Jet Lag, el sindrome de los viajeros modernos
A Julio Cesar, Alejandro Magno o Simón Bolívar, famosos conquistadores de mundos o de libertades a lomo de caballo, transgresores de muchas fronteras en busca de sus propósitos, pueden haberle aparecido “callos en el trasero”, como refiere el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez en su irreverente y peculiar novela El general en su laberinto, pero de seguro les fueron absolutamente desconocidos los síndromes del viajero moderno, ese que en muy brevísimas horas consume casi todas las demarcaciones del planeta gracias al prodigio de la aviación.
En las edades antiguas de la civilización recorrer largas distancias implicaba el uso de numerosos días, incluso meses, lo cual ofrecía tiempo suficiente para que el cuerpo se adaptara con mayor naturalidad y de manera paulatina a las distintas zonas horarias.
Los veloces aviones modernos, si bien permiten el milagro de devorar en tiempos mágicos cualquier distancia, y llegar en tiempos récords a destinos lejanos, someten al organismo humano a atravesar en un corto tiempo las diversas zonas horarias, creándole problemas para sincronizarse.
Por ello, ajustar el reloj de pulsera a los usos horarios de los países que visitamos puede ser una operación muy sencilla, lo complicado resulta hacerlo con el fisiológico. Cuando atravesamos en poco tiempo varias zonas horarias sometemos a la mecánica de nuestro organismo a un extraño acelerón de las cuerdas normales de su existencia.
Ese problema de sincronización ha dado nombre a unos de los síndromes de los viajeros de la modernidad, conocido comúnmente como jet lag o síndrome de los viajes en avión. Aunque dicho desajuste no causa por lo general graves problemas, somete a cierto malestar, al provocar desazones asociadas a la alteración del ritmo normal del cuerpo, provocando estrés físico y psicológico, incluso pasados varios días del vuelo, hasta que el cuerpo se acomoda a la nueva circunstancia.
Los especialistas señalan que el organismo humano se maneja según el ritmo circadiano que, cual reloj fisiológico de 24 horas, disciplina los procesos corporales, entre estos los períodos de sueño, vigilia, apetito, frecuencia cardíaca, temperatura corporal, entre otros. Los cambios bruscos de las franjas horarias, apuntan entonces los expertos, distorsionan dicho ritmo circadiano estimulando diversos trastornos físicos.
El asunto es tan discutido, que algunos estudiosos afirman que los cambios de uso horario que ejercitan los países no llegan a ser tan eficientes en la disminución del consumo de energía eléctrica, como tan perjudiciales para los individuos, a quienes someten a delicados trastornos.
Y SIN EMBARGO SE MUEVE…
Como Galileo Galilei ante el tribunal de la inquisición, los especialistas se debaten sobre las causas de este síndrome, aunque no dejan de coincidir en que aparece en numerosos individuos después de un largo viaje en avión. Hay quienes afirman que la agudeza y extensión de los síntomas está en sintonía con el número de zonas cruzadas, la dirección del vuelo, los horarios de salida y llegada, y la susceptibilidad de cada persona.
Para los defensores de esta teoría, quienes viajan hacia el este padecen el jet lag con mayor virulencia que cuando se recorre en sentido oeste. Viajando hacia el este, afirman, se suma una hora más por cada huso horario que se atraviesa, mientras que en sentido contrario las horas se restan.
En el primer caso, refieren, no se tiene sueño al llegar la noche, mientras que hacia el oeste se suele sentir somnolencia a plena luz del día. Ello, deducen, se debe a que al organismo le resulta más fácil adaptarse a un ciclo superior a 24 horas que inferior. No obstante, se apunta que la adaptación está en correspondencia con la naturaleza de cada individuo. Los estudios indican que en las personas mayores de 50 años los síntomas son más severos.
Pero la anterior posición está cuestionada. Sus detractores apuntan que tiene un defecto relevante. Se ha descubierto que numerosas personas que vuelan de norte a sur, y que como es lógico no atraviesan los husos horarios, padecen idénticos síntomas del jet lag observados en las que vuelan de este a oeste, entre ellos fatiga, insomnio, falta de concentración y trastornos gástricos.
Los hallazgos anteriores hacen que algunos especialistas atribuyan el mencionado síndrome al simple acto de volar, lo cual implica de por sí elevada altitud, ruido, presurización, baja humedad y vibración de la aeronave.
