TUCKER; una verdad inconveniente
PROYECTO Y DESARROLLO Preston Tucker llevaba años vinculado al automovilismo. Trabajó para Ford, Cadillac, Studebaker, Chrysler, Pierce Ariow y fabricó autos de carreras. A finales de la Segunda Guerra Mundial (S.G.M.), Tucker tenía un sueño: su auto, el Tucker. En ese momento los fabricantes norteamericanos, obligados a costos mínimos, relanzaron los modelos existentes antes del conflicto. El Gobierno, por su parte, debía retribuir el “patriotismo” demostrado por su industria con la producción de material bélico. Así, la maquinaria echó a andar. EL AUTO El Tucker tenía un inusual concepto aerodinámico, y aunque el Chrysler Airflow de 1936 ya lo había intentado, el Tucker logró una cifra digna de la era de la computadora y los túneles de viento: Cx=0,27. Su diseño era imbatible. Salió de la mesa de Alex Tremulis, creador de esa tríada de oro que fueron el Duesemberg; el Cord y el Auburn. Preston Tucker se lo encargó el 24 de diciembre de 1946 y en solo ¡seis días! el auto tenía forma definitiva. Este incluía un refuerzo alrededor de la carrocería para proteger la cabina; llantas de magnesio; frenos de discos y panel acolchado. El motor era trasero y unos convertidores de torque hidráulicos -originales de Cord- transmitían la potencia desde ambos extremos del cigüeñal a las ruedas traseras. Así, eran innecesarios el árbol de transmisión, embrague, cardanes, el diferencial y el eje trasero a todo lo ancho del auto. Cada rueda iba suspendida, individualmente, con piezas de aluminio forjado a fuego, y reaccionaba independientemente a los obstáculos del camino. Unas gomas sustituían a los muelles, de resortes o de hojas. Las luces eran de los elementos más famosos del Tucker. La tercera luz frontal, ubicada al centro, adquirió el sobrenombre de “Ojo de Cíclope”, en alusión al mítico personaje. Ella giraba si el auto lo hacía más de diez grados y en su misma dirección. Tucker quería su propio motor y no menos 150 HP. Era de seis cilindros opuestos con cámaras de combustión hemisféricas –criterio que luego llevó millones a Chrysler por sus motores Hemi, los cuales aún produce-; inyección de combustible; válvulas a la cabeza; elevadores hidráulicos; y block y tapa de aluminio. LOS PROBLEMAS Como es lógico en todo proyecto, los tropiezos aparecieron. El motor Tucker primero y luego la transmisión debieron ser cambiados. El motor tuvo problemas con el mando a las válvulas y su cota de potencia real no alcanzó los 150 HP prometidos por Tucker. Se sustituyó por el motor de helicópteros Franklin, cuya fábrica fue adquirida. La transmisión Cord, diseñada para un auto de tracción y motor delanteros, no pudo con los 166 HP del nuevo motor. Se llamó al diseñador de la transmisión Dynaflow de Buick para crear una Tuckermatic. Con solo 27 piezas, unas 90 menos que las similares de la época, ésta tuvo problemas en la marcha atrás y la prensa especializada ridiculizó al Tucker al decir que no iba en marcha atrás. Mas el peor problema de Tucker estaba por llegar. Tanto esfuerzo requería de importantes sumas de dinero, el cual Tucker tuvo que encontrar. Creó un singular Programa de Compra de Accesorios: los futuros clientes podían -antes de la fabricación de su auto- comprar, tantos accesorios como quisieran. Fueron 2 000 000 de USD, muy necesarios. Esta fue la oportunidad esperada. De inmediato la U.S. Securities and Exchange Commission y la Oficina del Fiscal General de los Estados Unidos reaccionaron con sendas investigaciones sobre el procedimiento. La algarabía tuvo amplia cobertura de prensa. Al final los cargos fueron desechados, pero la imagen de Tucker quedó herida de muerte. PUNTO FINAL Para colmo de males, el 19 de junio de 1947 y ante 3 000 personas el auto rompió la complicada suspensión y a pesar de los esfuerzos de los mecánicos debió ser subido a empujones al escenario. Al levantarse el telón los aplausos de los asistentes encontraron a la hija de Preston Tucker regando champagne, al estilo de los podios de competencia, sobre su padre y los aún engrasados técnicos. Al final los Tucker no pudieron con tantos obstáculos. Incluso el filme con su historia costó no pocos sinsabores a su creador, Francis Ford Coppola, cuyo padre fue uno de los inversores en el singular auto. En la película también colaboró George Lucas. Él y Coppola son propietarios de autos Tucker, el último ha declarado “…ese hermoso y atractivo automóvil despertó mi imaginación, pero fue algo más: me dio una completa visión de lo que sería nuestro país en veinte ó treinta años, basado en nuestra posición en el mundo… nuestra innovación tecnológica”. ¿Se refería a cómo los intereses de los grandes monopolios, logran poner trabas a soluciones eficientes y seguras?