Manos de orfebres aplican arte y delicadeza en cada obra.
Técnicas transmitidas de padres a hijos para el trabajo del metal tienen garantizada su continuidad.
Dignas de una bella mujer, las joyas de la Congregación de Plateros rinden culto a su santo patrón.

Las noticias de la existencia de orfebres en La Habana datan de la primera acta capitular conservada, fechada en 1550, donde se menciona al platero Juan de Oliver. Pero el primer Gremio y Congregación de Plateros nace a mediados del siglo XVII, en 1655, y se encomienda a San Eloy, el patrono de la orfebrería, quien sigue guiando hoy la destreza de sus seguidores en la ciudad.

En 1997 se revitalizó la asociación de los artistas del metal, heredera de aquella del XVII, con maestros de más de 60 años de experiencia, junto a nuevos artífices del antiguo oficio. Contrario a lo que pudiera pensarse, no es la evocación al santo en el nombre de esta hermandad lo que atrae al patrono de los metales a las calles de la capital cubana.

La actual Congregación de Plateros tiene su sede en la Casa de la Orfebrería, un inmueble del casco histórico habanero, donde aún retumban los sonidos del taller de Gregorio Tabares, un maestro orfebre que dedicó su vida, y la de su familia, al desarrollo del oficio.

Por los pasillos de la majestuosa casa colonial de Obispo 113, San Eloy se mueve en su ambiente. Las paredes aún recuerdan la época en que fungió como casa de acuñaciones o los tiempos en que albergó dos joyerías. Nada traiciona en el lugar la tradición de los metales.

Hoy, convertida en museo, la estancia atesora antiquísimas monedas del siglo XVI y otras elaboradas por los hermanos Misa Besada, plateros españoles radicados en La Habana en el XIX, y gran cantidad de objetos de valor artístico de esa centuria y de principios del XX, que dan fe de la experiencia ganada por los artesanos de la villa en el dominio de las técnicas de repujado, grabado, cincelado, esmaltado y filigrana. Exquisitos en su diseño y variados en estilos, jofainas, aguamaniles, bandejas, joyas, objetos religiosos, entre otros, nos hablan de los gustos y costumbres de una época que vale la pena mirar.

Sin embargo, museo y Congregación no están anclados en el pasado. Con el propósito de rescatar oficios perdidos, hurgan en él y traen a la cotidianidad joyas y objetos que hacen honor a los grandes artesanos.

Este año han pasado por los salones del museo exposiciones de máscaras, resultado del curso de cincelado y repujado impartido por el orfebre Filiberto González; trabajos de joyería y pequeño formato; objetos de tocador elaborados por la Sección de Misceláneas de la ACAA; obras de diseño aplicado a la joyería, como resultado de un curso impartido en el museo y una exhibición de la Orfebrería Habanera Contemporánea, presentada por la Congregación de Plateros, entre otras muestras.

La casa también abre sus espacios a las pasarelas. Collares, brazaletes y pulseras, anillos y aretes de las más fantásticas formas pueblan entonces ese espacio e invitan a San Eloy, una vez más, a recorrer las calles de La Habana.