuosismo en concursos internacionales, como el Habanosommelier, celebrado en el contexto del VIII Festival del Habano, durante el 2006, donde ella conquistó el segundo lugar, pues el primero lo alcanzó también precisamente una mujer, la española Manuela Romerazo.

«No solo enfrentamos el asombro de los clientes, sino también el de muchos compañeros de trabajo, quienes no entienden cómo una siendo tan joven puede saber más que ellos de vinos, o tener a su cargo la cava de un restaurante», explica Elen Acanda, que con apenas 22 años ya asumió esta responsabilidad en el restaurante Santo Ángel.

«CADA SOMMELIER TIENE SU LIBRITO, Y NOSOTRAS NO SOMOS DIFERENTES. A ALGUNOS NOS GUSTA MÁS UN VINO QUE EL OTRO, DETERMINADO MARIDAJE, PERO ESO NO QUITA QUE NOS DEBAMOS PREPARAR EN TODO, ESTAR CONSTANTEMENTE ESTUDIANDO. YO, POR EJEMPLO, ESTOY EN EL MUNDO DE LA GASTRONOMÍA DESDE LOS 15 AÑOS. DE ESO ME GRADUÉ, Y ENTRÉ A LOS CURSOS DE SOMMELIER COMO OYENTE, PUES LO MÍO ERA SABER DE ESE MUNDO, MÁS QUE TENER UN TÍTULO, Y AL FINAL, ME DEJARON PASARLO».

PASIÓN Y PREJUICIOS

A pesar de que muchas mujeres se han graduado ya de cursos de sommelier en Cuba, y otras como Marta o Miriam se dedican a formar nuevas ge-neraciones, la mayoría no ejerce esta profesión, «porque el sommelier no se hace con un título, sino en la práctica diaria», como explica Miriam. «Primero que todo tiene que gustarte mucho esta profesión, apasionarte con el vino, sus complejidades y rigores. Saber que más allá de las satisfacciones económicas o espirituales que te pueda traer, también conlleva mucho sacrificio».

«El sommelier, si está en una cata por ejemplo, debe limitarse en ciertas comidas o bebidas. Te-nemos que estar probando constantemente todo tipo de vinos y licores, sin por ello emborracharnos como mucha gente piensa, pues eso arruinaría las capacidades olfativas o de paladar desarrolladas. Además debemos hasta fumar Habanos, incluso aunque se sea mujer». «Yo por ejemplo, tuve que empezar a fumar, pues era necesario saber hacer un servicio de habanos para los clientes. Y eso es un prejuicio que se debe superar, porque si bien es verdad que ver a una mujer con un tabaco puede resultar chocante, no hay nada más sensual que un habano bien tratado en las manos femeninas».

Hoy, tanto Miriam, como Martica, Zulay, Jassive o Elen, forman parte de un exclusivo mundo que en Cuba se ha desarrollado poco a poco, y donde los profesionales de ese campo han adquirido relevancia nacional e internacional, prestigiando el servicio cubano y demostrando, también con sonrisa de mujer, que en la Isla hay mucha gente que puede aportar conocimientos al mundo del sommelier.