Insomnio del soñador, de la serie Torres, Roberto Fabelo.
De izquierda a derecha Quique Martínez, presidente de Ingenería del Arte; Gustavo Villariño, arquitecto; Jorge Fernández Torres, comisario y director del Museo Nacional de Bellas Artes; y José Manuel Noceda, curador de Tiempos de intuición.

La Bienal de Venecia representa desde 1895 una ventana abierta al arte contemporáneo internacional, permitiendo a los artistas de diferentes nacionalidades y generaciones exhibir y compartir un clima de humanidad y fraternidad universal que no conoce prejuicios, fronteras o barreras ideológicas. Esta exposición, que figura hoy entre las más antiguas y prestigiosas del mundo, puso la primera piedra —antes se hacían los salones en diferentes ciudades de Europa— en el camino hacia un nuevo modelo de circulación y promoción internacional del arte. La Bienal de Venecia ha tenido muchos continuadores, eventos que han tratado de convertirse en competencia o en alternativa del modelo que esta cita consiguió instaurar.
En este 2017 se cumplen sesenta y cinco años de la primera participación del arte cubano en la plataforma veneciana. Corría el año 1952 cuando Cuba presentó una delegación de catorce artistas, representativos de la vanguardia de entonces, de distintas manifestaciones y derroteros estéticos.
En la edición 57 se presenta una delegación igualmente numerosa, articulada por el curador José Manuel Noceda y presidida por Jorge Fernández Torres, comisario de la muestra y director del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. «Ha sido muy importante para el arte cubano —declaró Fernández durante la jornada inaugural— ocupar este pabellón con artistas tan diferentes entre sí en lo que respecta a sus búsquedas formales, sus poéticas y la naturaleza de sus procesos creativos. También hay que reconocer el esfuerzo que hizo el Estado cubano por mantener un proyecto como este, de considerable envergadura».
Cuba fue noticia en Venecia, con una amplísima muestra que ocupa los dos niveles del antiguo y prestigioso Palacio Loredan, muy cerca de la Plaza San Marcos, que en pocas semanas registró una cifra récord de público asistente.
En ediciones anteriores de la Bienal la presencia cubana estuvo a cargo de Maria Vicini, quien fungió como comisaria y dialogó con los curadores Jorge Fernández Torres y Giacomo Zaza, pero no logró el impacto que acompañó a esta muestra. En la edición anterior, Cuba integró en El artista entre la individualidad y el contexto a Luis Edgardo Gómez Armenteros, Susana Pilar Delahante Matienzo, Celia-Yunior y Grethell Rasúa, mientras que la edición de 2013 recibió La perversión de lo clásico: anarquía de los relatos, aglutinadora de otros siete artistas: Liudmila & Nelson, Sandra Ramos, Glenda León, Lázaro Saavedra y María Magdalena Campos-Pons & Neil Leonard. La 54 Bienal, por su parte, programó a Cuba mon amour, de los creadores Alexandre Arrechea, Yoan Capote, Duvier del Dago y Eduardo Ponjuán.
En esta edición 57 presenta Tiempo de la intuición, una sólida muestra que integra a varias generaciones y promociones de la Isla y pone a dialogar a creadores consagrados, algunos de ellos merecedores del Premio Nacional de Artes Plásticas, con figuras más jóvenes que gozan ya de notable reconocimiento. Según esta lógica, comparten espacio en los salones del palacio Loredan los artistas Iván Capote, Abel Barroso, Roberto Diago, Roberto Fabelo, José Manuel Fors, Aimée García, Reynier Leyva Novo, René Peña, Wilfredo Prieto, Mabel Poblet, Carlos Martiel, Meira Marrero & José Ángel Toirac, José E. Yaque y Esterio Segura.
Como explica el curador José Manuel Noceda, la inspiración llegó desde el pensamiento de Alejo Carpentier, quien ofrece una interesante versión del concepto de temporalidad que rige la vida en América Latina y el Caribe. Según Alejo, en esta región coexisten simultáneamente tres realidades de lo temporal: el pasado o tiempo de la memoria, el presente o tiempo de la visión y el futuro o tiempo de la espera. En este caso, el tiempo elegido viene a ser el presente, tiempo de la visión o de la intuición, donde los artistas presentan su propia interpretación del hoy por hoy de su contexto y abordan temáticas sociales, intimistas, raciales, espirituales, buscando traducir tales problemáticas en posibles caminos para reflexionar sobre la relación entre historia y vida cotidiana. Dicho de manera más simple: la muestra indaga sobre la relación que se establece entre contexto social y compromiso del artista, otorgando de una vez a esta relación dialéctica el máximo valor posible, considerándola como llave imprescindible para descifrar y repensar la realidad misma.
A propósito de la clave para una posible interpretación de la muestra, José Manuel Noceda declaró: «Considerando que la Bienal está hablando del presente y yo también estoy hablando del presente del arte en Cuba, creo que no podía encontrar mejor metáfora que la del tiempo de la intuición para intentar una modestísima aproximación en algunas de las líneas de desarrollo del arte cubano hoy día».
Sobre la diversidad de artistas presentes, Noceda considera que «reflejan algunas orientaciones del arte cubano actual, en toda la complejidad de sus preocupaciones, temas y problemáticas. Dentro de la muestra hay artistas que trabajan sobre la deconstrucción de la memoria, de la historia, del pasado. Hay artistas que son como cronistas de la realidad, pero desde una perspectiva no tradicional, muy contemporánea en el campo del arte. Otros abordan temas como la fe, la espiritualidad y otros asuntos relacionados con la racialidad y la perspectiva de género. Hay incluso artistas que intentan remitirse al futuro, a ese tiempo de la espera del que hablaba Alejo, que es también un tiempo del infinito».
El comisario Jorge Fernández destacó la favorable reacción del público asistente al pabellón, lo cual interpreta como testimonio de que «el arte cubano sigue siendo muy vital, lo que se refuerza en este caso con la presencia de varios artistas jóvenes que ponen mucha fuerza en lo que hacen. Para nuestros creadores es muy importante acceder a este espacio, que otorga una gran visibilidad, una promoción notable y que funciona como demostración palpable de los esfuerzos que hace Cuba por la formación de sus artistas mediante las escuelas de artes plásticas, insertadas en un sistema de enseñanza artística inclusivo que justo este año llega al medio siglo de existencia ininterrumpida. La mayoría de estos artistas tiene obras ya en varios de los principales museos nuestros y del mundo. Incluso, muchas de las piezas que hoy se exhiben al público italiano y mundial pertenecen a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes o a la del Consejo Nacional de las Artes Plásticas de Cuba. Todo esto evidencia el modo sistémico en que nuestro Estado trabaja el tema de las artes, otorgándole la importancia que merece, siempre en función de que el pueblo pueda acceder masivamente a su disfrute, empeño que favorece hoy a numerosos artistas jóvenes y no tan jóvenes».
A propósito de la explosión creativa que se vive hoy en Cuba, declara Noceda: «Resulta sumamente difícil, constituye un agradable dolor de cabeza tener que hacer un trabajo de selección a este nivel en un país como el nuestro, donde contamos con tantas promociones y generaciones de artistas trabajando al unísono dentro y fuera de la Isla, tanto creador valioso yendo, regresando y compartiendo estancias, territorios y experiencias con creadores del mundo entero».