En el blog Pulso Digital se revela que Carl Dransfield, piloto de trayectos largos de la línea aérea Qantas, quien ha estudiado el problema del jet lag en tierra y aire, considera que volar en la estratósfera, donde la presión atmosférica es apenas un uno por ciento de la existente al nivel del mar, implica la exposición a más radiaciones solares, que en un viaje trasatlántico equivaldrían a dos radiografías torácicas.
Este piloto agrega que ello, unido a la presurización, estimula cambios bioquímicos en el cuerpo. Lo más llamativo es la producción excesiva de ciertas sustancias tóxicas, o radicales libres. Dichas sustancias, advierte, se desdoblan con rapidez en personas sanas y bien alimentadas, pero pueden acumularse en ancianos o en quienes sufren estrés agudo.
No pocos individuos que vuelan frecuentemente largos trayectos sostienen que beber agua en abundancia, abstenerse del alcohol y practicar ejercicios vigorosamente después de aterrizar elimina los síntomas del jet lag.
Dransfield apunta que ello ayuda a eliminar los radicales libres del cuerpo. Para disminuir aún más los efectos se ha creado un complemento dietético a base de una cepa de brotes de trigo, que abastecen al cuerpo de enzimas que desbaratan esas toxinas. Según el piloto, los complementos de vitaminas C y E también pueden ayudar, pues ambos facilitan la eliminación de radicales libres.
AFECTA AUNQUE NO ENFERMA
Los análisis indican que las mencionadas alteraciones biológicas no llegan a incidir significativamente en las estadísticas ni constituyen enfermedades, pero pueden afectar la salud, sobre todo de aquellos que ostentan una estructura poco flexible en lo biológico y en lo psicoemocional, y entre los sometidos a regímenes de actividades en horarios estrictos.
Entendidos apuntan que el cambio de hora perturba el ciclo de la vigilia y el sistema hormonal, y que a los adultos les toma alrededor de tres días adaptarse a estas variaciones, lapsus de mayor predisposición a cometer errores. Los niños son más adaptables al fenómeno, pese a que son más susceptibles a la irritabilidad y la somnolencia.
Las personas enfermas o que padecen algún tipo de trastorno como insomnio, alteraciones del ritmo circadiano o del nivel hormonal son proclives a sufrir mareos y alteraciones del estado de ánimo de hasta una semana, a consecuencia del desarreglo en el sistema hormonal.
Es por ello que los expertos aconsejan iniciar cambios progresivos una semana antes del cambio del horario, para evitar o disminuir las consecuencias que este pueda tener. Se recomienda adelantar todas las actividades diez minutos cada día. Para quienes viajan grandes distancias es prudente también hacer ejercicio intenso al levantarse el primer día luego de un desfase horario.
Lo importante es poner a galopar el reloj fisiológico en sintonía con los nuevos husos horarios, como los caballos de Napoleón, Alejandro Magno o Bolívar, para que ninguna callosidad afecte los placeres del cuerpo y del alma.
El vuelo de las alteraciones Principales excitaciones que provoca el síndrome jet lag son: —Somnolencia. —Irritabilidad. —Dificultades en la atención, la concentración y la memoria. —Malestar general. —Fatiga. —Baja en el rendimiento o menor productividad. —Cambios en el estado de ánimo. —Depresión. —Dolor de cabeza. —Trastornos digestivos. —Aumento de secreción del jugo gástrico, disminución diurna y aumento nocturno del apetito. —Aumento de molestias psicosomáticas. CONSEJOS PARA ATRAVESAR EL MUNDO Los expertos señalan que nada evita por completo el síndrome del jet lag, pero hay medidas que lo atenúan o adelantan la recuperación: —Dormir bien antes de iniciar su viaje. —Mantenerse hidratado tomando suficiente bebidas durante el vuelo, pero evitando las alcohólicas y con cafeína. —Evitar el cigarrillo. —Comer poco antes y durante el viaje. —Ingerir comidas altas en proteínas y bajas en grasas. —Modificar su reloj con la hora de su destino durante el vuelo. —Tomar el primer día después del vuelo con calma. —Tratar de adaptarse al nuevo horario respetando las rutinas locales de comidas, vigilia y sueño.