La idea, que surgió en 1941 (en plena II Guerra Mundial), fue de los diseñadores franceses Maurice Goudard y Marcel Mennesson, era sencillo: montar sobre la rueda delantera de una bicicleta un pequeño motor de dos tiempos (45 cc, 25 kg de peso y menos de 1 CV de potencia), capaz de impulsar al pedalista a una velocidad de 30 km/h, para recorrer 100 km con solo un litro de combustible.

En una época en que las economías europeas padecían los efectos de la Guerra, los ciudadanos necesitaban un medio de trasporte económico y el Velosolex tenía un precio accesible (por debajo del salario medio) y consumía muy poco combustible, era fácil de manejar, seguro y atractivo, todas las condiciones en ese momento para cosechar un rotundo éxito. Servía tanto en la ciudad como en el campo.

Los diseñadores del Solex equipaban su velomotor con lo estrictamente necesario, los frenos: el delantero de patín y el trasero de tambor, así como un pequeño farol en la parte delantera, eran todos los extras, su color siempre negro. Los propietarios le añadieron algunas comodidades: un timbre, portamaletas trasero, una caja de herramientas y un soporte para trasportar una lata de solexine.

El solexine era un combustible especial para los VeloSolex  que fabricaba y vendía la  transnacional inglesa BP desde 1947 y no es para menos, pues entre los propietarios de VeloSolex se vendieron seis millones de litros en cinco años. Todas las cifras de este ciclomotor son millonarias, hasta 1981 se habían comercializado más de 5 000 000 de VeloSolex y en 1988 la cifra pasó de los 8 000 000.

Aparte de Francia, donde nació, el velomotor Solex se fabricó en Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, España y Japón, así como estaban organizados más de mil puntos de venta por todo el mundo. Según me dijeron, los de Cuba vinieron de España. No fueron muchos, pero los que había despertaron gran interés. Los españoles los fabricaba Orbea desde 1956, bajo licencia; era el modelo VeloSolex 1.100.

A lo largo de los años se construyeron otros modelos, siempre con el mismo patrón de austeridad, aunque un motor un poco mayor (49,9 cc) que llegaba a 35 km/h. Los modelos eran el 1.700 y el 3.800. El lector y amigo Socarrás, que tuvo un VeloSolex en sus años mozos, nos pidió indagar sobre tan peculiar vehículo, que fue su felicidad durante el tiempo que lo disfrutó.

A pesar de sus grandes éxitos, VeloSolex desaparece a finales de los años 80. Nuevos ciclomotores más potentes y modernos le dan el golpe de gracia. En Francia, salen las últimas 100 unidades en 1988. Pero contra todo pronóstico, VeloSolex renace en Hungría en 1995 con el modelo S-3.800, que permanece intacto en lo básico, pero con ciertas mejoras y mayores prestaciones.

Sin embargo, no consigue recuperar el mercado perdido. No es hasta el año 2004 que CIBLE Group, la compañía francesa que compró la marca Solex a Magneti Marelli y el estudio de diseño Pininfarina, trazan un plan para rescatar el concepto original que dio éxito al legendario ciclomotor, con el objetivo de realizar una nueva versión mucho más contemporánea.

Tras meses de colaboración sale al mercado el nuevo “e-solex”, un ciclomotor que une el estilo clásico del Solex con los más avanzados conceptos de estética, funcionalidad y eficiencia. Así, una vez más Solex debe su éxito a su capacidad de adaptarse a las necesidades y cambios técnicos, hoy día su opción de energía eléctrica, ecológica, y su diseño innovador son garantía de (otra vez) su posible triunfo.