El Ford Thunderbird 1966 de Jesús Folgado lo vi por primera vez hace más de diez años, estacionado en la avenida del puerto.  Me quedaba claro que resultaba un auto poco común, tal vez único en el país, pues luego de 1959 la importación de vehículos de marcas norteamericanas disminuyó dramáticamente.

En ese momento, jamás encontré a su dueño, seguí de largo, en medio de la presión del tráfico habanero, y guardé mis ansias de conocer la historia del imponente T-bird para otro momento.Todos estos años he asistido con regularidad a los encuentros de clubes de los mejores autos antiguos y clásicos de La Habana, siempre esperando el reencuentro para atrapar mi historia.  Nunca  sucedió.  Pero, al igual que en tantas otras cosas, nada como el azar para arreglar tribulaciones, y una buena tarde mientras acudía al taller para un arreglo menor del auto veo, justo al frente, al buscado T-Bird, tal cual estaba diez años atrás.  Entrenado en los caprichos de la suerte, hace mucho que siempre llevo conmigo una cámara que me permita fotos decentes.  Comencé a hacer mis fotos, sin remediar en el lugar, ni la luz de las 3:00 pm habanera, tan intensa como calurosa.  Para suerte mía en ese momento llegó el dueño del T-Bird y, finalmente, pude acercarme a mi historia.

Jesús Folgado es un habanero del Cotorro, barriada casi en las afueras de la ciudad y famosa por su fábrica de cervezas.  Abierto y comunicativo hizo fácil toda la conversación y me entregó, en una avalancha de criollísimo castellano, sus memorias del T-Bird.  Jesús lo recuerda de toda su vida, pues ya estaba en la familia al momento de su nacimiento.  No conoce, sin embargo, los detalles de su adquisición,   pues de ello se encargó su difunto padre, quien fuera diplomático italiano en Cuba, en aquellos años.  La llegada del T-Bird a Cuba fue producto de la decisión de su papá de echar raíces en Cuba, al enamorarse no solo del trópico caribeño, sino de una bella habanera, que resultaría su esposa y con quien constituiría familia, hasta su muerte acaecida hace dos años.  No recuerda Jesús, grandes arreglos, pero sí muchos cuidados y poco uso.  El T-Bird logró sortear su adolescencia sin sufrir los extremos que muchas veces los jóvenes imponen al acelerador, y gracias a todo esto fue posible su conservación en excelente estado. Como un momento especial de la vida del T-Bird en la familia, me relata la celebración de los quince años de su hija, donde el auto vistió sus mejores galas.  Sin embargo, el tiempo nos resulta implacable a todos, y Jesús ya siente que el T-Bird 66 le rebasa sus fuerzas. Por ello ha encontrado un comprador para su emblemático auto, y nosotros quedamos entonces a la espera de nuevos encuentros.