La exposición multidisciplinaria Cuba. Arte e Historia de 1868 a nuestros días, presentada en el Pavillon Jean-Noël Desmarais del Musée des beaux-arts de Montreal, Canadá, desde el 31 de enero hasta el 8 de junio de 2008, generó una excelente publicación homónima. Esta muestra de 328 obras –considerada uno de los sucesos culturales de mayor impacto de los últimos tiempos en esa urbe–, fue organizada por el Museo de Bellas Artes de Montreal en colaboración con el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) y la Fototeca de Cuba, ambas de La Habana.

El proyecto curatorial se fundamentó teóricamente en un itinerario por los siglos xix y xx que, con especial énfasis en los procesos de formación y consolidación de la identidad nacional, abarca alrededor de doscientos exponentes del MNBA, representativos de los cuatro períodos históricos en los que hemos dividido nuestro objeto de estudio. “Arte en la colonia”: siglos xvi al xix, etapa en la que se aprecian los albores de aspectos identitarios en la pintura y el grabado, a través de la temática paisajística y el costumbrismo; “Cambio de siglo”: finales del xix y las dos primeras décadas del xx, caracterizadas por el predominio del lenguaje tradicional en temáticas como el retrato, el paisaje, la naturaleza muerta y lo social, reveladoras de una evolución hacia un lenguaje más actualizado en la pintura y el dibujo; “Arte moderno”, de 1927 hasta 1963, período en el cual se aprecia (en la pintura, el dibujo, el grabado y la escultura) la cristalización de las corrientes del llamado arte nuevo, con un modo inédito de indagar en lo cubano. La evolución posterior desemboca en el decenio de los años cincuenta donde tienen lugar la preeminencia de las diversas corrientes abstraccionistas.

Y, por último, la visualidad di- versa del “Arte contemporáneo”: últimas cuatro décadas del siglo xx y el primer decenio del xxi. El inicio de este lapso histórico está marcado decisivamente por un regreso a la figuración junto al predominio de tendencias como el expresionismo y el pop art; y en su desarrollo ulterior concurren otras corrientes artísticas como el fotorrealismo y el auge del arte popular, evocando la temática social. Su devenir entronca con la aprehensión de las tendencias más actuales como el conceptualismo, el minimal y el posmodernismo, entre otras, y se expresa en manifestaciones como la pintura, el dibujo, el grabado, el cartel, la escultura, las instalaciones, la fotografía y el videoarte. La exposición se dividió en cinco grandes secciones: Imágenes de Cuba, en la búsqueda de una expresión nacional (1868-1927); Arte nuevo, vanguardia y recreación de una identidad (1927-1938); Un estilo cubano, afirmación y consolidación (1938-1959); Con la Revolución todo, contra la revolución nada (1959-1979), y La revolución y yo, el individuo y la historia (1980-2007).

Las líneas temáticas más destacadas en este amplio ensayo sobre el devenir del arte cubano focalizan las diversas maneras de expresión de la identidad cubana. La búsqueda de raíces se inicia con paisajes y temas históricos; le sigue la visualidad del modernismo expresada por la marcada influencia del muralismo mexicano, el realismo social y los mitos afrocubanos. La amplia sección de arte contemporáneo manifiesta la diversidad y recurre a la aprehensión de la historia, los mitos, las diferentes culturas y las preocupaciones universales del ser humano.

El proceso curatorial del conjunto exigió más de tres años de colaboración y estuvo dirigido por Nathalie Bondil, directora del Museo de Bellas Artes de Montreal, junto a Stéphane Aquin, curador de arte contemporáneo de esa institución canadiense, y asistido por Ileana Cepero, curadora independiente, quienes concibieron un proyecto interdisciplinario junto al equipo de curadores de arte cubano del MNBA, cuya coordinación principal estuvo a cargo de Hortensia Montero con los curadores Olga López Núñez, Ernesto Cardet, Roberto Cobas, Elsa Vega, Liana Río y Corina Matamoros. Aylet Ojeda aportó una importante cronología y Rufino del Valle curó el tesauro de la Fototeca de Cuba. La publicación contiene la lista de obras, una síntesis biográfica de los artistas representados y una selección de las referencias bibliográficas, eje que rigió las bases curatoriales, ampliadas en diversas variantes de expresión de la cultura cubana.

Compuesta por más de un centenar de cuadros, igual número de carteles, doscientas fotografías y documentos de archivo, más de treinta instalaciones, así como videos y fragmentos de películas, gracias a la colaboración de instituciones cubanas como la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, la Biblioteca Nacional “José Martí”, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales y el Instituto Cubano de Industria Cinematográfica (ICAIC), entre otras. Tributaron también más de cuarenta colecciones de Europa y América, entre privadas e institucionales, que cedieron significativos exponentes para garantizar el despliegue de las diferentes etapas y perfiles de esta concepción museológica.

