Habitar la fascinación
Se distingue Pinar del Río por el tabaco y los paisajistas. Las bellezas naturales de este territorio han ejercido históricamente una notable influencia sobre sus pintores. Sin embargo, pensar en la plástica pinareña hoy, nos conduce inevitablemente a la figura del maestro Pedro Pablo Oliva.
Al establecer la relación entre el entorno y su obra nos comenta: «Soy de la tierra que llaman la del mejor tabaco del mundo. Es una zona donde predomina lo rural, donde las casas de tabaco ensalzan el campo, y los sembrados son hermosos por el orden, por la disciplina, por la transparencia de los verdes, por el estado de complacencia visual. Pero no tengo conciencia de cuánto hay realmente de ello en mi trabajo».
Si bien es figurativa, la pintura de Pedro Pablo nunca alude a la mimesis de una vista real, mas en ella podemos percibir el lirismo de esos campos. Sus personajes estilizados parecen no pertenecer a ningún tiempo, ni a ningún lugar. Nos sumergen en un universo de ensueños habitado por plantas, animales y hombrecillos marcados por la ternura y la ingenuidad del campesino. En su mundo de fascinación abundan los referentes a lo rural y a lo popular, y los colores intensos, entre los que se destaca el verde, adquieren gran protagonismo. Hacedor imaginativo, al parecer sin proponérselo, ha recreado numerosas experiencias estéticas de su entorno apartándose de estereotipos.
Pedro Pablo es de esos artistas que tienen la capacidad de narrar en imágenes. Aunque sus obras evocan la fantasía, las composiciones están bien pensadas y las historias concebidas con un profundo sentido humanista: «Es el hombre el único tema de mi obra, ese personajillo que lo mismo se alegra que se entristece; no hay ser más complejo que ese», afirma.
Así como numerosos conflictos del ser humano se traslucen en la apariencia inofensiva y contemplativa de su trabajo, el gran talento se nos presenta en una persona de hablar pausado, de infinita sencillez, trato jovial, siempre dispuesto a extender su mano, y comprometido, por voluntad propia, con sus raíces: «Yo nunca he dejado Pinar del Río porque la amo como ciudad, porque me vio crecer, porque me parece importante que esté allí. Muchos artistas se forman allá, pero es como una ciudad de paso: todos se van. Y a mí me parecía que debía enfrentar ciertas cosas como creador y como ser humano». Su hogar de la calle Martí, la arteria principal de la capital pinareña, se ha convertido en espacio para el descubrimiento y el conocimiento del arte. Una galería que exhibe amplias muestras del quehacer plástico cubano nos abre las puertas a un centro de documentación especializado que se ofrece a todo el que tenga alguna inquietud. El premio Cubaneo otorgado cada año a dos creadores de la provincia, uno del ámbito de la plástica y otro representante de cualquiera de las otras manifestaciones del arte, es uno de los proyectos que cuentan con su gestión y generosidad. En estrecha colaboración con el artista la editorial Saturno, cuyo nombre rinde homenaje a una serie lúdica y sugerente realizada por Pedro Pablo, publica la revista cultural Cause y otros libros dedicados al pensamiento y la filosofía.
Gracias a su quehacer, Pinar del Río, elogiada por su tabaco y ponderada por los pintores, recibe orgullosa los reconocimientos de la poética excepcional de Pedro Pablo Oliva, y lo más importante: la humildad con que le entrega su talento para hacer lo indecible por mejorarla cultural y humanamente.