La cara oculta de las medallas olímpicas cubanas
Cuando la cubana Ana Fidelia Quirot alcanzaba la medalla de plata en la prueba de 800 metros planos de los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996, un comentarista deportivo afirmó: “Esta no ha sido una carrera por una medalla, sino por la vida”.
De ese modo, el periodista resumía la lucha por sobrevivir que había protagonizado la corredora cubana, víctima de un accidente doméstico ocurrido a inicios de 1993. La atleta recibió quemaduras que la llevaron a un estado crítico, de peligro inminente para su vida. Grandes cicatrices retractiles limitaban el movimiento de sus brazos y su expansibilidad toraxica, decenas de intervenciones quirúrgicas fueron necesarias. Su capacidad para sobreponerse al sufrimiento y los infinitos recursos de su espíritu, la hicieron resurgir como ave fénix.
La sorprendente hazaña precedida de la medalla de plata en Ponce, a solo nueve meses del trágico accidente, la Medalla de Oro en el Mundial de Gotemburg en 1995, lograda por esta legendaria “Tormenta del Caribe”protagonista de autenticas victorias y que tuvo como colofón el titulo en el Mundial de Atenas en 1997, expuso el alto nivel científico alcanzado por la Medicina en Cuba.
No existe en la historia un atleta que lograra tal hazaña; Ana Fidelia Quirot, con la ayuda de su entrenador Leandro Civil y un equipo de médicos, sicólogos y fisioterapeutas de la Medicina del Deporte y otros especialistas, la hicieron realidad.
Ese trabajo anónimo de profesionales formados a lo largo de las últimas cuatro décadas, de ingente labor científica y dedicación a favor de introducir los más modernos adelantos en la atención a los deportistas de alto rendimiento, constituye el lado oculto de las medallas de los atletas de la mayor de las Antillas en la palestra mundial.
A juicio del doctor Mario Granda Fraga, director del Instituto de Medicina Deportiva, la historia del deporte cubano está estrechamente vinculada al conjunto de oportunidades y posibilidades creadas por la Revolución Cubana, que ostenta como esencia la participación masiva de todo el pueblo en el disfrute y la práctica del deporte.
El deporte, agrega, es un vehículo de expresión de nuestras condiciones sociales y como tal, recibe el reconocimiento del pueblo y el máximo apoyo del Estado. Lo anteriormente expresado unido al desarrollo alcanzado por la Salud Pública también con la máxima prioridad, la importancia vital concedida a la atención, investigación y mejoramiento de la salud de la población, ampliando la expectativa de vida, para hacerla más placentera y útil ha sido fundamental en todos los éxitos alcanzados.
Según Granda, un momento relevante en el desarrollo de la hoy reconocida escuela de medicina deportiva cubana, fue junto a la graduación en 1970 de los primeros especialistas del Instituto en nuestro país, la creación del grupo de traumatología del deporte, encabezada por el eminente científico doctor Rodrigo Álvarez Cambra, cuyas acciones, con el apoyo de un equipo de notables profesionales, han sido la garantía de innumerables hazañas en el restablecimiento de atletas lesionados y sus posteriores triunfos.
Para el movimiento deportivo cubano, resulta imprescindible el Instituto de Medicina Deportiva, sus Centros Provinciales de Medicina del Deporte. Este sistema nacional garantiza el máximo de rendimiento, en términos cualitativos (conservar la salud en los deportistas) y cuantitativos (resultados deportivos) permitiendo sean protagonistas de memorables páginas en las más diversas lides deportivas.
Para ello se trabaja en la prevención de los traumas y lesiones en el deporte, en el control médico del entrenamiento deportivo, la atención a los ex deportistas y sus familiares, pero sus objetivos también se dirigen a las personas que no pertenecen a los grupos de atletas de alto rendimiento, porque también su actividad se sustenta en la filosofía de lograr la conquista de salud para todos.
Esta especialidad clínica tiene como base de estudio fundamental la fisiología del ejercicio aplicada al deporte y la cultura física, con el objetivo de diagnosticar y desarrollar el estado morfofuncional del deportista y la población, con el propósito de elevar la longevidad deportiva y poblacional, y la calidad de vida.
Para lograrlo, trabaja en dos aspectos fundamentales: investigaciones médico-biológicas-psicológicas del deporte de alto rendimiento y Programas de Salud para Todos, dirigidos a la población, así como en la atención médica y paramédica especializadas, con fines preventivos y curativos a deportistas cubanos en toda la pirámide del alto rendimiento.
Las posibilidades que brinda la Red Nacional de Medicina del Deporte y el Instituto que las dirige actualmente son: asesoría de investigaciones médico-biológicas en el deporte, montaje de servicios médicos para maratones y organización médica de centros deportivos; asistencia técnica en medicina del deporte y la cultura física; diagnóstico funcional y programas de entrenamientos físicos; evaluación del desarrollo físico y de la capacidad física de trabajo de la población y los deportistas; evaluaciones físicas y de laboratorio para la evaluación cardiovascular en la población sana y deportistas; control biomédico del entrenamiento deportivo con pruebas de terreno en los diferentes deportes; psicodiagnóstico y preparación psicológica de los deportistas; control del estrés en deportistas y población general; servicios de nutrición, bioquímicas y neuromusculares; asesoría en montaje de sistema de control antidopaje; asistencia especializada en diseño y montaje de clínicas médicas para el deporte, así como la docencia de postgrado por medio de la residencia en la especialidad, maestría en control médico del entrenamiento, adiestramiento y prácticas extramurales en control médico del entrenamiento deportivo, actividad física y salud, psicología del deporte, medicina física y rehabilitación, entre otros.
