Disfruto mucho ir a la casi mitad de Cuba, a esa ciudad capital con más de medio siglo de existencia, en cuyo centro todo está como recién pintado y se han recuperado sus entrecalles adoquinadas. Hay una canción de Silvio Rodríguez que para mí es como una anunciación sobre ese espíritu del alma que se aprecia: «Algo nos está pasando / desde que la gente está empeñada / en quererse amar y en poder vivir».
Poco a poco han renacido las instituciones culturales que hace apenas cuatro años atrás eran como un saco sin fondo de infortunios. Hoy, quienes la viven y sueñan en su aniversario 503 la citan como la cuarta villa fundada, en clara provocación intelectual a otras provincias cubanas, mas algo es evidente: por sobre cualquier apreciación coyuntural, aquí el arte y la cultura distinguen y enriquecen, y son como el pan de cada día.
Quizás un elemento de prueba sea que la Feria del Libro de Sancti Spíritus vendió más ejemplares que Camagüey u Holguín, con muchos más habitantes y experiencia organizativa. Otros hablan de lo que demostró la Feria Tecnológica en aras de fomentar una cultura tecnológica responsable sobre los valores más auténticos de la historia y de la sociedad cubana. Algunos citan la exitosa Semana de la Cultura de Japón, ya por tercer año consecutivo, así como la concurrida subsede del Festival Patria Grande, en Trinidad y en Sancti Spíritus. Una visión nada provinciana de la vida cultural.
Cuando uno ha visto tanto, verifica que en un territorio el asunto no es solo de asignación de fondos estatales, sino del verdadero liderazgo de la institución, si se sitúa al lado de un movimiento cultural y artístico, por diverso que sea. Y ya sabemos que en buena política lo esencial hay que hacerlo visible a los ojos.

Los hechos hablan por sí solos
Un antiguo salón de reuniones en la Casa del Teatro se ha convertido en una acogedora sala experimental, y después de un estreno de Cabotín Teatro, usted puede sentarse a compartir en el Café El Pícaro Burlado, otra señal de que las cosas han empezado a cambiar para bien.
Ya no es solo la acogedora Sala Guiñol, que fue la primera en quedar totalmente reconstruida: hoy hay cinco salas teatrales, y hasta Eugenio Barba y Odín Teatre, entre quienes han venido a intercambiar con los empecinados teatristas espirituanos, han realizado cruzadas por las comunidades, estrenando siete obras en un año y fundando eventos de alcance nacional.
Como siempre hay alguna sorpresa en cada viaje, esta vez fue encontrar la Sala Teatro Garabato, remozada hace pronto un año, climatizada y con varias decenas de confortables butacas. Quien vio este viejo cine inundado de montañas de escombros en el mismo parque central Serafín Sánchez, y a los actores con tenacidad ensayando en el lobby, saben cuánto se experimenta al ver a niños aficionados trabajando en el escenario. Detrás del telón está el respaldo del Consejo de las Artes Escénicas y la Dirección Provincial de Cultura.
Otra instalación restablecida es la Galería de Arte Oscar Fernández Morera, con una hermosa exposición dedicada al Apóstol de la independencia de Cuba en pleno bulevar, en tanto ya se labora en la prolongación de la misma, que sale a la otra manzana del centro histórico.
Regresaron con fuerza el Concurso de Composición y el Salón de la Ciudad Juan Andrés Rodríguez Paz. Nació el Festival de Teatro La Cuarta Villa, con la asistencia de casi todas las agrupaciones del territorio y como invitados el Guiñol de Santa Clara y Teatro de Luz, de Camagüey. La Uneac celebra el XVI Salón de Pequeño Formato, auspiciado con frecuencia bienal por la filial de artistas de la plástica.
Y esto no significa que no sea urgente revisar el Coloquio de la Cultura Espirituana, que, según criterio del semanario Escambray, cada año decrece en número de participantes y calidad de sus propuestas. O que la celebración de la Semana de la Cultura no haya estado a la altura de la celebración del milenio. Lo importante es que la tierra se mueve, aun cuando tanto falta por hacer.

