Ricky Dávila. Visillos
Ricky DávilaCabezas

La exposición Nubes de un cielo que no cambia de Casa de América de Madrid, se asoma a la ciudad de Bogotá desde dos miradas diferentes: la del fotógrafo español Ricky Dávila y la del poeta colombiano Dufay Bustamante. Dos miradas que convergen en su aliento lírico a partir de cincuenta y cuatro fotografías acompañadas de poemas, a modo de pies de fotos.

Dufay Bustamante nacido en Pereira, canta a la ciudad como un juglar extasiado ante las calles de su país. Sus obras, poesía ligada a la vida concreta, están centradas en el tema urbano. Un trabajo que, afirma él, consiste en “traducir todo a poesía”. Bustamante es capaz de ver más allá, trascender lo cotidiano y extraer su belleza. Experimenta con la palabra colgándole emociones, ideas o problemas humanos para que la poesía salga del letargo del papel y se convierta en elemento interactivo con otras artes.

Junto a sus textos y, compartiendo el mismo espacio, las imágenes variopintas de Ricky Dávila, fotógrafo español formado en Nueva York, reconocido con el II Premio Reportaje World Press Photo por Herederos de Chernobil realizado en Cuba. Ambos captan la respiración oculta de Bogotá, esos latidos escondidos que hay que saber oír, contemplar y, además, plasmar para el gran público.

Dávila, quien ha sido llamado “ladrón de almas”, por su peculiar modo de captar rostros humanos, ofrece aquí una belleza muy visual, siempre en blanco y negro, con un tratamiento singular de la luz que produce un extraño efecto como si el tiempo se hubiera congelado. De hecho, muchas fotografías son atemporales, podrían ser del siglo pasado o la recreación de una época irreal. Las imágenes se yerguen serenas, inmersas en una quietud alarmante. Una propuesta de sosiego que, paradójicamente, abre espacios de inquietud. Lo recóndito nos llama con la voz característica de esta exposición: el silencio.

Dufay Bustamante, amigo y cicerón de Dávila en Colombia, comparte esa propuesta de un mundo diferente que no se capta a simple vista. Es un reencuentro con la ciudad en una experiencia compartida. La introspección y el intimismo de sus palabras se alían con objetos nimios y recónditos. ¿Cuál es el nexo que nos une? La metáfora. Si cada imagen es una bella pregunta, cada verso nos conduce de nuevo a la imagen, sin darnos la respuesta. Son versos que interpelan. Poemas que sugieren e insinúan, a veces con suavidad, otras crudamente. Como en “Inspiración”: […] Yo le digo que las semillas/ no crecen en el asfalto […] y en su pecho se detienen las estrellas fugaces, y en su vientre nacen anturios transparentes.

Lo visual nos envuelve: unas suaves cortinas al viento, un reguero de sangre, un hombre asomado a una ventana, dos perros asustados… O esa magnífica panorámica de Bogotá sobrevolada donde aparece el cielo que no cambia. Todo lo demás son imágenes a pie de tierra, a pie de calle. Una realidad algo velada en ocasiones, como unos árboles desdibujados o un rostro borroso.

Los artistas miran la calle: rincones, personas, objetos, edificios, a veces derruidos, hombres y mujeres cuyas vidas desconocemos de los cuales sólo poseemos un instante vital, una expresión del rostro, una postura congelada. Esos personajes y sus gestos se convierten en versos. Hay un silencio que sobrecoge. Dufay lo expresa en su poema “A mediodía”: […] de repente y por unos segundos nada se escucha,/ no es el silencio,/ el eco sonó igual que la voz…

En esta obra conjunta de Dávila y Bustamante lo material cobra un nuevo y sorprendente relieve: una cabina de teléfono, un florero, una escalera o un timbre ganan protagonismo y adquieren una inusual relevancia. Son naturalezas muertas, como bodegones urbanos, junto a los que se puede encontrar un hombre al teléfono, un mendigo durmiendo o una calle nocturna que brilla en sus farolas. Hay un íntimo deseo de rescatar el esqueleto de la ciudad. Algunas imágenes están desenfocadas, con un tratamiento técnico especial que intenta ocultar la realidad y convertirla en misterio.

Imma Turbau, Directora General de la Casa de América escribe en el catálogo de la exposición: “Misterio y concreción son dos palabras que rara vez se encuentran juntas; conviven, con todo el sentido, en las imágenes de esta muestra […] Más allá de Bogotá, dentro de Bogotá, está el misterio […] Nos regala decenas de preguntas, nos siembra inquietudes, ni por un momento hay un asomo de engaño […] Comparte con nosotros ese momento en que la realidad estaba desprevenida”.

O como diría el poeta: […] aparecen los objetos cotidianos deprimidos/ y rotos,/ pero la sombra sigue intacta.

Aunque el tema es la ciudad de Bogotá, el protagonista es el hombre, ese hombre serio o inquieto, que camina o corre acelerado con una cartera bajo el brazo, que se sorprende con su cara de miedo o de ironía, también sonriente. El hombre en todas sus facetas. Personas anónimas que miran a la cámara e interrogan, que quizás pasaban por allí y por azar se insertan en la memoria de la ciudad. Ese hombre, aparentemente inocente. No hay violencia explícita pero, junto a la hermosura deslumbrante e impactante, hay imágenes sobrecogedoras que nos hieren.

Hay también algunos guiños de denuncia, por ejemplo al consumismo, como en el magnífico poema “La prisión de plástico” que acompaña la imagen de una muñeca antigua sonriente y un escaparate con cabezas clónicas. Los versos de Bustamante son explícitos y de una sugerencia contundente: Esta cosecha/ la hicimos nosotros, ciencia ficción,/ esa nueva oleada de formas de vida,/ y mira como quedamos: irreconocibles./ Metáforas en los efectos especiales queman, congelan,/ se vuelven invisibles, estiran,/ se reinventan por amor dentro del caos,/ se cortan las alas con cuchillas/ en las oficinas de los rascacielos,/ lloran por ti en los baños públicos,/ levitan en la cárcel de plástico.

Nubes de un cielo que no cambia no se detiene en la belleza, los temas trascienden el alcance de las propias obras, tratados con sobriedad, delicadeza y cierto desasosiego: la soledad que se refleja en un hombre sentado en un café, o el exilio en la imagen de una ventana con visillos casi imperceptibles que parece que vuelan.

La guerra es también uno de estos temas hondos que dibujan Dufay y Ricky. Así se afronta el tema bélico: junto a unos soldados en apariencia indiferentes y una calle cuajada de sangre: […] Pelear era normal/ pero usamos las armas equivocadas.

Esta espléndida combinación de los artistas nos descubre un original retrato de Bogotá. Una presencia que nos acompaña mucho más allá de la visita. La honestidad de estas metáforas habla de un espacio que no cambia pero, sin dudas, podremos aventurar que las nubes en su infinita cabalgata de imágenes –lacerantes algunas y todas cargadas de sentido–, harán siempre posible entrever el límpido cielo colombiano.