Jorge Perugorría
El cuerno de la abundancia (2008)
Fátima (2014) / Miel para Oshún (2001)

"He hecho la carrera que he querido hacer"

CUANDO PUDO HACERLO, ESCOGIÓ CUBA Y SU CINE EN VEZ DE HOLLYWOOD. AUN ASÍ NO SE ARREPIENTE PORQUE HA RODADO EN CASI TODO EL MUNDO. DICE QUE LA “MODA CUBA” PUEDE REVOLUCIONAR SU CINE, “PERO NO DEBEMOS PERDER LA IDENTIDAD”. AL CONTRARIO, CREE QUE UN DÍA LOS CUBANOS TAMBIÉN DIRIGIRÁN EN HOLLYWOOD 

Más de medio centenar de películas. Producción de documentales y filmes. Varias series televisivas. Exposiciones plásticas personales y colectivas. Una galería de arte donde abre sus puertas a artistas consagrados y noveles. Ahora la dirección del Festival de Cine Pobre de Gibara, Holguín. Un matrimonio que viene casi desde la adolescencia al cual dice deberle mucho de sus logros. Cuatro hijos. Infinidad de amigos que tocan a su puerta para comentarle proyectos o pedirle ayuda en otros.
Jorge Perugorría es, sin dudas, un hombre que no tiene tiempo para aburrirse.
“No puedo estar sin hacer nada. Aunque esté cargado de trabajo en el cine, en varios empeños, siempre me estoy metiendo en nuevos proyectos, y a todos trato de ponerles pasión, la misma que vuelco cuando actúo o cuando pinto”.

Claro, la pintura es parte importante de tu ida, y es que muy pocas veces se ha dicho que, en realidad, Perugorría comenzó en las artes por la pintura…
Yo nací en el Wajay, una localidad a las afueras de La Habana, cercana al aeropuerto. Allí había una Casa de la Cultura y como a los once años un grupo de muchachos de mi aula nos metimos en un taller de pintura y estuvimos como dos años dando clases.
En realidad yo me frustré un poco, porque era muy intranquilo, y no tenía tanta paciencia para estar horas y horas, allí sentado, haciendo ejercicios, y veía como mis amigos iban adelantando y yo quedándome atrás, y empecé a desestimularme. Y a la par, ya en la enseñanza media, descubrí la actuación y me fui por ese camino.
Aunque dejé la pintura y me dediqué a la actuación, siempre seguí pintando como un hobbit. Primero estuve casi diez años haciendo teatro, hasta que apareció la oportunidad de hacer cine, y desde entonces mi vida cambió.
Fue en el año 2000 cuando retomé de forma digamos “oficial” la pintura, pues muchos artistas plásticos amigos, con los cuales de una u otra forma había trabajado o conocido, me convencieron de hacer una muestra auspiciada por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), que tenía un espacio justo para eso, para que los músicos que le gustara la fotografía expusieran, o lo hicieran los actores que pintaban, o sea, que expusieran allí lo que hacían como hobbit.
Así fue como hice mi primera muestra de pinturas, y me fue bien, lo cual me estimuló mucho. De allá para acá ya he hecho varias exposiciones personales en España, Italia, Estados Unidos, en Cuba, y prácticamente la pintura se ha convertido en otro camino, otra profesión y por supuesto otra manera de expresarme.

En el 2014 filmaste seis películas, en el 2015 estuviste involucrado en varios proyectos y de forma similar comenzaste en el 2016. Además trabajas en televisión en ocasiones, llevas adelante tus proyectos plásticos, la galería y ahora el Festival de Cine Pobre en Gibara. ¿Cómo puedes repartir tu tiempo entre tantas cosas?
Sí, realmente a veces tengo momentos de mucha intensidad, de mucha actividad. Pero creo realmente que cuando uno hace lo que le gusta, se realiza y está motivado, saca el tiempo y la energía porque te ayuda la pasión.
Realmente el año 2015 fue difícil. Hicimos las cuatro películas de las novelas de Leonardo Padura, que una debe salir como película, que es “Vientos de Cuaresma”, y las otras tres como una especie de serie.
En ellas interpreté el personaje de Mario Conde, que era un sueño mío de hace muchos años, porque creo que es uno de los más interesantes de la literatura cubana actual.
Es verdad que siempre estoy involucrado en muchos proyectos, como si me sobrara el tiempo, pero son cosas que las disfruto y me motiva la pasión.

