Llegada de emigrantes a Cuba
Palacio del Centro Gallego de la Habana, hoy sede del Gran teatro de la Habana

La emigración española fue un proceso continuado a lo largo de los siglos XIX y XX que, con diferentes características, fue evolucionando desde una colonización dirigida a la creación de núcleos urbanos, con el establecimiento de colonos blancos, hasta la entrada de trabajadores libres en régimen de asalariados, de acuerdo al desarrollo de la economía y del sistema productivo cubanos. Además de estos factores de índole económica, en el proceso de inmigración y colonización blanca actuaron otros factores de carácter político, social y cultural. La demanda de mano de obra abundante y barata se hizo sentir cada vez con mayor fuerza desde que el sistema esclavista entró en crisis y gran parte de esta oferta, tanto en las ciudades como en el campo, fue cubierta con la llegada masiva de inmigrantes españoles.

Hasta 1904 Cuba fue el destino principal de los españoles que decidieron emigrar. El período en que se registra el mayor volumen de entradas de emigrantes en la isla abarca desde 1912 a 1921 y desciende a partir de ese último año, tras la caída de los precios del azúcar en el mercado mundial y la crisis que sobrevino.

ETAPAS DE LA MIGRACIÓN

PRIMERA ETAPA: (1882-1930). Es la etapa de la migración española masiva a Iberoamérica, debido a problemas de tipo económico, problemas demográficos, etc... Cuatro de cada diez españoles se asientan en La Habana, y una proporción similar en las provincias azucareras de Oriente, Camagüey y las Villas.

SEGUNDA ETAPA: (1931-1945). De la emigración económica al exilio político. Se producen en Cuba las primeras reticencias a la emigración española a aceptar la llegada de refugiados, escudándose en los problemas laborales. Realmente era el temor a estos emigrantes, considerados peligrosos desde el punto de vista político, pues podían alterar su paz social.

TERCERA ETAPA: (1946 -1958). El retorno a la emigración económica. De nuevo se produjo una situación de reanudación del flujo migratorio, gracias a la expansión económica que sufre esta zona, coincidiendo con el rápido desarrollo de la industrialización. En 1960 la escasa emigración recibida tiene como resultado un estancamiento de las cifras de españoles residentes con respecto a 1950.

EXPERIENCIA DEL VIAJE El viaje de los emigrantes españoles hacia Cuba comenzaba en una localidad, pueblo o capital de España. Si salían de uno de los grandes puertos de embarque, el periplo se simplificaba bastante; si no, el emigrante tenía que trasladarse a la costa, al puerto que le había sido adjudicado por la agencia de emigración correspondiente. El tren se convirtió en uno de los medios de transporte más usados por la emigración en la primera fase del viaje. Las familias también llegaban a los puertos en “caravanas”, viajando por España a pie o en carros.

Ya en las ciudades portuarias, pasaban una larga espera hasta que llegase el ansiado momento de embarcar. A todo esto se sumaba la compleja documentación que los emigrantes tenían que presentar ante el gobierno civil del puerto para poder embarcar. Los momentos del embarque y la despedida en los muelles alcanzaban cotas de gran dramatismo. Muchos de ellos no volverían a ver a sus familias, a su pueblo ni a su país. Era un punto de no retorno. Sin embargo, en muchos casos, algunos emigrantes no pudieron resistir los momentos de tensión previos al embarque. Las deserciones y arrepentimientos no fueron infrecuentes. El embarque no se efectuaba directamente a los buques sino mediante lanchas y barcazas que les conducían desde los embarcaderos hasta los buques fondeados en las dársenas.

