El milagro de Viajar
Durante esta semana coincidieron el nacimiento del bebé de una gran amiga y la preparación de mis vacaciones y alguien puede pensar que qué tiene que ver una cosa con la otra, pues sí tienen algo en común.
En medio de llamadas, cancelaciones, precios por las nubes, negaciones, etcétera, hubo momentos en los que juré que serían las últimas, que el año que viene me iría al pueblo más cercano, lejos de catálogos liosos y fríos que no me dejaban confeccionar unas vacaciones a mi gusto.
Por lo que en ocasiones he oído a mujeres que han tenido un niño, también muchas juran que será el último, sobre todo cuando los dolores se hacen insoportables.
En ambos casos, pasados esos momentos todos olvidamos lo vivido y lo dicho, y en tiempo récord estamos dispuestos a hacer otra maleta o tener otro hijo, salvando la distancia, claro está.
Lo que sí es cierto es que, en general, los buenos momentos tienen el poder de borrar lo malo, en las relaciones, el trabajo y también en los viajes. Me prometeré organizar todo antes, y planear mil cosas más, pero el año que viene gritaré mientras haga la maleta y añoraré todo otra vez cuando esté de vuelta, como ahora.