A mucha gente le llama la atención el hecho de que Perugorría haya logrado hacerse un camino en el cine internacional, y sin embargo nunca haya dejado de trabajar en la cinematografía cubana, incluso nunca hayas dejado Cuba…
Yo desde el principio tuve claro, después del éxito de Fresa y Chocolate, de la proyección internacional de la película, que me empezaron a llamar de diferentes países, de distintas cinematografías, varios directores, que nunca iba a dejar el cine cubano. Que por la felicidad, la pasión y el amor que le tengo al cine cubano, yo no iba a renunciar a eso.
Tengo que confesarte que quizás sea la primera vez que lo comento, pues no había reflexionado mucho sobre esto, pero yo, que comencé a hacer una carrera en Europa y hacía muchas películas, cada vez que me llamaba Titón, Juan Carlos Tabío, Humberto Solás o el joven Arturo Soto, venía para acá y priorizaba hacer cine cubano.
Incluso dejé de hacer películas importantes con directores como Julio Médem, un director de culto dentro del cine español, que me llamó en dos ocasiones para filmar con él, y no pude porque una me coincidió con Guantanamera, de Tabío, y otra con una película de Humberto Solás.
Me dolió tenerle que decir que no, porque él quería trabajar conmigo y para mí era un honor filmar con él, pero lo tuve que rechazar porque para mí siempre fue una prioridad el cine cubano.
Así, muchos directores de España y Latinoamérica se acostumbraron a que yo era un actor cubano, que andaba por Cuba, y cuando me llamaran iba. Pero que si tenía una película cubana la iba a priorizar por encima de cualquiera que me ofrecieran ellos.

¿Nunca te interesó Hollywood?
Bueno, en realidad la primera vez que interactúe con Hollywood, cuando la nominación a los Oscar de Fresa y Chocolate, allí hablaron conmigo, me dijeron que les había gustado mucho la película, mi trabajo, y me propusieron que me integrara a una agencia de actores, que aprendiera inglés, pero les dije que no, porque en realidad en aquella época ir a Hollywood significaba no solo abandonar el cine cubano, con el cual ya te dije que estoy profundamente comprometido, sino también me obligaba a dejar Cuba.
Era un precio demasiado caro para hacer lo que en realidad ya yo estaba haciendo desde Cuba, donde tenía la libertad de hacer cine en Europa, en América Latina, en casi cualquier parte del mundo, y no me pareció que valía la pena pagar un precio tan caro.
Al final, es posible que si yo hubiera decidido quedarme en Hollywood, a lo mejor hubiera tenido la oportunidad, o no, de hacer carrera allí, pero no me arrepiento. La carrera que yo he hecho es la que he querido hacer.
Siempre he hecho cine cubano, y ese compromiso sigue vivo. Aun así, he tenido la suerte de un aprendizaje profundo, por poder rodar en casi todos los países donde se hace cine en América Latina y Europa, y esa experiencia personal, no solamente como actor me ha enriquecido, me ha hecho crecer como ser humano, porque he convivido y he conocido a otras culturas, a mucha gente. Ha sido un viaje mucho más interesante que si hubiera dado otro paso y alejado de mi país.

