Las cavas del Habano
Muchos, incluyendo los más avezados y viejos fumadores, utilizan indistintamente varios nombres para identificar lo que se considera el «corazón» y más valioso lugar de La Casa del Habano
Muchos, incluyendo los más avezados y viejos fumadores, utilizan indistintamente varios nombres para identificar lo que se considera el «corazón» y más valioso lugar de La Casa del Habano
Dígase «cava» y no precisamente estamos hablando de aquella magnífica bebida que Espartero ya descorchó, que no era más que una botella de vino espumoso en unas bodegas de La Rioja; ni tampoco del «calificativo» que el «Padre del Cava» por todos aceptados, Don José Raventós i Fatjó, utilizó en 1872 para bautizar su primera producción al mando de la empresa Codorniu. «La cava» en el «lenguaje» del connaisseur del habano es una zona muy especial y diferente, fruto de una esmerada obra maestra de ebanistería, donde se almacenan los habanos en sus tradicionales cajones. Es este lugar joya suprema, que apela a la «naturaleza y al desnudo hermoso» del cedro como única madera para conservar las excelentes propiedades organolépticas y físicas del Habano.
En su interior exhibimos en su medio idóneo, toda la gama de Habanos, que con sus 27 marcas y varias centenas de vitolas en sus distintas presentaciones dejan en asombro al más imaginativo pintor por la fusión tan mística de sus colores, sean habilitaciones que conservan su diseño desde el siglo XVIII, o novísimas Reservas con su implacable negro de laca china, que maravilla, incluso, al crítico más acérrimo.
Sus dimensiones son diversas, pues cada Casa del Habano tiene reservado para este lugar su propio diseño nunca repetido. Por esta razón, por ejemplo, los ingleses prefieren llamarle «walking-humidor», pues caminar dentro de ellas realmente sublima a los amantes del Habano, y siempre es una experiencia gratificante descubrir alguna vitola hasta ese mismo instante desapercibida por nuestra humana cualidad de la «preferencia» hacia determinados formatos y cepos.
Las condiciones de conservación dentro son «el saber hacer» que los dedicados vendedores de las Casas del Habano pregonan. Otra cosa bien distinta es la práctica y el amor con el cual cada día conservan las joyas de sus hermosas tiendas y disfrutar esa dedicación a las maravillosas piezas fabricadas por manos anónimas, que están tal vez a miles de kilómetros del walking- humidor de La Casa del Habano en el lujurioso Barrio de Guinza Chuo-Ku, Tokio; o tan cerca como el estrecho y bien surtido humidor de La Casa del Habano, de la Real Fábrica de Partagás, en el corazón de La Habana.
El objetivo de la cava es la conservación y frescura del Habano. Por regla general, la balanceada humedad y climatización dejan espacio al protagonismo de los Habanos, que se resaltan con luminarias empotradas en sus doseles, así como plafones retroiluminados para publicidad de las marcas.
En atención al público, muchas cavas son realmente elitistas en su presentación, como La Casa del Habano del Meliá Cohiba; o la especial ubicación de La Casa del Habano del Club Habana, siempre protegida por la mirada de experimentados hombres del habano, como Enrique Mons, sentado en su butaca con el inseparable Montecristo No. 1 y su entrañable café.
De la seguridad con la que los celosos veladores de La Casa del Habano cuidan el walking-humidor, pudiéramos hacer otro escrito, pero preferimos decir que bien cuidados, como bóveda de banco, los podemos encontrar en la majestuosa puerta de seguridad que posee la hermosa Casa del Habano de 5ta y 16 en Miramar, La Habana, cuyo vitral de la entrada será la imagen de la Noche del Distribuidor en el IX Festival del Habano; hasta la exclusiva posición que tiene dentro del Duty Free en el VIPs Lounge del Aeropuerto de Beirut, o la peculiar y aparente transparencia de La Casa del Habano en Milán.
No queda duda del valor de esta joya, pero si en algún detalle no fuimos del todo convincentes, es mejor tomar sus propias impresiones. Mientras, yo dejo estas líneas para regresar a la cava de una de mis tiendas favoritas, la Casa del Habano del Meliá Habana, y volver a la meditación con mi «socio» de siempre: el Habano.