Durante la travesía, hombres mujeres y niños tenían que soportar un viaje cuya duración nunca era inferior a 20 días. La travesía de los barcos migratorios estaba llena de penalidades, a pesar de las inspecciones por parte de las autoridades de Marina e Inmigración españolas. Éstas no fueron muy rigurosas y acababan embarcando más pasajeros de los que debían, o se llevaba un número insuficiente de chalecos salvavidas, e incluso se separaban familias o iban los hombres por un lado y las mujeres y los niños por otro. Además, sufrían incomodidades, falta de higiene, hacinamiento, suciedad, parásitos en la literas, frío o calor, hambre (era habitual la escasez de alimentos, las comidas mal cocinadas, la suciedad de los alimentos), y hasta era normal la escasez de agua potable a bordo. En definitiva, se padecían condiciones de vida infrahumana.

Ya en el siglo XX mejoraron bastante estas condiciones. Las leyes fueron más exigentes con las navieras. Se multiplicaron las inspecciones sanitarias, hubo mayor espacio por pasajero, mayor ventilación en los camarotes, calefacción, enfermería, baños, un médico, agua potable, víveres suficientes y de calidad y una adecuada alimentación.

RUTAS MARíTIMAS Una de las rutas conducía desde los puertos meridionales españoles a través de Canarias hacia el Caribe en general, y especialmente con Cuba y Puerto Rico, figurando como escalas finales Puerto Rico, Ponce, Santiago de Cuba, La Habana o Cienfuegos. Existía una variante a estos destinos centrada en los puertos caribeños de América Central y del Sur: Martinica, Trinidad, Carupano, La Guayra, Puerto Cabello, Cartagena de Indias, Colón y Pacífico. Ya en el siglo XX estas rutas marítimas básicas a través del Atlántico variaron poco, manteniéndose hasta la Guerra Civil. En 1928 la líneas básicas eran las siguientes: a.- Mediterráneo - Brasil - Río de la Plata. b.- Mediterráneo - Venezuela - Colombia. c.- Mediterráneo - Cuba - México - Nueva York - Filadelfia.

NAVIERAS Diferentes compañías navieras seguían estas rutas, entre las que destacan: La Compagnie Generale Transatlantique, con sede central en París. Representada en España por Francisco Setuain, cubría la ruta que conducía desde Francia y España hasta el Caribe, con escalas finales en La Habana, Santiago, Puerto Rico, Martinica, Trinidad, Cartagena y La Guayra. The Pacific Steam Navigation Company. Con domicilio central en Liverpool, representada en España por Sobrinos J. Pastor. Los emigrantes españoles optaban por desplazarse hasta Lisboa y desde allí embarcar en los buques que, procedentes de Liverpool, tenían como destinos intermedios Brasil, el Plata, Caldera, Molendo y Callo. Con la apertura del Canal de Panamá el acceso directo al Pacífico se realizó por esta vía, a través del Caribe, estableciéndose una línea que cubría la ruta d.- Coruña-Vigo-La Habana y el Pacífico.

Compañía Transatlántica 1881. Desde Barcelona y los puertos levantinos y andaluces, hasta Cuba y Puerto Rico y otros puertos del Caribe. Pinillos, Sáenz y Compañía (1884). Con sedes en Barcelona y Cádiz. La ruta partía de la ciudad condal, hacía escala en Málaga y Cádiz, para luego ir a las Antillas y EE.UU., con escalas en Puerto Rico, Santiago de Cuba, Cienfuegos y La Habana. Pinillos, Izquierdo y Compañía de Cádiz era la única naviera exclusivamente andaluza. Cubría la ruta del Caribe con salidas de Málaga y Cádiz, y escalas en Canarias, Puerto Rico, Ponce, Santiago de Cuba, La Habana, Cienfuegos y Nueva Orleáns.

SITUACIóN ACTUAL DE LA POBLACIóN ESPAÑOLA La presencia española ha experimentado un descenso muy importante. En Cuba, la colonia española censada en 1970 apenas presenta cambios en su volumen con respecto a 1954. Son españoles la mitad de los extranjeros y uno de cada 100 habitantes del país. La población española tiende a la concentración, siendo en este caso La Habana el lugar preferido para establecerse.