¿Y si te llamaran ahora?
Bueno, de hecho ahora mismo yo creo que hay más interés de Hollywood en venir a filmar aquí que en llevarse actores cubanos para allá.
En verdad, tendría que analizar bien el proyecto, porque a esta edad ya es mucho más difícil, no sé hablar bien inglés, aunque ahora mismo acabo de terminar una película en Estados Unidos, que dirigió Demián Bichir, el actor mexicano nominado al Oscar, que hizo de Fidel en la película, y que para él era un gran reto.
Como es mi amigo me llamó para que trabajara con él (Refugio) y me puso un gran reto, pues después de estar filmando unos días en México, de repente me dijo que nos íbamos para Nueva Orleans a rodar en inglés.
Aunque yo le dije que no sabía inglés, él me dijo que me ayudaba, me grabó los textos, me enseñó la fonética de la pronunciación y la fue corrigiendo poco a poco, y así tuve esa experiencia, que para mí fue muy difícil. Sin embargo, eso me permitió también conocer Nueva Orleans, un lugar maravilloso, de los que más me ha gustado en Estados Unidos, sobre todo por lo mucho que tienen en común con Cuba, por la música, el mestizaje.

Esta película tuvo como director a Demián Bichir, pero esa experiencia también la has tenido. ¿En qué momento decidiste pasar de la actuación a la dirección de documentales y filmes?
Yo creo que fue resultado de una evolución. Es algo que de cierta forma ocurre de forma orgánica en la vida de un actor. Por ejemplo, desde que llegué al cine y me involucré en él, más nunca he podido volver al teatro, en buena medida por la cantidad de trabajo. Pero también con los años, con las influencias y la experiencia del cine, y en ese afán de involucrarme tanto con el cine cubano, de buscar presupuestos, productores, de tratar de armar proyectos y ayudar de cierta forma a los directores, también fui viendo que había la posibilidad de generar documentales para dejar testimonios de algunos hechos como el concierto de Habana Abierta, en el que trabajé con Arturo Soto para dejar constancia de aquel fenómeno.
Después Vladimir Cruz (quien hizo el personaje de David en Fresa y Chocolate) me dijo que él también quería dirigir, y así salió Afinidades, nuestra primera película juntos, que la codirigimos entre los dos. Después me llamó Cucú Diamantes que iba a hacer una gira por Cuba y quería que le hiciera un documental y yo le propuse que fuera una película, y salió Amor Crónico. Luego fue Se vende y ahora Fátima, que es la última película que he hecho como director.
Yo creo que de cierta forma eso me hace sentirme más parte del cine cubano, no solo por tratar de ayudar a mantenerlo vivo, sino porque me encanta esa fase de experimentación que siempre los ha caracterizado, producir proyectos de cineastas en lo que creo, potenciarlos, y a la vez yo también contar mis propias historias.

Has dirigido, producido, actuado y apoyado siempre al cine cubano, sin embargo nunca has aceptado un cargo o responsabilidad institucional dentro de él. ¿Por qué?
Mi propio desenvolvimiento como actor, y luego en la dirección y la producción me ha hecho conocer a mucha gente dentro de la industria, he viajado a muchos festivales y establecido una relación profesional con muchas personas dentro del mundo del cine, y los he tratado de entusiasmar siempre para que vengan a filmar aquí, a financiar proyectos de acá, aprovechando esa oportunidad que la vida me ha dado.
Realmente lo he hecho desde la posición del artista, nunca de un dirigente que sea esa su responsabilidad. Nunca he aceptado ningún cargo porque como artista dedico tanto tiempo a mi trabajo y a mis proyectos que realmente no me sobra.
La primera responsabilidad que yo acepto en ese sentido es dirigir ahora el Festival de Cine Pobre que se celebrará en Gibara, Holguín a finales de abril de 2016.

