Los cayos están de moda
En su travesía por el Caribe y el Atlántico, Cuba no anda sola, la acompañan más de 4000 cayos e islotes, característica por la que algunos la definen no como una isla, sino como un archipiélago. Una década atrás, con excepción de la Isla de la Juventud y Cayo Largo del Sur, ambos en el extremo meridional del occidente cubano, esas miles de porciones de tierra eran parajes vírgenes en los que solo el trinar de las aves o el sonido producido por alguna de las especies terrestres que en ellos habitan interrumpían ocasionalmente la quietud imperante. Fue con el despunte en el país de la llamada industria del ocio, a principios de la década del 90 del siglo pasado, que el hombre comenzó a ambicionar los alrededores de Cuba, en especial aquellos cayos que le sucedían en tamaño y ofrecían oportunidades excepcionales al turismo. Distantes algunos de esos prometedores puntos a varias decenas de kilómetros de la Isla Grande, se hacía imprescindible enlazarlos a ésta para facilitar la creación de toda una infraestructura necesaria para el desarrollo del sector. El hombre aceptó el desafío y echando piedra tras piedra al mar construyó, en relativo poco tiempo, dos importantes obras de la ingeniería vial cubana, conocidas aquí como pedraplén (autovía sobre el mar), que abrieron el camino a los cayos Coco, Guillermo, Paredón Grande, Romano, Santa María, Ensenachos y Las Brujas, todos en el litoral norte de las provincias centrales. Hasta ese entonces, Varadero era para muchos, naturales y foráneos, la mejor de las playas. No se sabía de otras que la igualasen o superasen en cuanto a la transparencia de sus aguas, suave descenso y textura de sus blancas arenas. Pero los primeros visitantes que arribaron a los nuevos destinos, en la actualidad muy de moda, quedaron prendados al corroborar con sus propios ojos lo que antes solo habían visto en imágenes. La hegemonía de los balnearios cubanos pasó a ser compartida.
Jardín para Su Alteza También identificados en los atlas geográficos con el nombre de Archipiélago Sabana-Camagüey, los Jardines del Rey abarcan 465 kilómetros a lo largo del litoral norte de las provincias desde Matanzas hasta Camagüey. El nombre con el que comercialmente han triunfado como destino de vacaciones lo debe al conquistador español Diego Velázquez, quien en una travesía por la zona, en 1514, decidió llamar así a esta singular región, en honor a su majestad Fernando el Católico. En este archipiélago se concentra el 60% (2 517) de la totalidad de los cayos que rodean a Cuba, incluidos dos de los mayores, Cayo Romano (777 Km.2) y Cayo Coco (370 Km.2), lo que les confiere categoría de islas. Los Jardines son el hábitat de más de 700 tipos de plantas (126 de ellas endémicas), 958 especies de la fauna terrestre y otras 900 variedades de peces que en su mayor parte se refugian en unos 450 kilómetros de arrecifes coralinos. Con la apertura del primer hotel de Cayo Coco, en 1992, fue lanzado oficialmente el destino, el de más dinámico crecimiento dentro de la industria turística cubana en la última década, que ya sobrepasa las 3 300 habitaciones, y al que se llega luego de transitar 17 kilómetros por la carretera que reposa sobre la Bahía de los Perros. No solo a los baños de mar se limita la estancia aquí de los veraneantes, pues existen lugares como el mirador rústico “La Silla”, donde se contempla la colonia de flamencos rosados que vive en el sur del cayo, el antiguo asentamiento de carboneros y otros en los que se puede pasear a caballo, pernoctar en cabañas rústicas, recorrer senderos o degustar comidas típicas. Pero una de las mayores atracciones del cayo es el recién estrenado parque natural “El Bagá”, que se extiende sobre 769 hectáreas de bosques y lagunas bien conservados. La instalación cuenta con una aldea aborigen y un embarcadero que dispone de un barco bucanero y punto náutico, desde donde es posible emprender una travesía por los canales en canoas similares a las empleadas por los aborígenes. El parque ofrece la oportunidad también de pasear a pie o en coches tirados por caballos por su extensa alameda, visitar la plaza colonial, el restaurante, cafeterías y áreas para la exhibición de especies de la fauna local y conocer la cultura campesina y afrocubana. Vecinos de Cayo Coco son Cayo Guillermo y Cayo Paredón Grande. Verde y prometedor, definió Ernest Hemingway en su novela "Islas en el Golfo" al primero, cuya superficie está ocupada en una tercera parte por playas de incomparable belleza como El Pilar. Flamencos, pelícanos, tomeguines, gaviotas, zunzunes, gavilanes y otras especies comparten el entorno con el visitante. Contrario a lo que su nombre pudiera hacernos creer, el segundo es el más pequeño del grupo (apenas seis kilómetros cuadrados), pero cuenta igualmente con atractivas playas y hermosos arrecifes coralinos. Sobresale allí el Faro Diego Velázquez, construido en 1859 sobre un promontorio rocoso, que aún hoy brinda servicios a la navegación.