ANDALUCES EN CUBA Todas las regiones históricas de España no influyeron por igual en la conformación de la cultura cubana de nuestros días, pero hay una en particular que se vio privilegiada para ejercer su protagonismo en los primeros siglos de la presencia hispánica en la mayor de las Antillas: Andalucía.

La influencia cultural andaluza representa para Cuba lo que el sedimento de fermentación para el buen vino. Todo esto se vio constatado en los primeros pobladores que debían ser registrados a través de la Casa de Contratación en Sevilla, en sus instrumentos de trabajo o en sus artes de pesca, junto con la aportación de costumbres alimentarias muy distantes de la dieta propia de los aborígenes de Cuba. La formación de una cultura agrícola estuvo más condicionada por las técnicas y los aperos meridionales de España que por los rudimentarios medios de cultivo indígena. Sólamente la música sería un tópico aparte para destacar, desde las formas de decir cantando un verso rimado en compañía de instrumentos de cuerda pulsados y rasgados, hasta los nexos originarios entre la rumba flamenca y la rumba cubana.

La bien llamada “escuela criolla de arquitectura morisca” por el Dr. Francisco Prat Puig, es un fiel testigo de la temprana presencia de emigrantes andaluces, portadores de múltiples oficios y ocupaciones, entre los que sobresalían los constructores: alarifes o maestros de obras, carpinteros, canteros y albañiles.

En éste y otros muchos aspectos, Cuba también ha sido receptora indirecta de la Ruta Al-Andalus, como parte del inicial trasvase humano socio-cultural a través del Atlántico. En este sentido, la Giralda de Sevilla tiene su homóloga en uno de los máximos símbolos de La Habana: La Giraldilla, cuya copia se levanta hoy sobre la torrecilla del Castillo de la Real Fuerza. Su artífice fue Gerónimo Martín Pinzón, que concibió la pieza a partir de su antecesora sevillana. Las imágenes pictóricas y los testimonios escritos sobre los “negros curros” son otro reflejo de estos personajes urbanos. Pero el negro curro en Cuba no ha desaparecido, se ha multiplicado, ha cambiado de color y abarca diversos biotipos humanos. Todavía se aprecian oficios como camioneros, guagueros, taxistas y otros atributos de vestuario, gestos y el empleo de un léxico cargado de gitanismos (caló).

En el siglo XIX hubo andaluces que se destacaron en Cuba, como el sevillano Antonio Enrique Zafra y los gaditanos Jacobo de la Pezuela, Francisco Iturrondo y Antonio López Prieto.

CANARIOS EN CUBA La emigración canaria a Cuba fue cuantiosa y sostenida, tanto que puede considerarse una de sus principales raíces culturales y etnográficas. Hoy no es raro el cubano con parientes en Canarias, y menos el que lleva un apellido guanche. Porque los descendientes de aquellos emigrantes canarios del XVII poco tardaron en considerarse cubanos de pura cepa.

Las condiciones de emigración del común de los españoles fueron muy diferentes de las de los canarios. Tras “pacificar” las islas, y en prevención de posibles rebeldías, los Reyes Católicos ordenaron el traslado de grupos de población nativa guanche a las nuevas colonias de América. En lugar de llegar como colonos o soldados, los isleños, como se los conoce en Cuba, lo hicieron como mano de obra para las plantaciones de caña de azúcar. Los pobladores de Cuba de origen canario llevaron consigo sus devociones tradicionales. Así, el culto a la Virgen de la Candelaria, surgido en Tenerife en el siglo XIV, inspiró la construcción de una ermita en Guanabacoa. Los propios canarios fueron quienes, en el siglo XVIII, la convirtieron en la hermosa iglesia de Santo Domingo.

