Presentación Arte por Excelencias no. 15, Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, La Habana, octubre de 2012
Presentación Arte por Excelencias no. 15, Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, La Habana, octubre de 2012

Hace poco más de veinte años, durante una mañana inolvidable para mí, le escuché a Cintio Vitier, en uno de los cubículos de la segunda planta de la Biblioteca Nacional José Martí (donde conversábamos con alguna frecuencia), una meditación que más tarde encontré formulada por escrito en un texto suyo. Dicha idea consistía en su certidumbre de que en la zona de intersección entre la creación literaria y artística, y la crítica de la misma, se haya uno de los nodos cardinales de la cultura de una nación. Añadiré ahora una extrapolación del mencionado aserto que me parece pertinente y que, al menos, me servirá para comenzar estas palabras: las revistas de arte se encuentran en el epicentro de esa zona de interacción entre el arte y su pensamiento acompañante.

Otra idea que merece se mencione en este contexto, y que leí de forma similar e indistintamente en textos de Octavio Paz, Roberto Fernández Retamar, Ángel Rama y otros intelectuales brillantes de nuestro continente, alude a que no es posible hablar de literatura en América Latina sin mencionar de manera destacada a la crítica literaria recogida en las revistas especializadas. De igual modo, a esta operatoria parece pertinente hacerle una nueva extrapolación, a saber: no se puede hablar del estado del arte en Latinoamérica si no atendemos a lo que sobre esa producción simbólica se ha publicado sostenidamente en las revistas de la región.

Son dos reflexiones confluyentes, colindantes, y que subrayan la enorme importancia que para la cultura de un país poseen las revistas literarias y de arte en la conformación del pensamiento dialogante con la creación. Alfonso Reyes gustaba decir que la crítica era hermana de las artes, de la misma sangre intelectual. El arte y la crítica son interdependientes e inseparables, ambos se atraen y repelen como parte de un interminable proceso dialógico. La pupila del crítico tiene que difundir su propia luz, descubrir lo que verdaderamente importa de la obra de arte, redescubrirla por él, para él y para los demás; el crítico de arte debe poner su erudición y sentido polémico al servicio del pensamiento visual. Ambas formas de la creación, pues la crítica no lo es menos que la creación de símbolos, nos dicen que entre ellas se establece uno de los diálogos más apasionantes de la cultura de cada tiempo y lugar. Es imposible, al hablar de estos temas, olvidar aquella máxima de Oscar Wilde: “la imaginación imita pero el espíritu crítico inventa”.

De manera que, apenas necesito enfatizarlo, cuando salió a la luz el primer número de Arte por Excelencias, en diciembre de 2008, tanto artistas como críticos, degustadores y especialistas, recibimos una agradable y estimulante noticia. Después quedaba por ver cómo se revelaría la publicación, es decir, la natural expectación por saber si sería acuciosa o superficial, seria o tendenciosa, poder apreciar su diseño –cuestión tan determinante en una revista que depende tanto del signo como de la letra–, atender a su periodicidad de publicación, conocer las firmas de sus colaboradores; valorar, en fin, si estábamos ante algo valioso y sostenible o uno de esos tantos esfuerzos epidérmicos que se quedan en el mero intento. Poco a poco, entrega por entrega, nos fuimos percatando de la calidad indiscutible de esta revista que se sumó a las poquísimas publicaciones de arte existentes cuatro años atrás.

Debo confesar, en este punto, que las presentaciones de revistas siempre me han resultado un tanto confusas por la sencilla razón de que por mucho que uno enfatice, recalque o señale en una u otra dirección acerca de los textos, al final cada lector realizará su propia y soberana lectura. De manera que soy consciente de que las palabras que ahora diré pasarán de inmediato a una papelera de reciclaje implacable y definitiva: la de cada lector. Sin embargo, entiendo que el hecho de presentarlas (una costumbre singularmente nacional pues no conozco otros lugares donde la salida de una revista constituya motivo para reuniones: simplemente van de la imprenta para estanquillos y librerías) es como la festividad del gremio intelectual ante su nacimiento y esa pequeña alegría bien vale la pena. Abordaré pues, sucintamente, este último número, y después me referiré a la revista de conjunto, desde su primera salida. 

En su número 15 la publicación muestra un grupo de trabajos de mucho interés. En primer lugar, un panorámico artículo de Jorge Fernández acerca de la obra del fotógrafo (o artista visual como él prefiere que le reconozcan) Andrés Serrano, quien desde los ochenta ya era considerado una suerte de emblema de la relación amor-odio que sostenían los públicos norteamericanos con la creación contemporánea. En su texto el autor repasa toda la obra de Serrano, quien nos visitó en la recién concluida Bienal de La Habana, y después regresó para terminar un libro de fotografías sobre Cuba que piensa publicar en la importante editorial Taschen. Jorge Fernández se explaya en el carácter provocativo y desafiante de una obra que desde su inicio no ha dejado de recibir la atención privilegiada de la crítica. El trabajo, lleno de cultas referencias, analiza la trayectoria de Serrano, de principio a fin, y representa un necesario repaso de un artista poco conocido en el país hasta sus recientes visitas.