Destino desconocido Hasta hace pocos años, Villa Clara era un destino turístico casi desconocido, visitado solamente por grupos de recorrido que permanecían algo más de un día en él para visitar el Mausoleo a Ernesto Che Guevara y sus compañeros caídos en Bolivia, o conocer algunos de los otros encantos de la provincia que constituye el centro geográfico de Cuba. Pero la construcción del mayor pedraplén del país, de 48,6 kilómetros de extensión, que mereciera por su diseño y respeto al medio el premio Alcántara (España), unió al territorio con los cayos Santa María, Ensenachos y Las Brujas, también en los Jardines del Rey. Santa María es una franja de tierra de 13 kilómetros de largo y entre uno y dos de ancho que por su litoral norte presenta una gran banda arenosa de suave pendiente y unos dos kilómetros de longitud bañados por aguas muy limpias y transparentes. En la región se puede practicar la arqueología, visitar el faro Caimán Grande, contemplar la belleza de los fondos marinos y la flora y fauna terrestres, con algunas especies endémicas, o realizar paseos marineros por los canales que conforman los cayos y admirar la naturaleza circundante. Ensenadas bien resguardadas y con calado suficiente permitirán en un futuro cercano, la construcción de bases náuticas y marinas que se irán sumando a los hoteles que allí se estrenan para aprovechar mejor las rutas de navegación y los escenarios apropiados para los deportes naúticos: velas, pesca de altura, surfing, carreras de velocidad, esquí acuático, etc. Hacia el oeste del cayo aparecen fondos rocosos (cabezos) combinados con un arrecife coralino que amaina la acción de los vientos y evita las marejadas en las playas de Santa María, Ensenachos y Las Brujas, además de dar refugio a decenas de especies submarinas, de gran belleza para la contemplación y la fotografía subacuáticas. Un total de 248 tipos de plantas conforman la flora de la región, donde un refugio de fauna ocupa una superficie de 77 844 hectáreas. Entre las numerosas especies que habitan en ella están las corúas, flamencos rosados, gaviotas, corales, el pez perro (exclusivo de estas aguas), cantil, chivirica, moluscos, iguanas acostumbradas a la presencia del hombre y otras especies endémicas como la jutía rata de Cayo Fragoso y el chipojo azul de Cayo Santa María. Ensenachos es el más pequeño de estos tres cayos y muchos coinciden en que posee las mejores playas. Su ubicación, detrás de Cayo Santa María, impide que lleguen a él las grandes olas cuando el mar bate con fuerza y asegura la calma durante todo el año. Una leyenda popular que habla sobre los amores frustrados de una joven pareja por el celoso tío de la muchacha, terminó por dar nombre a Cayo Las Brujas, donde primero llega el visitante al recorrer el pedraplén. A unos minutos de navegación de aquel lugar se encuentra un pequeño hotel flotante, el barco San Pascual, varado a una milla de Cayo Francés desde 1933. Esta reliquia de la ingeniería naval, botada al mar en 1919 en los astilleros de San Francisco, California, para ser empleado en la transportación de mieles, fue renovada y convertida en un hotel flotante que dispone de 10 confortables camarotes, bar-restaurante y una envidiable posición para contemplar la naturaleza que le rodea. El San Pascual guarda recuerdos de la presencia en estas aguas del escritor norteamericano Ernest Hemingway y del pintor cubano Leopoldo Romañach, quien encontró en su cubierta la inspiración para pintar algunos de sus paisajes marinos.