La influencia canaria en la cultura cubana actual es muy notable. A ella se debe la pronunciación peculiar del castellano en Cuba, y la preferencia por formas poéticas como la décima campesina. La improvisación, el punto guijarro o “repentismo”, una persistencia de las fiestas campesinas o guateques y las famosas parrandas o Charangas. En ciertos lugares ha sido especialmente destacado el papel de los inmigrantes canarios. Entre ellos: Güira de Melena, Jaruco, Matanzas, San Juan y Martínes en Pinar del Río, Cabaigüan de Sancti Spíritus, Guanabacoa, San Cristóbal de La Habana, Jesús del Monte, Santiago de las Vegas, Bejucal, Santa María del Rosario y Remedios.

Familias enteras y sucesivas generaciones pudieron emigrar a Cuba. Para ellos, el mar, más que un elemento de separación, lo ha sido de unión. Eran intereses más de tipo familiar o social lo que les movía en esta aventura. Los canarios fundaron las ciudades de Matanzas, Vuelta Abajo, Sagua, San Carlos de Nuevitas, Manzanillo y Santiago de las Vegas. Entre los canarios ilustres se encuentra Leonor Pérez, la madre de Martí, que ha dado nombre a la Asociación Canaria de Cuba.

GALLEGOS EN CUBA Dejando a un lado a Cristóbal Colón, se ha dicho que el verdadero descubridor de Cuba fue el gallego Sebastián de Ocampo, quién en 1509 recorrió la isla. Hacia la mitad del siglo XIX la presencia gallega se hizo masiva en Cuba, y aunque muchos regresaron portando nuevas ideas, otros permanecieron formando familias mestizas, de varón español y mujer nativa.

Los gallegos se asentaron en Cuba y crearon una gran infraestructura socio-cultural, siendo el mayor de los símbolos el Centro Gallego de La Habana, creado el 23 de noviembre de 1879, para asegurar a sus asociados asistencia sanitaria, contribuir al realce y prosperidad de la cultura del país natal y fomentar la unión de los hijos de Galicia y de sus descendientes, además de proporcionar ayuda a los inmigrantes gallegos. Antes, el 31 de diciembre de 1871, los gallegos emigrados a Cuba fundaron con fines benéficos la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia, que constituyó la base para el posterior Centro Gallego de La Habana.

El 24 de octubre de 1886, en el local de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana y bajo la presidencia de Manuel Curros Enríquez, un grupo de socios funda la asociación Aires d'a Miña Terra, con el objetivo de “proporcionar asistencia sanitaria a la mujer y al niño”. Una signicativa obra de carácter nacional e internacional fue la edificación del nuevo Palacio Social, frente al Parque Central de La Habana, que incluyó un gran teatro conocido en la actualidad con el nombre de Gran Teatro de La Habana. Más tarde, un grupo de jóvenes gallegos fundó en 1920 la Agrupación Artística Gallega.

Hubo muchas y muy destacadas personalidades gallegas en Cuba, pero son de señalar en el siglo XIX a Ramón de la Sagra (1798-1871), que fue director del primer Jardín Botánico y autor de la obra sobre Historia Económico-política y Estadística de la Isla de Cuba, y a Bartolomé José Crespo y Borbón (1811-1871), periodista y dramaurgo, que aportó su humor al teatro cubano y a la obra literaria de Xoce Neira Vilas.

Defenderán su propia lengua, sus expresiones artísticas y musicales. Por ello crearán Centros y Sociedades Gallegas, para prestar atención médica, para ayudarse los unos a los otros, y sobre todo, para recordar la tierra lejana. Entre estas sociedades destacan el Muy Ilustre Centro Gallego de La Habana en 1879 y la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Galicia, 1871, aún en funcionamiento.