El Museo de Arte Moderno (MoMA), de Nueva York, facilitó “Huracán”, de Mario Carreño y “Gallo”, de Mariano Rodríguez; una colección particular de Chicago cedió “Mofumba”, de Wifredo Lam, y participó una pintura sobre papel del Centro “George Pompidou”, y obras de coleccionistas privados de Cuba y de otros sitios. Asimismo, destacados centros culturales como el Museo Metropolitano de Nueva York, que prestó una importante compilación perteneciente a la serie El crimen de Cuba, con las fotografías originales de Walker Evans tomadas en La Habana durante el gobierno del tirano Gerardo Machado. Se agradece a artistas contemporáneos como Carlos Garaicoa, Manuel Piña y René Peña el préstamo de obras propias.

Resulta sobresaliente la exhibición del mural del Salón de Mayo, realizado en La Habana en julio de 1967 cuando Cuba fue escenario de la primera presentación en América del XXIII Salón de Mayo gracias a la intervención y el apoyo de Wifredo Lam como ente activo en ese proyecto. Esta inclusión garantizó la vigencia y trascendencia de una obra realizada por un colectivo de casi cien pintores, escultores y escritores de Europa, América Latina y Cuba, y permitió apreciar uno de los murales más importantes a nivel mundial de la plástica contemporánea.

La concreción del ambicioso proyecto Cuba. Arte e Historia... convertido en acontecimiento cultural develó cómo las corrientes artísticas de vanguardia transformaron las artes visuales cubanas en las primeras décadas del siglo xx, y constituyeron una verdadera corriente de renovación para el arte en América Latina, y confirmó cómo el arte cubano actual se nutre de asuntos socioculturales, religiosos, políticos, literarios y artísticos e imbrica las relaciones entre el arte y la sociedad para integrarse al discurso artístico internacional sin perder la conciencia de su propia identidad. Se incluyeron ciclos de filmes y la muestra se apoyó en la sonoridad de la música cubana, con el interés de abrir más el espectro de posibilidades. Propició además la consolidación del arte, usado como ícono cultural desde una sostenida labor de promoción y salvaguarda de la historia del arte nacional, y dejó sentado que la cultura es una valiosa carta de presentación para la amistad, la fraternidad y el conocimiento entre los pueblos. 

Del análisis crítico y valorativo de la publicación, de marcado virtuosismo formal, lo primario sería destacar su importancia para defender el acervo cultural de nuestra nación y mantener viva la memoria histórica. La naturaleza de esta pretensión se inscribe en el interés de la curaduría de Nathalie Bondil por ofrecer en el catálogo una densidad informativa que transciende el tesauro exhibido a partir de la inclusión de mayor cantidad de documentación fotográfica, y textos críticos de veinte intelectuales: Luz Merino, Ernesto Cardet, Roberto Cobas, Olga López Núñez, Corina Matamoros, Elsa Vega, Liana Ríos, Hortensia Montero, Rufino del Valle, Timothy Barnard, Nathalie Bondil, Ambrosio Fornet, Rosa Lowinger, Gerardo Mosquera, Graziella Pogolotti, Jeff L. Rosenheim, Günter Schütz, Antonio Eligio Fernández (Tonel), Ileana Cepero y Ramón Vázquez. Por supuesto, este catálogo y esta exposición no existirían sin el trabajo de numerosas personas más dedicadas a otras especialidades.

La muestra, que despliega de forma cronológica las obras más significativas del arte cubano, las reúne en este espectacular libro de 424 páginas publicado en inglés, francés y español –en ediciones independientes. La dirección estuvo a cargo de Nathalie Bondil, a quien siempre le alentó la posibilidad de que “por primera vez, América del Norte acogiera tantas obras para contar la historia de las artes visuales de un país extraordinario como Cuba”.

Este catálogo ha sido reconocido como uno de los diez mejores títulos del 2008 en la categoría de libros de arte por la American Library Association (ALA), institución que nuclea a bibliotecarios y asociaciones de todo el mundo relacionadas con el universo de los libros. Una opinión avalada en el alto nivel de los ensayos, tanto de conservadores del arte cubano del MNBA como de otros eminentes especialistas cubanos y foráneos, así como en las cerca de 450 ilustraciones que conforman el volumen.

Como colofón, entre el 17 de mayo y el 20 de septiembre de 2009, se exhibió una versión de la muestra en el Museo Groningen, en Holanda, y la NAi Uitgevers Publishers asumió la edición en la lengua de ese país. En esta versión la portada es la imagen de “Retrato de Mary”, de Jorge Arche mientras en las tres restantes: “El intelectual”, de Marcelo Pogolotti, ambas verdaderos íconos del arte nacional.

Cuba. Arte e Historia de 1868 a nuestros días, la exposición y el libro, confirman una especial manera de demostrar cómo rompiendo barreras, el arte se impone. En esta ocasión, para descubrirnos el universo de un rico patrimonio cuya esencia es lo cubano. Cuba. Arte e Historia de 1868 a nuestros días, Lunwerg Editores (español), Prestel Publishing (inglés), Éditions Hazan (francés): Montreal, 2008, y NAi Uitgevers Publishers, Groningen, 2009.