La Casa de la Guayabera vivita y coleando
Y Carlos Figueroa igual no cesa: hay un hermoso testimonio de cómo ha llegado cada pieza a esta casa-museo, con una colección única en el mundo, y un propósito en marcha desde hace más de una década: honrar a la guayabera como prenda nacional, en la ciudad donde la historiografía local del siglo xviii afirma que nació.
Porque son ya más de doscientas treinta guayaberas, sea la de un escritor espirituano como Julio Crespo Francisco —autor de los libros Mariela y el bonsái y Bandidismo en el Escambray—, quien antes de morir deja el mensaje de donación en el bolsillo de su prenda preferida, una guayabera azul en el escaparate familiar; o el afamado escritor Senel Paz, quien fue portador de la guayabera de Frei Betto, también firmada en el reverso del cuello por su propietario en ocasión de que este último participara en Cuba en el Congreso Pedagogía 2015.
Alguna vez él, que es a la vez un gestor, promotor, periodista y comunicador, escribirá esta historia de cómo ya se exhiben de forma permanente piezas de relevantes personalidades como Fidel Castro, Alicia Alonso, Hugo Chávez, Gabriel García Márquez, Evo Morales y Rafael Correa.
Para no hablar del ambiente que se respira en la antigua finca Santa Helena, donde lo mismo puede uno visitar la tienda de confecciones La Alforza, que fabrica allí mismo guayaberas de factura artesanal, que asistir a relevantes conciertos y sentarse a tomar un buen café contemplando la vista del Yayabo, lo que demuestra la sabia decisión del gobierno local en el año 2012 de entregar al proyecto de desarrollo local esta majestuosa instalación de estilo neoclásico.
Ahora, un maestro como Nelson Domínguez ha decidido inaugurar su exposición de veinticinco piezas inéditas, titulada Collages recientes, justo en el quinto aniversario, en la Quinta de Santa Elena, a orillas del puente Yayabo. Una de las novedades es su cartel: una guayabera real intervenida por el propio artista. A su vez, modelos espirituanos desfilaron con prendas de factura del proyecto Guayza, de Ciego de Ávila, que también cuenta con creaciones de Domínguez Cedeño, en tanto la Casa de la Guayabera confeccionó con tela una pieza de gran tamaño y la infló, para que el propio Nelson la dibujara.
 
Trinidad es una oportunidad de desarrollo
En los debates publicados en la prensa local y en los que se suceden cotidianamente en la Unión de Escritores y Artistas, o en los encuentros con los directivos del turismo, el tema Trinidad es una recurrencia. La prensa y la intelectualidad urgen a repensar estrategias para la segunda capital de Sancti Spíritus, adonde los visitantes foráneos no cesan de llegar.
Lo he visto con mis propios ojos en esta joya de nuestro patrimonio: lo mismo japoneses, alemanes que australianos dando vueltas por las calles de piedra con las maletas a cuestas, disputando una habitación vacía, o en las noches ir de restaurante en restaurante buscando opciones para sus variados gustos, sean gastronómicos o artísticos. Y lo que más me llama la atención es que las instalaciones estatales muchas veces permanecen desiertas en las noches, lo que ratifica la urgencia de replantearse el futuro desarrollo integral de la ciudad.
Es una verdadera oportunidad esta crisis de desarrollo. Si algo ha dejado claro la Dirección Provincial de Cultura, en palabras de su director Rolando Lasval Hernández, es que ello solo es posible a través de una estrategia consensada de todos los organismos: cómo dar respuesta a las necesidades siempre crecientes del sector turístico para una ciudad colonial cuyo abasto de agua ni siquiera está concebido para la explosión demográfica actual y mucho menos para la avalancha turística que ya sufre.
Quizás ningún espacio mejor para plantearse dinamizar la programación cultural de esta urbe, y el fortalecimiento del sistema de instituciones culturales, allí donde los museos y sus colectivos parecieran tener sobre sus hombros la defensa de la identidad cultural del territorio, ante la inestabilidad de la Dirección Municipal en los últimos años.
El mejor referente es sin dudas la reparación de la torre y mirador principal del Museo de Historia, además de la instalación de los binoculares para que los turistas puedan presenciar la antiquísima villa y más allá, hasta el Valle de los Ingenios, cuyo desarrollo es una asignatura en la que avanzan el turismo y la cultura. Quizás el peor, el Teatro La Caridad, que sigue a medias a pesar de los múltiples dolientes, y que requiere ser visto como una prioridad para la provincia y para el país.

Ningún lugar mejor
La visión que hoy caracteriza a los procesos culturales de la provincia, y que —con los mismos presupuestos asignados— abarca desde el uso de las nuevas tecnologías de la información hasta el respaldo incondicional a la enseñanza artística, posibilita que se tracen nuevas metas, una vez recuperada la credibilidad institucional de los creadores y promotores culturales
Ningún lugar mejor para proponer la realización de un festival internacional de las artes, que puede ser puente entre ambas ciudades, Trinidad y Sancti Spíritus, y debiera nacer, ante todo, de la concertación con las entidades turísticas. Experiencias como la Fiesta del Fuego en Santiago de Cuba o la Jornada Cucalambeana en Las Tunas nacieron de estas coyunturas y demuestran que los eventos culturales pueden convertirse en un nuevo atractivo y agregado de valor para las agencias de viaje y el turismo en general.
Si alguien puede, es Sancti Spíritus. La pujanza de sus artistas, la diversidad y encanto de sus hoteles y hostales, la fortaleza renovada de sus instituciones culturales, el claro diálogo que se aprecia entre lo mejor de la intelectualidad espirituana y muchos de sus directivos, son la mejor prueba de ello.
Lo decía José Martí, Héroe Nacional de Cuba, cuya imagen recrean las múltiples miradas de la exposición de la Galería de Arte Oscar Fernández Morera: «A puerta sorda hay que dar martillazo mayor, y en el mundo hay aún muchas puertas sordas».