Alberto Lescay Merencio

Por el optimismo que trasmiten sus palabras y sus ojos, más bien parece que quien cumple años es el hombre y no la institución. Aunque vistas las cosas en su justa medida, ambos son lo mismo: Alberto Lescay Merencio y la Fundación Caguayo, que arriba a sus primeros veinte años.
El santiaguero Lescay Merencio, emblemático escultor cubano, es el presidente de la Caguayo, y fue el trabajo de la institución a lo largo de dos décadas el tema central de la conversación con Alberto, creador del monumento ecuestre del Titán de Bronce Antonio Maceo en la Plaza de la Revolución de Santiago de Cuba.
El también pintor de los Viaje luz, el anfitrión entusiasta de la Casa Templo en Calle Blanca, en el populoso reparto Portuondo, donde cada julio «cargan» la mpaka con todo lo positivo del Festival del Caribe, dice: 
«Estos veinte años nos han servido para prepararnos. No podemos olvidar que Caguayo surge en pleno período especial, cuando era difícil pensar en emprender nuevos proyectos. Y le planteamos a la dirección del país nuestra intención de no solicitar recurso alguno. Y asumimos el reto: hacerlo con lo que teníamos, y  también probarnos».
En el taller, desde 1987, se trabajó para materializar el monumento a Maceo de la Plaza. En la zona conocida como El Caguayo, en las inmediaciones del poblado de Dos Caminos de San Luis, unos veinte kilómetros al norte de Santiago de Cuba, comenzó a gestarse la aventura que ha llegado hasta nuestros días. Allí están el taller de fundición de la Fundación Caguayo.
«Fuerza y voluntad nunca faltaron», dice Lescay, quien afirma que aquella primera etapa, cruenta, fue vencida. «Allí no había tradición ceramista ni de fundición, y menos de fundición artística, que en Cuba no estaba desarrollada por la ausencia de un taller profesional. Solo en las escuelas de arte se impartían principios básicos de la especialidad. Pero un fundidor se forja en el taller».
Y el «laboratorio» de fundir en El Caguayo abrió la posibilidad de crear en Cuba una escuela de fundidores artísticos. La cerámica de carácter utilitario, con un sentido estético alto, fue otra de las respuestas a pedidos que siguen llegando desde todo el país, del turismo.
Cerámica y fundición ayudaron a sustentar el empeño. «Y para cumplir con las obligaciones fiscales del país —añade Lescay— surgió también Caguayo Sociedad Mercantil Productiva; las utilidades son entregadas a la Fundación, que decide qué hacer con esos fondos. En estos veinte años han servido para desarrollar la propia empresa Caguayo S.A. y luego, mediante la Fundación, que es una institución altruista por antonomasia, de carácter público, no lucrativa, se utilizan para desarrollar proyectos culturales, que van desde organizar exposiciones hasta apoyar la promoción de las artes visuales, las artes aplicadas, haciendo énfasis en el diseño como elemento de integración de la sociedad. Sin diseño no hay prosperidad».
Apoyar, organizar y proyectar la cultura cubana es la esencia mejor, la existencia misma de Caguayo, parte indisoluble del tejido cultural en el país.
Forman el sistema Caguayo la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas, y Caguayo S.A. y Comercializadora Productiva para las Artes Monumentales y Aplicadas, con un mismo objeto social. Tiene además carácter nacional y de proyección universal, como mismo es la cultura, el arte.
Lo anterior permitió —y obligó— a ampliar a la capital del país los dispositivos de trabajo, crear en La Habana una oficina. Luego el desarrollo turístico del centro de Cuba requirió algo similar que hoy existe en Camagüey.
En resumen: acercar más a los artistas y clientes a la entidad. Caguayo tiene por ahora galerías en Camagüey y en Santiago de Cuba, esta última inaugurada el pasado 25 de julio en Avenida Manduley, entre 11 y 13, Vista Alegre, bellísima y muy funcional, con toques distintivos como su «Calle 1907», tiendas, pinacoteca, cafetería… donde se pueden adquirir obras, objetos, muebles… siempre artísticos.
Productiva y económicamente, Caguayo es eficiente y, por ende, responde mejor al proyecto social. Así lo exige el socialismo que se construye en Cuba: un sistema que reparte más, y por eso el compromiso social es mayor.
En Caguayo, dos décadas después, hay nombres imprescindibles de los primeros momentos y de la actualidad: Evelio Montané, Alexis Fajardo Roger, el equipo de soldadores en el taller, Omar; el primer obrero del taller: Juan A. Lescay, pañolero —nunca se ha extraviado ni un tornillo)—, quien hasta fundó una finca aledaña para contrarrestar el período especial; Antonio Desquirón y Sahily Rivas, secretarios imprescindibles; Luis Ramírez, diseñador genial, multipremiado y hoy vicepresidente de la Fundación; Juan Fajardo, director de la parte empresarial; Juan, el vicedirector económico del sistema…
Un superobjetivo de la institución es contribuir a dar respuesta al gran desarrollo del talento cubano propiciado por el sistema de enseñanza artística creado por la Revolución, y también a las expectativas de grandes artistas cubanos. En Caguayo se han fundido muchas obras para el extranjero y otras están emplazadas en Cuba: el Cimarrón, el Maceo ecuestre, Martí crece, Rosa la bayamesa, el Che, el John Lennon, de Villa, el Martí acusador en la Tribuna Antiimperialista; desarrollan proyectos de ambientación para el turismo y para La Habana Vieja; asumen el mobiliario del Capitolio, y ya se alistan para el gran monumento a Mariana Grajales, por lo que Lescay se considera, como él dice, «un hombre de mucha suerte: hacer con mi equipo la Plaza de la Revolución, y más de veinte años después tener el honor de hacer la madre de Maceo, de todos los cubanos…».
Finalmente dice Lescay: «¿Realizado? No. Satisfecho sí. Siempre preparado para hacer más. Le temo al sueño sobre los laureles. El huracán Sandy deshizo el taller, se perdió mucho. Pero como el propio caguayo, animal regenerativo —le cortas el rabo y le sale más fuerte y más grande—, en dos meses y por voluntad de los trabajadores santiagueros y sanluiseros, nos levantamos. Y aquí estamos. Por eso soy feliz»

Fuente: http://www.sierramaestra.cu