ASTURIANOS EN CUBA La región asturiana ha dejado huellas en Cuba que conservan y cultivan sus descendientes. Al avanzar el siglo XIX su presencia aumentó, tanto por su número creciente como por la influencia que ejercieron en todas las actividades, hasta que llegaron a convertirse, junto a gallegos y canarios, en una de las poblaciones inmigrantes más numerosas de Cuba. Aunque llegaron a poblar todo el país, sus asentamientos principales están hoy en las zonas urbanas de la región centro-occidental. Las ciudades de su influencia son Cienfuegos, Cárdenas, Santa Clara, Pinar del Río, Colón y, especialmente, La Habana. El 8 de septiembre de 1877, en homenaje a su patrona la Virgen de Covadonga, fundaron la Sociedad Asturiana de Beneficencia. Ampliados sus horizontes asociativos, el 2 de mayo de 1886 fundaron lo que llegaría a ser el orgullo de toda la comunidad: el Centro Asturiano de La Habana. En 1897 fundaron, inicialmente con tres humildes pabellones, la Casa de Salud Covadonga, que en la década de los veinte se convertiría en una verdadera ciudad hospitalaria con más de 30 instalaciones médicas.

Los aportes de la inmigración asturiana en Cuba son muy valiosos sobre todo en el terreno cultural. Un numeroso grupo de periodistas colaboraron con publicaciones de carácter general como el Diario de la Marina, del asturiano Nicolás Rivero, o la Revista Bohemia, con Antonio Ortega. El poeta y novelista Alfonso Carmín describió con sagacidad la vida del emigrante en Cuba en su novela “Entre Palmeras”.

Pero lo que sin duda contribuyó más al sincretismo entre culturas fueron las romerías que se realizaban en los jardines de las fábricas de cerveza y merenderos de la época. Quizá el asistente más popular de esas fiestas fue el célebre Bigote de Gato, que llegó a convertirse en uno de los personajes más excéntricos de su época, gracias al bar de su propiedad situado en la calle Teniente Rey y por su creación del multirracial Club de los Noctámbulos.

CATALANES EN CUBA Los primeros catalanes en llegar al continente americano posiblemente formaron parte de las huestes colonizadoras españolas. No obstante el flujo migratorio catalán en aquellos primeros momentos no tiene un peso importante.

En Cuba, algunos autores hacen referencia a Miguel Ballester, conocido como uno de los más antiguos inmigrantes catalanes, quien introdujo e instaló el primer trapiche de caña de azúcar en la isla. Pero la mayor significación del poblamiento catalán comienza con los Reales Decretos (de 1765 a 1778) que establecían el libre flujo de mercancías entre los puertos de España y los de las colonias. Los comerciantes más beneficiados fueron los catalanes, sobre todo los dedicados al tráfico de la caña de azúcar. Destacan los nombres de José Baró Blanxart, Juan Güell y Ferrer, Antonio López y López, dueño de la famosa compañía “Marqués de Comillas”, y Narciso Gellats Durall, cofundador del banco Gellats, de La Habana.

Juan Pedro Baró, nieto de aquel industrial, hizo del patrimonio de su madre, la central “Conchita”, la fábrica azucarera más competente del país en 1912, con una nómina de 2.800 empleados. También fue notable, por sus resultados en el comercio de esclavos, Francisco Marty y Torrens, quien logró a costa de este “oro negro”, después de sufrir innumerables adversidades, capital suficiente para fundar el importante teatro “Tacón”, en 1838. Éste fue el origen del teatro “García Lorca”, actual sede del Ballet Nacional de Cuba.

Juan Conill Puig fundó el primer almacén de tabaco en rama que hubo en La Habana Vieja, y se dedicó a la exportación de este producto. Jaime Partagás y Rabell fue el fundador de la firma “Partagás”, “Real Fábrica deTabacos Partagás”, en 1845. Desde 1827 tenía una tabaquera en La Habana. Murió de un balazo disparado a traición, debido a rivalidades en el comercio del tabaco. Casi es obvio afirmar que el poder económico de los comerciantes, industriales y banqueros catalanes en la segunda mitad del siglo XIX alcanzó una posición privilegiada en la sociedad colonial en el departamento de Occidente, que compredía La Habana, Pinar del Río y Matanzas, a pesar de que de la composición regional de la inmigración a esas zonas fueran catalanes tan sólo el 10,23%. Las grandes fortunas acumuladas en Cuba permitieron la creación de una aristocracia catalana con títulos nobiliarios españoles como: Marqués de Comillas (Antonio López y López), Conde de Güell (Juan Güell y Ferrer), Marqués de Santa Rita (José Baró Blanxart).