Otro texto que merece una atención especial es el de Miguel Rojas Sotelo sobre la oncena edición de la Bienal de La Habana. El especialista colombiano, que ha asistido reiteradamente a las distintas ediciones de la misma, repasa punto por punto los componentes de la Bienal, sitúa los aspectos que a su juicio deben ser considerados como logros y aquellos que deben recabar la atención de sus organizadores. Texto polémico, tiene la virtud de la sinceridad y el compromiso con un evento que se revela caro para su curiosidad intelectual. Es un análisis minucioso que debe ser leído para cotejar sus juicios con los de cada cual. Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestra percepción de ese gran evento de las artes cubanas, de la región y de otras partes del mundo. Salta a la vista un señalamiento injusto por Rojas Sotelo, y es cuando dice que los medios internacionales no se ocuparon del evento a excepción del New York Times. He leído desde la conclusión de la Bienal más de veinte reportes de medios de prensa, fundamentalmente internacionales, lo que dice de la amplia atención mediática recibida por el evento. Como ha sido siempre, además.

Un documentado artículo de Juan Carlos Betancourt detalla la última edición, la número 13, de la Documenta de Kassel, como se sabe el más importante evento de las artes visuales a nivel global. El articulista pasa revista a los pormenores de esa edición, la que califica en términos serenos, nada espectacular, pero centrada en el arte más actual y en los problemas humanos del presente; de modo que la revista cumple, una vez más, con su función informadora de lo más relevante del presente en el universo del arte contemporáneo.

Por último, en la sección de reseñas, el joven profesor universitario y crítico Hamlet Fernández realiza una amplia revisión sobre el primer libro del también joven colega Píter Ortega. Hamlet repasa con inteligencia y sentido común la ópera prima de Ortega, discrepa de algunos tópicos, resalta la fortuna de otros y concluye que el autor de Contra la toxina (título del volumen), entre otros valores, toma el pulso en tiempo real del arte emergente que se levanta con fuerza en el panorama cultural cubano. Como prologué dicho libro, no puedo menos que coincidir con casi todo lo que Fernández apunta en su conciso texto; un primer volumen que enseña las facetas más polémicas y agudas de un crítico y curador que deberá seguir aportando al gremio con la irreverencia y carácter provocador que le caracterizan.

Leído el número 15 de Arte por Excelencias y los que le antecedieron –con vistas a prepararme para esta presentación– debo decir que al repasar una parte ciertamente amplia del voluminoso cuerpo textual que desde hace cuatro años se ha ido acumulando sobre el arte cubano y latinoamericano, y también de otras latitudes, volví a tener la certidumbre de que se han escrito líneas de mucha agudeza e inteligencia, nutridas de una multirreferencialidad culta, que han permitido análisis amplios y ecuménicos sobre la creación simbólica y sobre el pensamiento acompañante, también sobre el estado de eventos y otros pormenores del universo de las artes visuales. Debo decirles que ver de conjunto todos los números –una operación que se hace muy pocas veces, quizá con la excepción de un estudio longitudinal o sólo para hacer este tipo de balance– me dio la oportunidad de calibrar mejor la publicación en sentido general.

En la revista aparecen análisis críticos de la obra de artistas contemporáneos relevantes de varios países latinoamericanos. El Caribe ha sido revisitado con frecuencia a través de sus Salones, Festivales y publicaciones desde diversas ópticas; igualmente análisis de las Bienales de La Habana, Mercosur, Cuenca, San Pablo, Curitiba, Santo Domingo, así como crónicas de eventos fuera de la región como Documenta de Kassel, Bienal de Whitney, SWAB en Barcelona; reseñas de Ferias de Arte importantes como ARCO, PINTA en Nueva York, Art Basel, Frieze; y comentarios de eventos regionales como la Trienal Poligráfica de San Juan, la Bienal de Video y Artes Mediales de Chile, entre otros. También aparecen en la revista la arquitectura en El Caribe, Centroamérica, Cuba y Brasil; el fenómeno tan importante y actual del arte en la red y las nuevas tecnologías; experiencias de la escultura pública en Latinoamérica; análisis del coleccionismo privado y estatal; textos teóricos sobre el rol del curador, la autocensura, las modas en el arte, los catálogos, la autonomía; secciones fijas dedicadas al diseño gráfico en Latinoamérica, al humor gráfico, y al rescate de figuras y hechos olvidados en el tiempo; comentarios críticos y reseñas de libros –un género que merece toda la atención por la información y luz que brindan al lector acerca del universo de las publicaciones de arte–; publicidad de artistas, de galerías y colecciones. En fin, un mosaico plural de temas relacionados con la denominada Institución Arte en el mundo, con énfasis en nuestro continente.

