CIUDAD DE MÉXICO Conjunción de pasado y modernidad
Ciudad de México se rehúsa a ser atrapada en palabras o etiquetas. Es una urbe colosal que crea sentimientos disímiles en quienes la conocen, pero a nadie deja indiferente. El impacto de conocerla comienza para el viajero desde la propia aeronave; si aterriza de noche y al mirar por la ventanilla, descubre a sus pies el tejido anárquico de millones de luces que anuncian las mega dimensiones de la ciudad. La fuerza de su identidad, cuajada en los inusuales caldos de su historia, y la desmesura de su urbanización, atraen sin remedio a los visitantes, quienes se detienen más en su singularidad que en sus defectos comunes a todas las megalópolis del mundo. Considerada una de las más grandes, viejas y bellas metrópolis de América, es actualmente el centro financiero, político y cultural de México, que además atesora un incomparable tesoro cultural derivado de su pasado prehispánico, colonial y moderno. La riqueza de su cultura es justamente lo que la pone a la par de las más importantes capitales europeas, asiáticas y del Lejano Oriente, y hace minimizar detalles como la intensidad de su tráfico o la superpoblación. Creció sobre el mismo sitio donde una vez floreciera una de las más poderosas civilizaciones del mundo antiguo, la azteca, que extendió su dominación a partir de la mítica Tenochtitlán. Desde su propio origen hacia 1325 es una metrópolis diferente, pues la tribu mexica, rama de los aztecas que la erigió, decidió hacerlo sobre el lago Texcoco, y para ello debieron usar fórmulas constructivas poco usuales: conforme aumentaba la población, el cuerpo de agua se fue llenando de islas flotantes hechas por los habitantes con balsas de mimbre rellenas de tierra. Del majestuoso imperio azteca hoy quedan solo vestigios, pues durante la colonización española realizada por Hernán Cortés, la nueva capital, bautizada como Nueva España, fue construida por encima de la asolada Tenochtitlán, que sufrió batallas, epidemias y un bloqueo de cuatro meses por las tropas conquistadoras. Hoy, numerosos sitios arqueológicos, museos de la ciudad y lugares vecinos contienen huellas del poderío militar y político de los aztecas y peculiaridades de otras culturas prehispánicas también importantes para el país como la de los mayas, con su incansable curiosidad científica y sensibilidad artística, y la de los olmecas, de fuertes tradiciones religiosas. En más de 100 museos ubicados en el área metropolitana se muestra un diverso abanico de obras y artefactos de muy distinta naturaleza: objetos prehispánicos, pinturas coloniales, esculturas barrocas, murales de los pintores mexicanos Diego Rivera y David Siqueiros, obras surrealistas de Miró y Picasso, zapatos del siglo XVII, automóviles de 1914 y joyería.
El Zócalo Pero aunque las opciones son múltiples, el espacio citadino tiene un epicentro: el Zócalo, gigantesca plaza localizada en el centro histórico. Declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, el Zócalo, escenario de disímiles manifestaciones de alegría y descontento del pueblo mexicano, es la segunda plaza pública más grande del mundo después de la Plaza Roja de Moscú. Siempre colmada de público, en ella es posible encontrar desde una improvisada función de teatro hasta el concierto de un famoso, o el puesto de mando de una campaña social a favor de los derechos de los indígenas o de los enfermos de SIDA. En su área, atestada de vendedores ambulantes de alimentos y de toda suerte de mercancías, típicas o importadas, sobresalen el Palacio Nacional, la Catedral Metropolitana y el Templo Mayor. Con una fuerza similar a la de su población, que creció en tres cuartos de siglo de un millón a 24 millones de habitantes, el turismo también ha invadido el más viejo centro urbano del hemisferio occidental, de modo que el pasado año se recibieron cerca de diez millones de visitantes. Conocida por sus habitantes por el acrónimo DF, que significa Distrito Federal, la ciudad tiene experiencias para todos los gustos; satisface desde las más refinadas exigencias de viajeros sofisticados, hasta el marcado interés por la mexicanidad, tanto en coloridos y folclóricos mercados de artesanías, como en restaurantes familiares donde es posible degustar el amplio y variado recetario de la cocina tradicional. Pero en cualquier esquina puede verse un puesto de tacos, que junto al tequila, son los abanderados en el mundo del sabor mexicano. En un país calificado por los científicos como uno de los centros mundiales del origen del maíz, ese cultivo es la base de infinidad de platillos, entre ellos los conocidos tacos, hechos a base de una pequeña torta la cual puede rellenarse con diversos tipos de carnes y vegetales, salpicados con el infaltable chile que los mexicanos aprenden a saborear desde niños, incluso en los dulces. A pesar de que el eclecticismo del DF hace convivir bajo un mismo cielo a inmuebles modernísimos como la recién inaugurada Torre Mayor, el edificio más alto de América Latina, junto a vestigios del pasado colonial, los habitantes de la urbe han dictaminado, según encuestas, que la edificación más bella es el Palacio de Bellas Artes construido en mármol de Carrara y sede del Ballet Folclórico Nacional. Ciudad México es, sin dudas, el corazón de México pre-colombino, colonial y moderno. No por lo barroco, sino por la poesía que late en sus pobladores venidos de toda la nación para allí, en su centro, rendirle culto a la patria mexicana.
