La pasión de coleccionar
Casi tres centurias transcurrieron desde que los conquistadores advirtieran en Cuba la existencia del habano para que este saliera a recorrer el mundo con una presentación adecuada, pues los envases de tabaco similares a los conocidos hoy no aparecieron hasta el siglo xix. En 1839, se establecieron en La Habana dos imprentas litográficas: una conocida como “taller de los españoles” y la otra como “taller de los franceses”, entre cuyas producciones ocuparon lugar preferente las etiquetas para cajas de tabaco.
Casi tres centurias transcurrieron desde que los conquistadores advirtieran en Cuba la existencia del habano para que este saliera a recorrer el mundo con una presentación adecuada, pues los envases de tabaco similares a los conocidos hoy no aparecieron hasta el siglo xix. En 1839, se establecieron en La Habana dos imprentas litográficas: una conocida como “taller de los españoles” y la otra como “taller de los franceses”, entre cuyas producciones ocuparon lugar preferente las etiquetas para cajas de tabaco. Años después, en 1845, el asturiano Ramón Allones comenzó a utilizar en su tabaquería La Eminencia los llamados estuches de lujo, decorados con etiquetas impresas. Por esta misma época se inició el uso de los anillos de tabaco en la fábrica El Aguila de Oro, propiedad del alemán Gustavo Bock. Sin embargo, tanto los anillos como las etiquetas se imprimían aún a una sola tinta.
La litografía en colores se introdujo en Cuba en 1860 y a partir de entonces fue aplicada a la producción de envolturas de cigarrillos. Solo 20 años después se imprimieron los primeros anillos y etiquetas en colores para las cajas de tabaco. Luego, al introducirse el relieve y el uso del pan de oro –lámina muy delgada, de tan solo unos 0,3 gramos por centímetro cuadrado de ese precioso metal– comenzaron a salir de las imprentas pequeñas obras de arte que no tardaron en llamar la atención de los coleccionistas. Se tiene como hecho cierto que cuando Cuba estaba próxima a alcanzar su independencia algunos españoles dueños de fábricas de tabaco volvieron a su país con colecciones de vitolas. En el Primer Congreso Vitolfílico Internacional, que tuvo lugar en España en 1989, el señor Florencio Giménez Caballero, una autoridad en la materia, afirmaba que «Algunos emigrantes al regresar a España, portaban en su maleta ese cuaderno de pastas de hule negro donde amorosamente fueron colocando las vitolas de los cigarros que durante muchos años consumieron en aquella isla». Por su parte el periódico El Día, de Tenerife, publicaba en la edición del 18 de abril de 1958 un artículo en que señalaba: «Parece ser que en Cuba se hicieron las primeras colecciones de anillas, originadas sin más pretensión que la mera curiosidad por la belleza de sus motivos policromos. De allí se trajeron algunas por los soldados que volvían de la guerra».
La afición se fue extendiendo y a partir de 1934 se crearon sociedades de vitólfilos en Estados Unidos, España, Bélgica, Holanda, Francia y Cuba. La Asociación Vitolfílica Cubana –tal es el nombre de la creada en esta isla caribeña– es una organización no gubernamental fundada en 1955. En la actualidad cuenta con más de 300 afiliados de diferentes provincias del país y también de España, Italia, Estados Unidos y Canadá. Publica un boletín informativo, realiza exposiciones, subastas y reuniones de intercambio entre sus miembros y se reúne una vez al año, en el mes de diciembre, en asamblea general de asociados. Secretos del oficio Hay dos aspectos sumamente importantes para todo coleccionista. Primero, poder localizar con rapidez una pieza entre las decenas, cientos o miles que pudiera llegar a atesorar. No tomarlo en consideración lo expondría a tener numerosas piezas repetidas. El segundo aspecto es la necesidad de lograr una presentación atractiva.
La mayor parte de los vitólfilos organizan sus colecciones por temáticas. Entre las favoritas se encuentran las vitolas de retratos, banderas, fauna, flora, deportes, transportes, heráldica, edificaciones, marcas comerciales y otras muchas. En la actualidad se considera como parte de la Vitolfilia a la Habilitolfilia, una rama del coleccionismo que consiste en la tendencia de recolectar habilitaciones, o sea, las etiquetas utilizadas para decorar, por dentro y por fuera, las cajas de puros. Entre las principales habilitaciones podemos encontrar a la vista. Pegada en el lado interior de la tapa, ofrece información sobre la marca de los puros y el fabricante; sus dorados, relieves y diseños multicolores la hacen sumamente atractiva. Fijado por su borde inferior al interior de la caja, el bofetón protege a los tabacos al caer sobre la camada superior y complementa los datos que aparecen en la vista. Esta habilitación no presenta relieves capaces de producir marcas indeseables en los puros. Por su parte, la cubierta, adherida a la parte superior de la tapa, muchas veces imita el color y las vetas de la madera.
La papeleta se pega sobre tres de los lados exteriores de la caja. Por su belleza, colorido y dimensiones es muy apreciada por los coleccionistas. Los ejemplares de mayor calidad presentan dorados y finos relieves. También podemos encontrar el tapaclavo que sirve para ocultar el pequeño clavo del cierre de la caja y el filete con su función de sellar todas las aristas del envase para evitar el escape del aroma de los puros. Una importante rama del coleccionismo es la que últimamente se ha dado en llamar memorabilia tabacalera que abarca una serie de artículos utilitarios vinculados al fenómeno social de fumar. Ceniceros, encendedores, pipas, tabaqueras, cigarreras, boquillas, maquinillas de liar, guillotinas, cajitas y estuches de tabaco, entre otros objetos, llevan la impronta de artistas, diseñadores y artesanos de diferentes épocas y de todas las regiones del planeta.