Aproximación al paraíso Desde que hace poco más de un cuarto de siglo comenzó a recibir visitantes en planes de turismo, son cada vez más los que comparan a Cayo Largo del Sur con el paraíso terrenal. Este islote clasifica por su extensión (37,5 kilómetros cuadrados) como el segundo del Archipiélago de los Canarreos, uno de los más importante grupos insulares que rodean a Cuba, formado por 350 islas y cayos, entre los que sobresalen además, la Isla de la Juventud, Cayo del Rosario y Cayo Cantiles. Ubicado al sur de La Habana (177 kilómetros), Cayo Largo posee una franja de 25 kilómetros de arena, repartidos entre las playas Lindamar, Tortuga, Blanca, Los Cocos y Sirena. La fauna revela la existencia de colonias de tortugas que aún acuden a desovar en la arena, gaviotas, pelícanos y otras especies tropicales que embellecen con su presencia la naturaleza y la flora de Cayo Largo, integrada por palmas de miraguano, uvas caletas y cocoteros. Una marina internacional facilita la práctica del buceo, yatismo, kayacs, katamarán, snorkeling y demás actividades náuticas, paseos en yate, excursiones y la pesca. Aguas muy verdes por los bancos de moluscos que habitan los fondos marinos, refugios de iguanas que aceptan los alimentos de la mano de las personas, hermosas aves oceánicas que anidan junto a las rocas y playas de arenas negras formadas por la erosión de las aguas sobre las rocas de mármol, conforman el espectáculo natural que el visitante apreciará si se decide a recorrer los cayos Rico, Iguana, Los Pájaros y Cantiles, y la Isla de la Juventud.
También la Reina tiene un vergel Hecho el cumplido al rey, faltaba un halago para su majestad Isabel la Católica. Fue así que en su honor el propio Diego Velázquez denominó al archipiélago situado al sur de la provincia de Camagüey, Jardines de la Reina. Este lugar de naturaleza salvaje y exuberante posee playas arenosas de poca extensión y sus aguas, que resguardan numerosos arrecifes coralinos, son reconocidas como un verdadero paraíso para el buceo, con zonas que se extienden hasta los 70 kilómetros. Mucho más aventurera y natural que en regiones similares del país es la vida en esta zona, donde no existe la gran infraestructura de los otros destinos aquí presentados. Un hotel flotante acoge a quienes viajan hasta este archipiélago para ejercer la pesca de especies como el sábalo, palometa y macabí (bonefish), iniciarse en el buceo con la ayuda de especialistas avalados internacionalmente o proseguir la práctica de esta modalidad. En Cayo Caguama, situado en el borde suroriental de la denominada Cayería de las Doce Leguas, tortugas, iguanas y gaviotas comparten el medio con las palmáceas. Con apenas 12 Km2 y unos 14 de longitud en su litoral sur, de ellos 51/2 de playas de primera calidad, Caguama se distingue por sus extensas franjas de arena fina, que van de los 5 a los 20 metros de fondo. Tiene excelentes paisajes subacuáticos próximos a la costa, compuestos por colonias de coral negro, gorgónidos de gran tamaño, esponjas y abundantes especies de la fauna marina, entre muchos atractivos más.
Levisa Al norte de la occidental provincia de Pinar del Río, como parte del archipiélago de Los Colorados, aparece Cayo Levisa, al que se llega después de una corta travesía iniciada en el embarcadero Palma Rubia. Quienes se alojan en el pequeño aunque confortable hotel, van en busca de su magnífica playa coralina o de los fondos marinos cercanos, que se pueden explorar en los 15 sitios de buceo localizados. En las proximidades se encuentran formaciones masivas de coral de estrellas y coral cerebro, abanicos de mar, gorgonias plumosas y numerosos peces como loros, barberos, roncos, chapas, chernas, pargos criollos y variados crustáceos como la langosta. Verdaderos paraísos, en fin, constituyen estos cayos; el exotismo y las sorpresas que deparan han despertado el interés de miles de visitantes que acuden a ellos movidos por el afán, inherente al género humano, de nuevos descubrimientos y aventuras.