La revista se ha publicado en ediciones independientes, español e inglés, y también bilingüe, lo que trae la consabida ventaja para su circulación. Ahora se prueba con separatas en portugués, tratando de llegar a  otros sectores de público.

Recuerdo mis lecturas de los texto de Orlando Hernández sobre José Bedia y Carlos Quintana, interesantes, llenos de ideas sobre las poéticas de estos creadores; el de Héctor Antón sobre Santiago Sierra; el de José Manuel Noceda sobre el arte de El Caribe; la entrevista de Nelson Herrera Ysla sobre el coleccionismo institucional; la reseña de Elvia Rosa Castro sobre la antología crítica de Luis Camnitzer, por solo citar algunos que en su momento me impresionaron gratamente.

De igual forma, y de manera general, la revista recogió los que pueden considerarse los últimos trabajos de Rufo Caballero –antes de que las injusticias de la vida nos lo arrebatara–, caracterizados por su densidad teórica y su elegancia en el lenguaje, frutos de la madurez de un crítico que estaba entregando, en libros y ensayos, lo más profundo de su talento y erudición. Con él recuerdo siempre aquella frase de André Malraux acerca de que el verdadero crítico debía descubrir el “lenguaje específico de las artes”, tarea a la que se había entregado Rufo en cuerpo y alma cuando lo sorprendió la enfermedad y la muerte.

La sección El Archivero, a cargo de José Veigas, mantuvo un interés permanente debido a los interesantes datos e informaciones que suministraba.

Aparecen en la revista, al lado de los críticos establecidos, las nuevas voces, de manera que uno encuentra a lo largo de la publicación a Adelaida De Juan, Félix Suazo, Iván de la Nuez, Nahela Hechavarría, Ibis Hernández, Yolanda Wood, Margarita Sánchez, Manuel López Oliva, Marilyn Sampera, Abelardo Mena, Erena Hernández, Pedro de Oraá, Caridad Blanco, Hortensia Montero, entre otros (por favor, disculpen cualquier omisión). También a escritores de otras zonas del conocimiento, más bien del mundo literario como Miguel Barnet, Norberto Codina, Alex Fleites y Jorge Fornet, quienes entregaron interesantes textos. Y firmas extranjeras de prestigio como Guillermo Vanegas, Benjamín Brown, Adriana Almada, Carolina Lara, Alanna Lockward, Belmont Freeman, Gabriel Peluffo, Carla Stellweg, Vanesa Droz, Carlos Garrido, Roberto Segre, entre otros críticos y especialistas.

Hecho este repaso general se impone una pregunta, “la pregunta”: ¿cómo evaluar Arte por Excelencias después de cuatro años de salida a la luz? Podríamos apelar a los elementos citados al inicio, y destacar la calidad de los textos, el nivel de autoridad de las firmas, la variedad e importancia de los temas, el bello y funcional diseño de Jorge R10, y el bagaje crítico aportado, pero me decidí por citar las palabras del primer editorial de José Carlos de Santiago, el guía principal y Director de la publicación, las cuales servirán para responder la interrogante hecha. Exponía de Santiago en aquella obertura lo que se pretendía con Arte por Excelencias: “…una revista concebida para dejar testimonio de los procesos creativos dentro de las artes plásticas y sus protagonistas de las Américas y El Caribe…”, dirigida “a la consolidación del pensamiento analítico, reflexivo, un medio encaminado a la legitimación de valores conceptuales y estéticos, al fomento de la diversidad interpretativa y la conciencia del debate, la actualización bibliográfica y la recuperación de la memoria histórica”. Pues bien, todo eso y mucho más se ha conseguido en estos primeros cuatro años de la publicación. El equipo editorial encabezado inicialmente por el crítico David Mateo supo materializar los propósitos enunciados en aquel primer número, y ahora deja a este grupo, bajo la dirección del crítico y curador Nelson Herrera Ysla, la tarea de continuarlo. De manera que hablamos hoy de una etapa cumplida cabalmente y de otra que se abre al futuro inmediato con este número que presentamos en la tarde de hoy. Al menos eso percibo y espero como lector y colaborador.

No los fatigo más. Recuerdo las palabras de un gran poeta y crítico de arte mexicano que estudié a fondo en un momento de mi carrera y que me parecen clarividentes en esta ocasión. Dijo hace muchos años Octavio Paz que la crítica de arte cumple un precepto difícil y engorroso, aunque imprescindible para la cultura: en materia de inteligencia lo único inviolable es la libertad de pensar. Y lo argumentó con estas palabras cardinales:

“El espíritu crítico es la gran conquista de la edad moderna […] nada hay sagrado o intocable para el pensamiento excepto la libertad de pensar. Un pensamiento que renuncia a la crítica, especialmente a la crítica de sí mismo, no es pensamiento”. 

Y Arte por Excelencias ha brindado ese gran servicio, razonar y meditar con sus lectores sobre el arte caribeño y latinoamericano. ¡Qué otra cosa pedirle sino que siga por ese buen camino! Enhorabuena a sus editores, colaboradores y a los artistas, base de todo.