¿O sea, que se mantiene vivo ese Festival que creó Solás?
Ya hace un tiempo hablaron conmigo la gente de Holguín, me transmitieron el mensaje de los gibareños y he tenido el apoyo hasta de la familia Solás, del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica), y mucha gente que me ha ayudado para tratar de volver a levantar ese festival.
Me siento muy identificado con eso que surgió por iniciativa de Humberto, porque yo de cierta manera tuve que ver con su nacimiento, vi cómo se gestó esa idea mientras filmábamos Miel para Ochún, que la hicimos con pocos recursos, un equipo reducido dentro de un ómnibus recorriendo todo el país, casi sin luces, con una cámara digital, porque fue la primera película cubana digital.
Cuando llegamos a Gibara, Humberto, que había sido uno de los directores que había hecho las películas más grandes dentro del cine cubano, con mucho presupuesto, escenografías, de pronto estaba con un equipo mínimo, una cámara digital, prácticamente sin luces, y aun así en ese momento entendió que por ahí estaría el futuro del cine, como ha sido.
Allí entendió que, aunque no se contaran con todos los recursos, lo más importante era contar nuestras historias, y por eso creó ese festival, al cual llamó así por ese concepto de bajo presupuesto. Todo eso de cierta forma me compromete con ese festival, y por eso acepté “oficialmente” dirigir algo.
El reto nuestro ahora es precisamente ese, mantener vivo el espíritu de ese evento, que además traspasa al cine, porque se convirtió a través del tiempo en una fiesta de las artes, porque a él se suman cantautores, músicos, artistas plásticos, danza, teatro, y se produce además una interactividad muy estrecha con la comunidad, con los gibareños.
Este año, por ejemplo, es posible que el Festival de Cine Pobre pueda contar con grandes figuras, que pertenecen quizás más a lo que se conoce como la gran industria, pero la idea es que no se pierda el espíritu inicial de Humberto, el camino que él intentó trazar.

Paradójicamente tratas de incentivar un festival de “cine pobre” ahora que de cierta forma el cine cubano se pudiera volver “rico” con tantos directores y productores, no solo de Hollywood, sino de otras partes del mundo que quieren venir a filmar a Cuba. ¿Cómo pudiera influir eso?
Realmente Cuba está de moda y eso creo que debemos aprovecharlo. Hay mucho interés por ver lo que está pasando en Cuba, interactuar con su gente, y esa va a ser una racha de varios años que debemos aprovecharla bien.
Cuando esta fiebre pase, es posible que queden algunos con interés de seguir rodando, pero por ahora debemos aprovecharla al máximo, primeramente para ganar en experiencia en el nivel técnico, para que el ICAIC pueda contar con tecnología de primera generación y que el dinero que se pueda ganar se reinvierta en el cine cubano.
Por otro lado para Cuba como país es fantástico, porque la pone en el escenario mundial, como está sucediendo ya con el proyecto de filmar parte de la saga de Rápido y Furioso. Todo lo que se filme aquí va a ayudar a generar un interés mayor por ver Cuba, por conocerla, y eso aumentará el turismo y los ingresos en general para el país, para su gente.

¿Pero a la vez eso no pudiera influir en la estética del cine cubano, en su peculiar forma de contar las historias?
Eso es lo que hay que cuidar, que los cineastas cubanos no pierdan su identidad, que aprendan de la industria pero que no se contaminen, que defiendan ese cine de autor, el que nos legaron los maestros del cine cubano como Titón, Tabío, Solás, Santiago Álvarez, ahora Arturo Soto. No podemos perder nuestra identidad.
A la vez muchos jóvenes que hoy están empezando en el cine, que van a tener la experiencia de trabajar con la gran industria como asistentes de dirección de los proyectos que se rueden aquí, también quizás tengan la oportunidad en el futuro de filmar en Estados Unidos, en Hollywood, como ya sucedió con muchos directores y técnicos mexicanos que primero tuvieron la experiencia de trabajar allí filmando con otros directores y hoy dirigen sus propios proyectos.
Yo, que soy un defensor del cine nacional, lo que más me gustaría es que los muchachos aprendieran de todo eso, pero siguieran en Cuba, haciendo cine cubano; con nuevas propuestas, por supuesto, pero manteniendo su identidad.