- El título en púrpura
Vladimir Malakhov
Terminamos con María Callas y él la tararea. Él, que siempre quiso bailar como ella cantó. Cómo se puede cantar con el cuerpo. Se puede. ¿Acaso no es el aletear del cisne también un canto? ¿Acaso Stravinski, cuando componía para los cuerpos, no convertía la música en los cuerpos mismos? ¿Acaso el cuerpo de Antínoo no fue para Adriano el mayor de los cantos? Todo puede metamorfosear en todo. Todo.
¿Todavía los años le permiten saltar como un gato?
Ya no puedo saltar como un gato. Pero he aprendido a hacer otras cosas para remplazar el salto del gato. Un verdadero artista sabe cómo transformar ese salto en otro tipo de expresión, para que los coreógrafos lo vean y lo desarrollen de acuerdo a lo que sabe o puede hacer ahora.
Un mal artista se queda con el salto del gato mal saltado.
Ya no salto, pero busco otras herramientas para remplazar ese salto.
Dicen que fue el suyo uno de los cuerpos más hermosos en la historia de la danza. Esa belleza, ¿cuánto dolió?
Es imposible que el cuerpo no me duela. Cada vez que bailo siento un dolor inmenso. Si la función es un éxito, si el público aplaude y logra recibir lo que Vladimir Malakhov está transmitiendo, inmediatamente olvido ese dolor. El dolor es una herramienta para poder expresar lo que quiero. Y si el público recibe mi dolor, que no conoce, con alegría, yo sufro mi dolor también con alegría.
Un bailarín podría, con su cuerpo, imitar casi todas las formas. ¿Qué formas prefiere Malakhov?
Para mí es muy importante la figura. Para un bailarín es importante la figura. Considero que mantenerme en forma es una ofrenda de respeto al público, a mi gente, a mis admiradores.
El diminutivo de Vladimir es Volodia. ¿Le decían Volodia cuando niño?
Sí, Volodia, muchos nombres.
Usted, que es un artista, ¿lo sacrificaría todo por el arte?
Ya lo hice.
Vladimir, ha conocido todo el mundo. ¿En qué parte se siente mejor?
Donde tenga mis amigos, mis afectos, ese es mi hogar. Soy feliz cuando puedo estar con la gente que quiero. Cuando la gente me quiere. Ese es el lugar que llamo casa. No es un lugar físico; puede ser, quizá, un estado de ánimo.
Bolshói
Grande.
Berlín
Berlín.
Holguín
Holguín.
Decía el escritor norteamericano Truman Capote, en el prefacio de su libro Música para camaleones, que «cuando Dios le da a uno un don, también le da un látigo, y el látigo sirve, únicamente, para autoflagelarse». ¿Ha sido un don su látigo?
Soy un perfeccionista de corazón y alma. Mi sueño siempre ha sido bailar como cantaba María Callas. Muchas veces han comparado mis piernas con las de Marlene Dietrich, me comparan con Nureyev. Y me pregunté: qué hay para Vladimir Malakhov. Me dije: yo soy Vladimir Malakhov, no soy más ni menos que Malakhov. Y para mantener ese nombre, esa marca, Malakhov, es por lo que me esfuerzo.
Ahora queremos compartir con Vladimir un fragmento de un poema del escritor holguinero Luis Yussef. Se titula «El traidor a las palomas» y pertenece al libro Flores de hierro sobre el pecho de un hombre:
Pero de qué me sirve ya
el ardor de estos versos
si hace solo un momento
mientras la fiesta era tuya
y mi corazón se rompía
tú besabas en los labios a todo el mundo.
Y ahora que la luna nos mira
desde los arcos del jardín
nuestros cuerpos desnudos como espadas
en el vientre de la negra noche
tengo miedo que amanezca
que de pronto cuando yo ponga sobre tu cielo
el vuelo de las aves de la misericordia
tú copero mío te conviertas con el aba
en el traidor a las palomas.
Dentro del libro que le obsequiamos, entre la carátula y la dedicatoria reposa un ramito de buganvilia púrpura. Malakhov se quita el sobretodo que le prestaran para protegerlo del frío dentro del estudio de grabación. Al devolverlo dice: «Is my favorite color». Púrpura, como las buganvilias.
Casi levanta la mano, quiere hablar, y habla: «Vuelvo a responder las preguntas que me hicieron: Bolshói: grande, mundo; Berlín: hogar; Holguín: hogar número dos».Detrás de su voz, surge la de María Callas: Ombra Leggera. Se lleva el libro en las manos.