El niño que hay dentro de mí
Ramón Valle, holguinero, lleva la música en los genes. Compositor y pianista de jazz mundialmente famoso. La ciudad de Holguín lo ha reconocido como Hijo Destacado. En el teatro de la ciudad que le vio nacer ha seducido al público con sus palabras, y le ha hecho estremecer con su música en versión sinfónica.
«Mi papá era músico, como mi abuelo. Me enseñó a tocar la trompeta, ensayaba en la casa con todos los instrumentos, y cuando él se iba, yo abría cada uno de los instrumentos y los tocaba en secreto. Pero mi mamá era la capitana, la guerrera que me obligaba a estudiar. No puedo dejar de pensar en ella. Mi papá me sentaba en sus piernas a escuchar a Jerry Mulligan, Armstrong, Frank Emilio. Recordar a mi papá cuando salía de casa, a tocar, en una bicicletica chiquitica de niño, con su traje… esas cosas son lindísimas».
Te influenció Emiliano Salvador.
Aprendí de Emiliano Salvador, de Chucho Valdés y de Frank Emilio, músicos muy talentosos. Y después también descubrí a Chick Corea, Keith Jarrett, Herbie Hancock, de quienes descubro la libertad para expresarse.
Estás considerado uno de los diez mejores pianistas de jazz del mundo.
Para mí es un honor saber que mi música es reconocida. Pero para tocar con libertad hay que ser vulnerable, y para ser vulnerable hay que echar el ego por la ventana.
Al tocar tu célebre Levitando, parece que en vez de levitar
estuvieses fluyendo.
Cuando escribí Levitando pensaba en separarme de lo mundano, en mantener el niño que hay dentro de mí, libre, jugando y con ideas frescas y renovadoras, en un lugar donde nadie lo tocara, fuera de toda contaminación. Por eso el tema. Cuando toco la introducción me imagino a una azafata que dice: «Abróchense los cinturones, que vamos a volar». El resto sale solo.
¿En qué se diferencian los músicos cubanos?
Tenemos el legado de Europa y tenemos el legado de África. Al final todo está conectado, porque en España también estaba África a través de los moros, y sabemos del barroco, romántico, clásico. Pero también tenemos la espontaneidad, el minimalismo de tocar una pieza que sea bien cortica. El cubano es espontáneo, libre en el concepto de tiempo, y rápido cuando de bromas se trata, pero también conoce la estructura.
Eres la música del piano…
Todo mi cuerpo es como un amasijo de cables por donde la música pasa y se manifiesta en el piano a través de mis brazos, pero si algo está aquí trabado no llegará la música con la inmediatez y veracidad necesarias. Tienes que estar completamente suelto, como cuando la gente salta al vacío con un ala delta. El ego no puede estar ahí, porque si te encuentras con el ego vas para abajo. Si estás tocando a dúo, trío u otra formación, los músicos, al igual que yo, tienen que ser sensibles, presentes y solícitos para que cualquier idea que pase por tu cabeza salga directamente sin censura, porque el ser humano quiere controlar, y lo que no se puede controlar le da terror. Yo quiero sorprenderme.
Tengo historias sobre esto. Una en Cuba, mi primer concierto de piano solo, cuando terminé con Santiago Feliú y con Silvio Rodríguez. ¿Sabes quién me ofreció la oportunidad de tocar en solitario?: mi querida y admirada amiga IIiana Bautista, una pianista cubana concertista excepcional, profesora de grandes pianistas internacionales. Y la ayuda indispensable del maestro Frank Fernández, porque le entregué un casete a su esposa para que él lo oyera. Mi mamá tenía espiritualidad, y me dejó claro que al tocar se te empiezan a acercar entidades o espíritus, como ella decía, de músicos de otras épocas, que te utilizan un ratito para continuar tocando.
¿Cómo llegas a los escenarios internacionales?
Estuve una vez tocando con mi trío de jazz cubano en Casa de las Américas y se me acercó una señora. Por su acento pensé que era mexicana. Ella estaba encantada con mi música, y resulta que era la embajadora de México, Beatriz Paredes. Me invitó a un concierto en la embajada, y luego tuve el honor de tocar en la celebración de su nuevo cargo como subsecretaria de gobernación. Luego toqué en el Festival Internacional de Jazz de Cancún. Allí compartí escenario con artistas como Al Jarreau, Tania María, Tower of Power…
Con pesterioridad, Joan Mas me propuso hacer un concierto en Barcelona, en su club de jazz. Le dije que sí, pero por dentro pensé: «Este Pepe, cuando se monte en el avión, se olvida». Pero cumplió. En la primera actuación, al acabar el primer tema, la gente ya empezó a gritar de emoción. Al día siguiente, la prensa, una locura. Fue mágico.
¿Hoy?
Vivo en Holanda. Al principio vivía en el centro de Ámsterdam, pero cuando aparecieron mis tesoros, Fabio y Dayla, quise que estuvieran en un sitio tranquilo. Voy cada día en mi bicicleta a mis prácticas de tai chí chuan.
Estoy haciendo un proyecto nuevo que se llama Fuerzas sin Frontera: cuarteto de cuerda, cantante de ópera, cantante de pop, percusión y todo mezclado, como ópera con raperos. Ya estamos preparando una gira. Quisiera regresar y hacer la versión cubana, con gente de aquí.