Sabor colonial entre naturaleza y mar

Por el norte el Caribe; en sus calles todas las formas de vida tradicional…; en los alrededores, naturaleza pura y el Parque Nacional Sierra Nevada, que alberga las montañas costeras más altas del mundo, como guía para los navegantes e inexpugnable guardián.

Fue hacia 1525, se asegura, que los españoles fundaron esta ciudad en la costa norte de la actual Colombia. Hoy es un compendio de hermosos lugares, detalles, espacios y plazas de intacto sabor colonial y aire romántico sobre cuyas piedras o paredes parecen seguir viviendo las almas de todos aquellos que en su momento se lanzaron al mar en busca de lo desconocido. El núcleo antiguo constituye el alma de Santa Marta. Es donde se encuentran el convento Santo Domingo, el Museo del Oro de Tayrona y la Casa Consistorial, recintos de historia y tradición. Cual ciudad al borde de la costa caribeña, asediada por piratas y bucaneros, sus antiguas autoridades coloniales levantaron en ella varias obras de defensa, entre las que sobrevive el hermoso Castillo de San Fernando. La Catedral -elegante y sobria- en cuyo interior un nicho guarda los restos de Rodrigo de Bastidas, el fundador de la villa; o la pintoresca Iglesia de Mamatoco, cuya torre del campanario parece dividirse en dos secciones debido al trazo de sus decorados y las molduras, son paseos ineludibles de paso por esta ciudad. Pero a pesar de la magnificencia de una herencia patrimonial bien conservada en el Centro Histórico, que reluce especialmente por su orden impecable, o del inevitable impacto que puedan producir tan simbólicos lugares, como la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde el 17 de diciembre de 1839 murió Simón Bolívar El Libertador, y que fue declarada Santuario de la Patria, Santa Marta no es solo un baño de historia a través de sus múltiples lugares casi sagrados, sino más bien un enorme bazar donde es posible disfrutarlo todo, desde una puesta de sol hermosa y una movida noche de cumbia al borde del hermoso malecón, hasta la aventura del ascenso a Sierra Nevada o un refrescante chapuzón en cualquiera de las seductoras playas que adornan el litoral de Magdalena. De eso se trata: de un lugar con todo, o casi todo, lo que el más fogueado de los turistas espera encontrar o recibir de un viaje a esta parte del mundo. Es decir, hospitalidad, historia y cultura; una rica tradición culinaria que se expresa en la típica y sabrosa gastronomía costeña –fabuloso universo de sabores del mar y de la tierra–; sitios excelentes donde pasar la noche; y la seguridad de tener las espaldas bien cubiertas, por la disponibilidad de una infraestructura hotelera moderna y una larga tradición como destino turístico internacional. Más allá, no obstante, apenas a 20 minutos de la periferia de la ciudad ubicada en el regazo de la Sierra Nevada, puede que esté lo que cualquiera tendría el legítimo derecho de preferir: la naturaleza, el trópico vivo, la floresta donde graznan y sobrevuelan bandadas de loros y aúllan los monos, como un modo de aviso a los demás habitantes de la selva de la presencia de excursionistas. Dispersos se encuentran alojamientos fabulosos que ofrecen la sensación de encontrarse en un mundo aparte, cada uno con sus propios atractivos, senderos asociados y paseos que regalan una experiencia sobrecogedora en escenarios de tarjeta postal. En esta tierra y por el lujo que supone la espectacular combinación de naturaleza y mar, una recomendación indeclinable es el Parque Nacional Natural Tayrona. Playas, manglares, bancos coralinos y arrecifes son parte de un escenario considerado uno de los mayores atractivos de Colombia; toda una sucesión de pequeñas caletas y bahías, acantilados rocosos, puntas y cabos a modo de singular complejo costero. Aguas cristalinas, arenas blancas y amaneceres luminosos conforman el entramado distintivo de la que está considerada una de las ensenadas más hermosas de América; sitio apacible e ideal donde confluyen el sonido del mar y el aire puro de las montañas, en una confabulación idílica de la que son un verdadero lujo las playas de Cabo San Juan, Bahía Concha, Neguanje y Cañaveral.

Accesos A Santa Marta se puede llegar vía aérea, terrestre y marítima. La ciudad dispone de un excelente entramado vial que la interconecta con el Parque Nacional Natural Tayrona y los corregimientos y sitios de interés de los alrededores. Desde Bogotá está a 965 km y en tiempo, por aire, a 1 hora y 25 minutos.

La oferta turística de Santa Marta tiene entre sus principales actividades, el disfrute del Centro Histórico y de la parte moderna de la ciudad, el montañismo y el senderismo con observación de fauna y flora silvestres, como platos fuertes, la arqueología, la playa y los deportes náuticos en todas sus variantes