Primero, porque un piloto de F1 en activo ha vuelto a ganar uno de los desafíos más difíciles del mundo fuera de los Grandes Premios, algo que no pasaba desde 1991, con el triunfo de Johnny Herbert y Bertrand Gachot con su inolvidable Mazda 787 de motor rotativo. Y segundo, porque el exitazo de este coche, con capacidad de 8 megajulios de energía en sus baterías, parece marcar un punto de inflexión para el casi invencible proyecto Diesel híbrido de Audi, que hoy ha tenido que conformarse con el tercer escalón del podio, a tres vueltas del coche ganador.

Un motor de gasolina V4 de dos litros de cilindrada le ha bastado al piloto alemán de Force India y a sus compañeros Earl Bamber y Nick Tandy para completar, además, una de las carreras más rápidas de la historia en el mítico trazado de La Sarthe, al que han dado nada menos que 395 vueltas en un día de actividad frenética, a tan solo una del récord histórico de 2010.

El ritmo del que han hecho gala los 919 desde que el sol cayó es una de las claves que explica su victoria sin paliativos, además de su sorprendente fiabilidad. La victoria de Porsche es la primera de la casa de Stuttgart desde aquel 1998 en el que los GT1 lograron un espectacular doblete, marca que hoy han repetido con el 919 de Hartley, Bernhard y Mark Webber, que sube al podio en su segunda participación en las 24 Horas, después de abandonar la Fórmula 1 a finales de 2013. Un hito histórico que nos retrotrae a otros tiempos, también gloriosos, para el entonces conocido como Mundial de Marcas. El hito de Hülkenberg refulge desde cualquier perspectiva, y redondea una trayectoria deportiva casi perfecta y repleta de éxitos al margen de la Fórmula 1.