ARAGONESES EN CUBA De las comunidades españolas que emigraron a Cuba, la aragonesa fue una de las menos numerosas. Su gente, como toda la emigración española, ha tenido una significativa influencia cultural en todos los órdenes de la vida socio-económica cubana. La inmigración fundamentalmente fue de funcionarios, comerciantes, sacerdores, militares, aunque de modo mayoritario la gente humilde del pueblo aragonés viajó en busca de mejores condiciones de vida. En el primer tercio del siglo XX esta isla fue el segundo destino preferido por los aragoneses en América, aunque anteriormente existía una pequeña colonia aragonesa que suponía el 1,16 % de los españoles residentes en Cuba.

La Sociedad Aragonesa fue fundada en La Habana en 1923, en el local de la Asociación de Dependientes de Comercio de La Habana. Tenía el propósito de aglutinar y realizar obras en beneficio de los nativos de la región y de sus descendientes residentes en Cuba, así como mantener viva su cultura, las mejores tradiciones españolas y los estrechos vínculos existentes entre los dos países. La Sociedad Aragonesa cuenta con un Panteón Social que fue construido en 1937 en el histórico Cementerio Colón de La Habana.

Existe un gran interés de la Sociedad en los aspectos culturales y sus tradiciones. Desde su fundación, la Sociedad estableció vínculos con el “Heraldo de Aragón” y otros medios de prensa de la región española y sus provincias. Una de las actividades más importantes para la comunidad aragonesa es el homenaje que le brindan a la Virgen del Pilar “Patrona de Aragón” cada 12 de octubre con una misa en la Igleisa de la Merced, en La Habana Colonial. Las aspiraciones de los integrantes de la Sociedad Aragonesa de Beneficencia en Cuba son las de mantener y hacer revivir la cultura, las costumbres y la historia de la región.

CENTROS PATRIÓTICOS Una consecuencia de la emigración en Cuba son los esfuerzos colectivos y asociativos para integrarse culturalmente en los países de acogida, y al mismo tiempo, no perder las señas de identidad propias. Se crearon centros con la labor de aglutinar los respectivos naturales de estas regiones, así como la influencia en la vida cultural, económica, e incluso política de los lugares en los que se asentaban. La creación de centros de enseñanza y la publicación y difusión de publicaciones especializadas. La prensa fue también un importante vehículo de comunicación y mantenimiento de la identidad, así como un intento de reflejar y desarrollar la actividad cultural, el folclore, los festejos, etc...

Al final de los años veinte, cuatro asociaciones españolas de La Habana -el Centro Gallego, el Centro Asturiano, la Asociación de Dependientes y la Asociación Canaria-, constituían las cuatro entidades más importantes del país. El grueso del sistema pedagógico de La Habana dependía de ellas. Se crea la Fundación del Centro Gallego en 1879 a instancias de un artículo del director de “El Eco de Galicia”. El centro limitó su defensa del regionalismo a las actividades culturales y recreativas, dejando en manos de entidades más pequeñas los aspectos que se podían considerar más políticos del nacionalismo radical.

El Centro Asturiano de La Habana (1886) tiene su antecendente en la Sociedad Asturiana de Beneficencia, aunque varias de sus actividades fueron concertadas e incluso compartieron a veces los mismos dirigentes. El Centro Asturiano tuvo el aporte de decenas de miles de afiliados, con el que se construyó uno de los palacetes más suntuosos del centro de La Habana como sede social, además de instalar uno de los servicios de salud más completos y avanzados.

