Hasta cerca de donde desembocan del río Quibú, al oeste de La Habana, llegó una representación del club de Motos Eléctricas Cuba (MEC) para quitarle un poco de las tristezas ambientales que impiden que allí exista una exuberante playa.

Poco a poco fueron llegando los motociclistas al reparto Náutico, desde donde partieron juntos hacia el lugar escogido para demostrar que diversión, aprendizaje y ecología son tres razones muy poderosas para unirse, como dicen el presidente y vicepresidente del club, Osdanys Fleites y Oscar Núñez, respectivamente, en su diálogo con Excelencias de Motor.

Unos llevaron guantes; otros, bolsas de nailon; otros, cajas de cartón. Todos iban dispuestos a hundir las manos en el devenido basurero donde lo mismo hay zapatos, latas, pomos, neumáticos, botellas, que pedazos de hierro o plásticos que bien pudieran reciclarse.

No hay límite de edad en el grupo. Aunque la mayoría son jóvenes, Eduardo Pérez Álvarez se burla de sus 70 años y parece un bisoño más recogiendo desechos. «Estoy en el club desde que se fundó, vi la convocatoria en Facebook y me sumé. ¿Quién dice que esto es cosa de jóvenes? Yo estuve en Angola cuando la guerra, tengo ocho zafras y aquí soy uno más. Disfruto cada actividad que organizamos».

Los sacos llenos se van amontonando cerca de un contenedor al que no le cabe nada. Bajo el sol que va ardiendo cada vez más, siguen quitándole suciedad a la franja de playa. Una mujer carga entre sus manos un tronco de madera recuperada de entre los palos que le nublan la belleza al paisaje marino. Se llama Gladis y su esposo es propietario de una moto eléctrica, pero ella se siente parte del club, porque no hay actividad a donde no vaya.

«Yo me dedico a la jardinería, cuenta mientras limpia un coco seco. Para mí este palo y este coco son muy útiles, me sirven para sembrar orquídeas, cactus, platicerios …».

Es mediodía y el grupo termina, se reúne, celebran haber ayudado a ser «un tilín mejores», como diría Silvio Rodríguez, y le cantan felicidades a Damián, quien prefirió venir a festejar su cumpleaños con sus amigos y amigas de Motos Eléctricas Cuba.

Se van, nuevamente juntos, para el balneario universitario, con el deseo de que algún día puedan venir a este paraje, no a quitarle dolores a una lengua de playa triste, sino a bañarse plácidamente como harán un poco más al este. Pero se van felices, porque han hecho algo bueno por la naturaleza, que es lo mismo que hacer algo bueno por la vida, del mar y de Cuba.