El Valle de los Ingenios, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el 8 de diciembre de 1988, invita a andar de forma especial por nuestra historia, para lo cual te espera en la estación de Trinidad la locomotora a vapor que tira de sus dos vagones de pasajeros, y suena anunciando la partida; así que, para luego es tarde.

Ese entorno natural cubano (comprende los valles de San Luis, Agabama-Méyer y Santa Rosa, además de la llanura costera del sur, delta del río Manatí), devenido museo al aire libre, durante el período de alza del azúcar se enorgulleció de ser una de las regiones más importantes, con alrededor de 70 ingenios, y las familias allí asentadas –desde el siglo XVII hasta el XIX– amasaron sumas considerables. 

Por tal motivo no es raro que Trinidad fuera una de las primeras localidades que promoviera proyectos ferroviarios, aunque hasta 1852 –sobre todo buscando una forma de solución al declive económico que los venía afectando para esa fecha– no se concretara el tema. Será Justo G. Cantero –hacendado local–, quien en febrero de 1853 obtenga la concesión, y en septiembre la traspase a una sociedad por acciones constituida por propietarios de la localidad. 

La ejecución del proyecto no fue tan rápida como se pudiera pensar –varios intereses incidieron en ello–, para 1862 habían concluido el tramo Casilda-Trinidad-Fernández (20 km), menos de la tercera parte de lo programado; pero bueno, ya habían dado la arrancada. Finalmente, a inicios del siglo XX se completará la estructura ferroviaria, atravesando el Valle y el lomerío del Escambray, que enlazará Trinidad con distintas provincias del país.

En la arqueología industrial de ese lugar el visitante encontrará no solo particulares anécdotas de la sacarocracia (aristocracia criolla del sector), sus modos de vida, la explotación de los esclavos, la tecnología que empleaban; sino que ese patrimonio simboliza cómo incidió la industria azucarera en el desarrollo urbano y la evolución de un territorio, toda una cultura de la plantación. 

La locomotora a vapor que funciona hoy –con servicio de bar incluido–  como tren turístico hacia el Valle, es del año 1919 y fue construida en Filadelfia por la Compañía American Locomotive. La experiencia de viajar en ella es un necesario condicionamiento histórico para adentrarnos en una época y una dinámica, como la azucarera, compleja; pero llena de matices reveladores de lo nacional. 

La ruta incluye varios sitios de interés: visitas a la casa-vivienda, barracones y la torre-campanario de Manaca-Iznaga –esta última cuenta de una leyenda respecto a su altura (45 m) muy curiosa–, en el poblado del mismo nombre; y la casa-vivienda del sitio Guachinango. En las haciendas puede aprovechar el turista para degustar un buen guarapo.

El Valle de los Ingenios se anda en tren: sistema ecocultural que promete verde paisaje, aire puro… e historia de la auténtica, con el dulce sabor de la tierra cubana.

A Train Ride through the Sugar Mills Valley 

The Sugar Mills Valley, declared World Heritage by UNESCO on December 8, 1988, invites you to go through our history in a special way. A steam locomotive waits for you at Trinidad’s train station, with two cars ready to welcome passengers, so there is no time to lose.

That Cuban natural environment, which has become an outdoor museum, was one of the most important regions of the country when sugar was skyrocketed, with nearly 70 sugar mills, and families living in the area –centuries 17th to 19th– amassed substantial wealth. The route is made up of several interesting sites: visits to Manaca-Iznaga’s house, bunkhouses and bell tower, as well as the house at Guachinango site. A train ride through the Sugar Mills Valley: an eco-cultural system that offers green landscapes, clean air… and authentic history, with the sweet taste of Cuban land.