Ramón Oviedo, pintor. Un artista del eterno presente.

Admirar su obra es encontrarse con una de las mejores muestras de la plástica dominicana, de la mano de uno de los más importantes representantes no solo del impresionismo, sino también del surrealismo.

Artista dominicano cuyas obras han inspirado el mayor número de críticas, reseñas, comentarios y monográficos, sin que esto afecte la sencillez de este genio de la plástica dominicana, Ramón Oviedo es un alma noble que en su pintura se entrega a la soledad introspectiva Maestro de maestros, octogenario en edad y con más de 50 años en el ejercicio de su función como un sacerdote, pasa muchas horas trabajando en la soledad de su taller.

Nacionalista, su magnífica imaginación crea obras comprometidas, otorgando a la palabra menos importancia que a su creación plástica. Oriundo de Barahona, del sur adentro, Oviedo vio su misión hecha realidad en sus luchas anti-trujillistas, aportando al establecimiento de la democracia de la nación.

Inanición, miseria, desesperanza y dolor acompañaron al artista durante muchos años. No obstante, enigmático, sagaz e incansable, sin conocer nunca de derrotas, poco a poco obtuvo las más altas calificaciones en los concursos nacionales E. León Jiménez (1969-1970) y en la Bienal Estatal (1974) con su obra «Uno que va, uno que viene, uno que va, uno que viene».

Desesperado y angustiado por los designios de una enfermedad que amenazaba con su existencia, cristalizó en sus lienzos autorretratos y el destino de la humanidad, hurgando en la hipótesis del más allá. Cuando, como regalo del Creador le es devuelta su buena salud, coincide esta etapa con el inicio de una carrera internacional en el continente americano y europeo.

Incluso José Gomes Cicre, el crítico de arte que tanto ayudó al arte hispanoamericano en los Estados Unidos y amigo entrañable del maestro Oviedo, profetizó: «La República Dominicana mantiene una posición privilegiada en el arte moderno del caribe. Personajes como Ramón Oviedo enaltece la dignidad nacional».

Dominicano de pura cepa, Oviedo ha ayudado a fomentar la prominencia de esta nación, y su obra, comparable con la de los grandes mentores de la modernidad, han sido pinturas premonitorias, que se adelanta a su tiempo advirtiendo un porvenir con recuerdo del futuro.

Situado en el linaje de Goya y Picasso su verdadero guía conceptual y estético, Ramón Oviedo es el representante más genuino del impresionismo dominicano, con una temática dominante relativa a la condición humana y sus dramas, en sus distorsiones formales, sostenidas por la virtuosidad del dibujo anatómico en sus superficies vitales.

Guardaba una gran afinidad con Bacón y Miró, a cuyo último homenaje que se le rindió en vida el maestro Oviedo fue invitado; así como al de Osvaldo Guayasamín, gran pintor ecuatoriano gestor de la Capilla del Hombre y uno de los más importantes artistas hispanoamericano.

En la Casa-Museo Guayasamín, ubicada en la Zona colonial de Santo Domingo, Oviedo presentó su secuencia de acrílicos sobre tela (persistencia evolutiva de la forma en la materia), que demostró el por qué ha sido y sigue siendo uno de los más importantes representantes no solo del impresionismo, sino también del surrealismo.