Tradiciones, patrimonio y cultura, son los atractivos básicos de este destino, que por su deslumbrante arquitectura colonial y ricas tradiciones, constituye una interesante propuesta de viaje.

Con solo entrar en la ciudad, contemplar la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato o el Templo de San Diego y detenerse unos minutos en la céntrica Plaza de la Paz, el visitante percibe que se ha regalado un paseo excepcional. La tradición popular ya inscrita como historia cuenta que la misa fundacional se celebró hacia 1557. Al descubrirse en las inmediaciones ricos yacimientos de plata, las autoridades virreinales le dieron al incipiente villorrio todos los privilegios y apoyo y allí se trasladaron colonos, se establecieron varias órdenes religiosas y con el tiempo acaudalados indianos, lo que contribuyó a fomentar una ciudad hermosa con la prosperidad y auge de las explotaciones mineras, entre los siglos XVI y XVIII. Ahora se afirma que Guanajuato es un verdadero tesoro de arquitectura colonial en el ámbito latinoamericano. La UNESCO le confirió la categoría de Patrimonio de la Humanidad a su Centro Histórico y desde entonces se ha vuelto muy normal que los guías turísticos informales que cada mañana suelen «echar sus anzuelos» a los numerosos turistas que llegan a la ciudad para conducirlos a través de sus calles sinuosas a cambio de alguna propina, proclamen a viva voz que como ella, ninguna otra es igual en todo México. En mucho tienen razón, al menos en una cosa, absolutamente: la belleza de su arquitectura colonial, plazas y parques de época, que se han conservado intactos hasta nuestros días y son, categóricamente, el atractivo básico del lugar, junto a la riqueza histórica y cultural que representan sus monumentos y edificios, los cuales componen un hermoso paisaje urbano y conforman una deslumbrante herencia patrimonial, hoy compartida con visitantes de todo el mundo. De modo que este ha dejado de ser hace mucho tiempo un importante centro minero y se ha convertido en uno de los más exitosos destinos turísticos de la región del Bajío y todo el centro de México, con excelentes hoteles y servicios, una animada vida cultural y diversión de todo tipo, tanto para los días, como las noches.

El Callejón del Beso Como tiene Venecia el famoso Puente de los Suspiros, aquí se encuentra el llamado Callejón del Beso, inaplazable visita para parejas o enamorados que crean en las leyendas de amor. Está muy cerca de la hermosa Plaza de los Ángeles y es un pequeño corredor de aproximadamente 70 centímetros de ancho, con fachadas enfrentadas y balcones muy próximos. La historia cuenta que la arquitectura hizo el favor a una pareja de jóvenes para sus citas clandestinas, que tenían el encanto de poderse hablar, acariciar y hasta besar, sin salir de sus respectivas casas. El padre de la muchacha la sorprendió una tarde en el momento justo en que ambos se besaban y la hermosa historia, tuvo un final trágico. Una leyenda popular asegura que por ahí han quedado las almas de los amantes para bendecir y otorgar siete años de felicidad a los esposos o parejas que se besen en el mismo lugar. La Plaza de la Paz El Callejón está a unos pasos de la Avenida Juárez, donde también hay un bonito teatro que lleva el nombre del prócer mexicano con dos monumentales tigres de bronce a la entrada y pedestales donde se alzan ocho esculturas del mismo metal de las musas de la mitología helénica; y, asimismo, en las inmediaciones de la Plaza de la Paz, en pleno Centro Histórico, donde radica la presidencia del gobierno estadual. Su refinada elegancia se debe al hecho de que fue alrededor de este espacio que se establecieron en su tiempo las más ricas familias de Guanajuato, que dotaron a sus viviendas de hermosos portales con arcos, recias columnas e imponentes portones con vanos decorados. Estamos a la vista de la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato, situada en el número 7 de la bonita calle Ponciano Aguilar, un edificio de 1771 levantado en piedra de cantera rosa y pilastras de roca esculpida, con rasgos del barroco manierista del siglo XVII, del churrigueresco y el neoclásico, cuyos interiores sorprendentes atesoran una trabajada talla en madera de la Virgen de Lourdes, sobre una lujosa base de plata repujada estilo barroco. Con notables diferencias formales, pero con grandes similitudes en los materiales utilizados y los estilos, se alza junto a la Presidencia Municipal, el Templo de San Diego de Alcántara, cuyo valor esencial es la enorme colección de pintura mexicana del siglo XVIII que exhibe en sus salones abovedados. Famosos museos Como quiera que este es el corazón de Guanajuato, también constituye el mejor punto de partida para emprender cualquier recorrido, pues hay mucho más para ver y que saber de esta ciudad. Una manera práctica de hacerlo son sus abundantes museos, y para empezar se puede escoger el dedicado a su gran gloria, la Casa Museo Diego Rivera, en la calle de los Positos, que ofrece un completo acercamiento a las distintas etapas pictóricas del artista, desde su temprana juventud hasta la vejez. Abren cinco o seis museos más dedicados a las bellas artes y a la historia local, pero entre ellos es especialmente atractivo, la Hacienda San Gabriel de Barrera, casona colonial del siglo XVIII en la que se recrean los modos de vida de una familia rica de la época, y que tiene como complemento hermosos exteriores con 17 espacios distintos en los que hay jardines de diferentes estilos y árboles frutales. El siempre impresionante Museo de las Momias –tiene 100–, es el más concurrido, y resulta de gran interés para la cultura hispanoamericana en general el Museo Iconográfico del Quijote, que posee una amplia colección de pinturas, grabados, dibujos, tapices, monedas, esculturas y porcelanas dedicadas al Ingenioso Hidalgo manchego. Guanajuato es entonces esta mezcla de tradiciones e historia con el confort de sus hoteles cinco estrellas, desde los que se divisan los cerros que la rodean, sus abundantes plazas y parques, los techos de tejas rojas y los antiguos templos católicos con sus torres y cúpulas primorosas. El mejor amanecer puede ser en una terraza inundada por un tempranero aroma de café saboreado con unas charamuscas; y las tardes más espectaculares, se pueden disfrutar desde una loma en las afueras que sirve de asiento al monumento a Juan José Martínez, El Pilila, minero independentista considerado gran héroe de la localidad. En cualquier caso el secreto es cerrar los ojos y señalar con un dedo cualquier punto de la ciudad para luego dirigirse allí no importa el horario del día, pues siempre será un lugar lleno de historia y de encanto.