LLEGAN LOS CONQUISTADORES ESPAÑOLES
Cuando el conquistador Hernán Cortés entró en escena con su tropa de 400 soldados el 8 de noviembre de 1519, se dice que quedó deslumbrado por la opulenta Tenochtitlán, la que se convirtió en blanco de su interés. De acuerdo con uno de los soldados de Cortés: “Tuvimos vistas tan maravillosas que no supimos qué decir o si eran reales. Las canoas llenaban el lago, las calzadas llevaban de ribera a ribera y en la distancia destellaba la gran Ciudad de México.” Al principio, el emperador azteca Moctezuma II se encontró con el conquistador Cortés y lo colmó de regalos, no ofreciendo resistencia para su entrada a la ciudad. El supersticioso emperador creía que Cortés, de piel blanca, cabello dorado y barbado era el gran dios serpiente emplumada Quetzalcóatl quien, de acuerdo con la trágica e irónica profecía,debía llegar del Este en el año Uno Caña (Ce Acatl) para gobernar la tierra. En el calendario azteca, 1519 coincidía con ese año. Por tanto, Moctezuma dio la bienvenida al extranjero con los brazos abiertos, entregándole regalos de oro y ofreciéndole alojamiento en palacio. Ese caso de errónea identidad produjo la desgraciada caída del emperador, mientras los españoles tomaban cautivo al gobernante azteca y se lanzaban a una sangrienta masacre de Tenochtitlán, que duró cerca de dos años. Posteriormente, Moctezuma fue lapidado durante un motín de su gente en contra de los españoles y murió el 30 de junio de 1520. Esa noche, que la historia registró como La Noche Triste, Cortés fue expulsado de Tenochtitlán. Con el peso extra del oro robado, muchos españoles se ahogaron en el Lago de Texcoco y se dice que Cortés descansó bajo un árbol grande en el pueblo de Tacuba, durante la retirada, llorando su pérdida. Lo que resta de ese árbol se ha convertido en algo así como “leyenda urbana” en la moderna capital de hoy en día. Fue el primo de 26 años de edad de Moctezuma, Cuauhtémoc, quien le sucedió como emperador y condujo a los aztecas en las batallas finales en contra de los conquistadores, hoy es casi reverenciado. Para 1521, tras muchas batallas y cuatro meses de bloqueo que provocó que los ciudadanos murieran de hambre, sed y enfermedades llevadas por los extranjeros, la ciudad azteca finalmente quedó bajo el dominio español. El 13 de agosto de 1521, el poderoso imperio azteca cayó y Cuauhtémoc fue hecho prisionero en el sitio que hoy ocupa la Iglesia de la Concepción, cerca de Tlatelolco.
CORTÉS CONSTRUYE LA CAPITAL DE LA NUEVA ESPAÑA
Cortés y sus hombres edificaron la nueva capital colonial, que bautizaron como Nueva España, por encima de la asolada capital azteca, utilizando piedras de los grandes palacios y templos para construir sus propias iglesias y edificios. Cuando los españoles llegaron por vez primera en 1519, Tenochtitlán era más grande que cualquier ciudad europea, con 300,000 habitantes aproximadamente. Cerca de 40 años más tarde, la población se registró en casi 75,000. Durante la era colonial, la Ciudad de México creció sobre el sofisticado diseño de parrilla realizada por los aztecas, aunque la ciudad adquirió un distintivo aire español con estilos arquitectónicos europeo y morisco. Los franciscanos y dominicos convirtieron a los indios al cristianismo, creando una interesante mezcla de hábitos y ceremonias que pueden verse incluso hoy en día. Los pobladores originales de la ciudad gradualmente se entremezclaron con los españoles, dando lugar a los mestizos – personas mezcla de sangre española e india – que integran a la gran mayoría de la actual población de México.
SAN ÁNGEL Y COYOACáN: ENCLAVES COLONIALES
Al extremo sur de la Ciudad de México se hallan San Ángel y Coyoacán. Antiguamente eran dos pueblos separados, situados en las afueras de la ciudad, pero hoy forman parte física de la capital del país con características muy propias. Aquí, las estrechas calles adoquinadas giran y se mezclan en un laberinto de residencias coloniales de altas paredes, amplios parques despejados y plazas adornadas con gráciles fuentes de agua. En el siglo XVI, cuando Hernán Cortés y sus ejércitos conquistaron la antigua ciudad de Tenochtitlán se asentaron en Coyoacán. Las calles y patios muestran vestigios de ese pasado que los vincula con enormes haciendas y conventos. Coyoacán ostenta aún los restos de bellas residencias y mansiones. Al oeste de Coyoacán, y de apariencia bastante similar, se halla San Ángel. Durante la época colonial, esta zona atrajo a ricos españoles que encontraron agradable su clima y perfecto su ambiente rural para establecer fincas y residencias veraniegas. Muchas de las distinguidas figuras políticas, artísticas y literarias de México han vivido en San Ángel y Coyoacán. Aquí habitaron, durante un tiempo, además de Cortés, La Malinche –su amante y traductora indígena– y muchos virreyes españoles, además del emperador Maximiliano y su esposa Carlota. Entre las figuras célebres contemporáneas, cabe destacar al rey Carol de Rumania, a la actriz Dolores del Río, a León Trotsky y a los artistas Diego Rivera y Frida Kahlo; además, a José Luis Cuevas. Las residencias de Trotsky, Rivera y Kahlo son ahora museos. Otro punto de interés es el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. La antigua residencia y estudio del artista ha sido convertida en un museo lleno de sus efectos personales: pinceles y pinturas, cartas y fotografías de amigos, cuadros, y una animada colección de Judas en cartón piedra que representa el mal. En Coyoacán, que significa “Lugar de los Coyotes”, irradia todavía el encanto de un antiguo pueblo. Los sábados y domingos sus plazas – Jardín del Centenario y Jardín Hidalgo– se animan con la presencia de vendedores, pantomimas, músicos aficionados, poetas, artistas y payasos. Una de las visitas ineludibles en ese enclave es el Museo Frida Kahlo, la casa donde nació y murió la conocida artista y el Museo Nacional de Culturas Populares, lleno de muestras que despliegan las tradiciones mexicanas.