Si de cierto una exposición individual no significa siempre la trascendencia de la obra del artista al plano de la publicitación entusiasta y copiosa, dada la excepcionalidad de tal obra, y ni siquiera alcanza el mínimo de resonancia esperada de los medios de comunicación al uso, por el contrario el registro totalizador de su producción plástica en el cuerpo de una monografía, exime al artista de las expectativas incumplidas. Las exhibiciones de pintura, esculturas e instalaciones rara vez son memorables –quiérase o no, terminantemente efímeras–: de ahí la importancia de los catálogos, principal constancia del evento artístico, cuyo valor de consulta para los críticos e instrumentos de referencia para la ulterior comercialización de la obra re-zagada los hacen imprescindibles. Qué diríamos entonces del rango permanente y decisivo de memorias y monografías: su reseña es obligada y nunca tardía aunque su aparición no haya sido reciente.

Pedro Ávila Gendis es un pintor abstracto cubano de sólida formación profesional, de abundante obra y propuesta estética altamente lograda. No obstante, su posición en el medio artístico insular jugó un protagonismo discreto, por no decir casi irreconocible. El libro publicado por él, en Colombia, viene a compensar ese déficit de conocimientos que se tenía de su ejecutoria, entre otras razones por la inexistencia de una infraestructura poligráfica para ediciones especializadas de arte, situación apenas revertida ahora en nuestra región.

El libro recoge la producción pictórica de Ávila Gendis entre 2001-2006 realizada sobre soportes de tela, cartulina y papel, con pigmentos de óleo y acrílico, de fuerte y sugestiva texturación y una gama colorítica brillante, contrastada por empastes claros contra oscuros y tendiente a una atmósfera progresivamente abigarrada, dada también por la composición de formas dictadas por un temperamento libérrimo, gestualista. La pintura de Ávila Gendis se inserta en el llamado expresionismo abstracto, y dentro de este movimiento, en la tendencia informalista de intención lírica.

La estructura del libro, bien pensada, la conforman un prólogo debido a la pluma del poeta y ensayista Carlos M. Luis, una selección de criterios sobre distintos períodos creativos del pintor firmados por Roberto Cossío, Virginia Alberdi, Pedro de Oraá, David Mateo y Tony Piñera. Siguen páginas contentivas del currículum y en ellas constan las muestras personales, participación en colectivas, colecciones en las cuales está representado, y relación de obras emplazadas en espacios públicos e instituciones.

Se suma la sección de datos documentales y profesionales, el índice de reproducciones que abarca la obra más reciente, anterior a la salida de la monografía. Sólo cabe señalar la ausencia de una mínima bibliografía de artículos o reseñas de prensa y catálogos, necesaria para ampliar la información que se quiera acerca de la actividad del artista.

Los fragmentos de crítica acerca de la pintura de Ávila Gendis vertidas en el introito del libro, nos auxilian para adentrarnos en su poética visual. Es pertinente la apreciación, en primer término, de los factores externos o introspectivos propios del creador, para comprender esa poética.

Carlos M. Luis alude a las:

confluencias estilísticas que influyen siempre en la obra de un artista aunque éste no tenga una conciencia directa de las mismas. El asunto de las influencias es algo que se trasmite por otras vías que parecen estar “en el aire” sin ser percibidas en una forma precisa. Cada artista “respira” igual de este aire lo que su voz interior le sugiere.

Estoy de acuerdo con esta observación en apariencia subjetiva, y a este propósito aludo en cuanto a que se trata de:

un fenómeno típico de la modernidad: esa curiosa sintonía entre artistas de nacionalidades distintas y alejados unos de otros, cuyas percepciones y expresiones funcionan como vasos comunicantes

[y agrego]:

sobre él [Ávila Gendis] pesa una tradición que se remonta a los preconizadores del abstraccionismo en las primeras décadas del siglo xx, y lo alcanza la revitalización del movimiento abstraccionista.

Respecto del proceso de su factura pictórica –pensamiento visionario, sensorialidad–, digamos lo que apunta Tony Piñera:

como si echaras cosas en un crisol y creara otra materia, así controla lo que será el resultado, como una digestión personal de lo que está ahí […] que consigue orquestar la abstracción en atmósferas variables, resuelta por la síntesis de lo visto en texturaciones de superficies no artísticas y tropismos ambientales.

Pues no por fuerza las opiniones han de coincidir; David Mateo indica una diferencia:

en el proceso de develamiento artístico uno reconoce la presencia de una racionalidad. El autor no deja que las impresiones lo absorban por completo, que lo sumerjan en una embriaguez que pueda llegar a convertir el ejercicio creativo en un hecho indeliberado, intuitivo.

Y Carlos M. Luis aun anota una variante:

Esa fruición que el artista siente cuando comienza a trabajar lo que Raimundo Llul llamaba “arts combinatoria, conducente a revelaciones inesperadas”.

Y concluye: “El arte contemporáneo ha hecho de la sorpresa una de sus propiedades.

La pintura de Ávila Gendis puede suscitar una receptividad diversa: así de sugerente y sugestiva es. Dinámica en trazos, intensa de color, deposita en ella el alma de su inquietud temperamental.

Pedro Ávila Gendis: Alma, luz y color. Pintura, Edición de autor, impreso en Colombia, 2006, 112 p.