El Instituto de Medicina del Deporte no se conforma con los éxitos cosechados y lo realizado hasta el presente y apuesta al futuro, afirma el doctor Granda.
Al respecto señala que la institución se propone trabajar en una mejor utilización del perfil morfofuncional de los diferentes deportes por categoría y sexo dentro de la pirámide del alto rendimiento cubano, así como en la optimización de las investigaciones médico-biológicas para brindar recomendaciones más eficaces en el control médico del entrenamiento deportivo.
Asimismo, perfeccionar las normativas de selección y promoción de los talentos deportivos y aplicación del ejercicio físico con fines profilácticos y/o terapéuticos en la población para elevar la calidad de vida, tanto a sanos como a portadores de enfermedades crónicas no transmisibles.
Control Antidopaje El más reciente aporte del Instituto de Medicina del Deporte lo constituye la puesta en marcha del Laboratorio de Control Antidopaje de La Habana, para contribuir a lograr la máxima transparencia en la actuación de los competidores de la Isla.
El laboratorio cuenta con un personal altamente calificado y un óptimo equipamiento, lo que permite hacer una amplia labor investigativa encaminada a la realización de análisis de muestras para control antidoping (50 muestras por día), estudios orientados al control médico del entrenamiento, de excreción, farmacocinéticas, de bioequivalencia y biodisponibilidad.
A fines del pasado año, esta institución recibió de manos del francés Patrick Schamash, director médico del Comité Olímpico Internacional (COI), el documento que oficializa al laboratorio cubano para realizar exámenes con vistas a detectar a quienes acuden a métodos prohibidos, certificación oficial que la entidad olímpica confiere junto a la Agencia Mundial Antidopaje.
Antes Schamash había declarado que ningún otro país como Cuba merecía un laboratorio así. El COI y la Agencia Mundial Antidopaje habían dado el visto bueno a la instalación cubana el 23 de septiembre último. Un largo camino transitaron los científicos cubanos para obtener la actual calificación. Para alcanzar tal categoría, la entidad requirió, realizar unos cuatro mil análisis de muestras, incluidas las realizadas durante la I Olimpiada del Deporte Cubano así como a los campeonatos mundiales de béisbol, esgrima y pelota vasca celebrados en Cuba, a los representantes del preolímpico de béisbol en Panamá al igual que pasó –con éxito– cuatro exámenes del organismo mundial; el ultimo bajo supervisión directa del COI. En la actualidad, la cifra ha llegado hasta cinco mil exámenes antidopaje. También ha realizado pruebas a deportistas de Venezuela y República Dominicana.
El laboratorio cubano de antidopaje es el tercero en Latinoamérica y el Caribe, el quinto de América y el número 31 del mundo. Capacitado para este tipo de controles, realizó su examen de Reacreditación para el 2004 certificado que ostenta actualmente.
Historias fantásticas Muchas grandes figuras del deporte cubano de hoy son fieles exponentes de la labor que realiza el Instituto de Medicina Deportiva. El caso de la corredora Ana Fidelia Quirot lo evidencia, pero no es único. Otro ejemplo lindante con la fantasía lo ha protagonizado el excepcional Filiberto Ascuy, doble monarca olímpico (Atlanta 1996 y Sydney 2000), en actuaciones que han quedado para la historia como la de uno de los pocos atletas que han sido capaces de lograrlas.
Ascuy se coronó en la cita estadounidense en la división de 74 kilogramos y cuatro años más tarde en la correspondiente a Australia lo hizo en la inferior, es decir en la de 69, algo que ningún otro luchador ha hecho y que será difícil de materializar nuevamente.
Para burlar el paso del tiempo, se necesitó de un minucioso plan de entrenamiento bajo la asesoría de los especialistas del Instituto de Medicina del Deporte, de conjunto con su entrenador Pedro Val. Al respecto es preciso apuntar que para lograr esa hazaña el atleta se sometió a un régimen que no ocasionó desórdenes físicos o del metabolismo, pues el bicampeón marcha hacia su presentación en los Juegos Olímpicos de Atenas, con iguales oportunidades de éxito a las dos anteriores citas mundiales. El doctor Mario Granda asegura a Excelencias, “que nunca antes sus compañeros y él habían enfrentado una exigencia similar”. “Lo más común –apunta- es que un luchador, boxeador, judoca o halterista , suban de categoría de peso de un ciclo olímpico al otro, pero la idea de reducir el peso corporal y conservar la capacidad competitiva, creo que resulta algo inédito”.
Fue una prueba, un reto, en el caso de Ascuy, no solo se trataba de enfrentar un reto a la naturaleza, sino también de que su capacidad de trabajo conservara los parámetros de los campeones olímpicos.