Los Centros Castellano (1909), Montañés (1910) y Andaluz (1919) tuvieron una amplia apertura a los españoles en general y a los nacidos cubanos. Una mayor actividad regionalista desarrollaron los canarios, los vascos y los navarros, menos numerosos en Cuba, pero de fuerte presencia en algunos sectores de la industria. Existió en Cuba una red de Casinos españoles que combinaban las actividades sociales y culturales de la élite con los propósitos explícitamente políticos. El Casino de La Habana fue creado con el propósito de zanjar los conflictos con los nativos derivados de la Guerra de la Independencia, y sirvió de modelo para los instalados en Sagna La Grande (1871), Colón( 1881), Placetas (1885), Matanzas (1899), Puerto Padre (1902), Santa Clara ( 1910).

LA HUELLA DE ESPAÑA EN LAS CONSTRUCCIONES CIVILES HABANERAS Los conquistadores habitaron durante mucho tiempo en bohíos, (como se conocía a las viviendas indígenas).

Del siglo XV no se conserva en La Habana un solo edificio de carácter civil. En la centuria siguiente comienza el “Pre Barroco”, que ha dejado algunos ejemplos. Dos de los más característicos por sus fachadas, son las casas del Teniente Rey y Aguilar, y Obrapía y Villegas. La primera casa de piedra data de antes del año 1550, (fue la de Alonso Castaño). La casa más lujosa en La Habana, a fines del siglo XVI, fue la del contador Francisco de Moncaya. La Lonja de Comercio ocupa hoy los solares de las denominadas antiguamente Casas de “Armonía”. El siglo XVIII, es el siglo de oro de la arquitectura colonial en La Habana. Los españoles optaron por el estilo barroco. Fueron a Cuba fontaneros españoles, elegidos por el Capitán General, y construyeron numerosas fuentes públicas. Aparecieron también los portales con fines eminentemente decorativos.

Las huellas pre-barrocas de los españoles pueden encontrarse en los interiores de las residencias, como por ejemplo, las del Conde de la Reunión de Cuba, en la calle Empedrado, Marqués de San Felipe y Santiago, en la Plaza San Francisco, la de Oficio, esquina a Muralla, la de Mercaderes 3, frente al Marqués de Arcos, las de la Plaza de la Catedral, y sobre todo, la portada de la Casa de la Obrapía, la obra barroca más atrevida que dejó España. A principios del siglo XIX, el barroco comenzó a olvidarse dando lugar a los estilos clásicos. Una de las primeras residencias habaneras fue la del segundo Conde de Fernandina, en la calle de Mercaderes, cuyo tímpano clásico en la puerta principal fue repetido en la fachada lateral de su Quinta del Cerro. Otras casas de estilo neoclásico son: la del Conde de Santoveña, en la Plaza de Armas, la de O'Farril, en La Habana y Chacón, el Palacio de Aldama, y Quintas del Cerro.

INSTITUCIONES FUNDADAS POR ESPAÑA EN CUBA El Colegio de Belén, construido por el Obispo de Compostela a finales del siglo XVII, estableció la primera escuela gratuita de la Habana. Fue encomendado a los religiosos Belenitas, orden que ejerció la enseñanza gratuita y distribuyó diariamente alimentos a los pobres, además de dar hospedaje y convalecencia a los pobres. Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana. Se estableció por el Convenio de San Juán de Letrán. Real Sociedad Patriótica (La Habana). Llamada más tarde Sociedad Económica de Amigos del País. Contribuyó al fomento de la instrucción pública, de la prensa periódica y de las vías de comunicación y la que más promovió los adelantos en la agricultura, el comercio y la industria popular de Cuba. En la actualidad se encuentra instalada en un edificio situado en el paseo de Carlos III. La Real Sociedad Patriótica influyó en la construcción de la Casa de la Beneficencia en 1792, a la que más tarde fue incorporada la Casa de la Maternidad, daba acogida a los niños abandonados. Ambas casas fueron regidas bajo una sola administración.