Curicó, tierra chilena de viñedos famosos, fue la cuna que acogió al nacer a Basilio Barros, a quien casi le corre vinos por las venas, pues entre ellos se crió desde su niñez y toda su vida la ha dedicado a esta pasión, hasta ser actualmente sommelier de Felipe Motta, uno de los principales distribuidores de vinos de Panamá.
Aunque estudió arquitectura y construcción, desde muy joven acudía a las ferias y catas como hobby, y por ello entró al primer  curso de la escuela de Sommelieres en Santiago de Chile, donde rápidamente destacó por sus conocimientos, al punto que de pronto comenzaron a ofrecerle trabajar en diversos eventos representando a disímiles bodegas.
Trabajar en el Centro Turístico de Concha y Toro en Pirque,  el principal centro enoturístico del país,fue una de sus primeras grandes experiencias; y la otra fue ser ayudante de Héctor Vergara, el único máster sommelier de Latinoamérica.
Luego de graduarse comenzó a trabajar en el restaurante Astrid & Gastón, en Santiago de Chile, franquicia del mejor restaurante de comida peruana en Latinoamérica. , y luego pasó al Hotel Grand Haytt, cinco estrellas, además de asesorar a otros tres restaurantes como sommelier y organizar catas de vinos, promocionar ferias o hacer concursos como El Catador Haytt.
Basilio Barros, quien ha trabajado para varias escuelas de gastronomía del continente y también con Wine of Chile, en junio de 2008 llega a trabajar como Gerente de la tienda especializada Vinum Aura, aquí conoce a Felipe Motta como proveedor, y ya en febrero 2010 se incorpora como colaborador en Panamá.
“Comenzamos con un salón pequeño, se usaba copa uniforme, un solo proyector para hacer las catas y cuatro años después tenemos una salón espectacular, usamos copas Riedel para todas las variedades de uva, usamos un sistema de Apple TV  y creo que es lo más top de Latinoamérica, con una empresa de vinos que tiene más de mil  referencias de vinos de Argentina, Chile, Francia, España...”
“A mí me ha tocado desarrollar la capacitación del personal de las distintas tiendas de Felipe Motta en Ciudad de Panamá,  en Coronado y Ciudad de David, así como atender los eventos y otras actividades, al igual que la preparación del personal de servicios en los restaurantes, la creación de las cartas de vino y los wine dinner”.

¿Qué es para ti lo más maravilloso del mundo del vino?
El vino, además de ser una bebida, representa  la tierra, las condiciones del clima,  el trabajo del hombre y la cultura de ese lugar. Por eso hay un concepto ahí de maridaje regional. La comida de una región va muy bien con los vinos de esa región. Para mí el vino es cultura y por eso es tan interesante.

Lo más difícil de una cata...
Depende de cada persona. Lo más difícil es lograr que la gente esté interesada. Hoy se recibe mucha información y muy rápida, muy visual. Entonces poner atención en temas de aroma y sabor es muy complicado. El reto es mantener a la gente atenta, que lo disfruten, que lo pasen bien, que no crean que el vino es un tema de estatus y de snob, de precio y de puntaje. Es un elemento noble que tiene que estar en la mesa acompañando las comidas. Ese es el objetivo fundamental  del sommelier.

Se dice que es muy difícil que los vinos en Panamá conserven sus propiedades por el tema de las temperaturas.
Obviamente hay vinos que salen defectuosos por las altas temperaturas en el transporte, pero siempre hay que probarlo para saber las condiciones en que está la botella. Las condiciones de temperatura a que se consumen los vinos en Panamá también son distintas, pues no es igual que cuando se consumen en países fríos.
Aun así, creo que Panamá  es la joya del mundo del vino, en el sentido de que al tener impuestos bajos y ser más fácil su importación, permite tener una gran oferta y se hace muy atractivo para el cliente poder probar varias cosas.

¿Cuál es el trabajo de la Escuela Argentina de Sommelieres?
La Escuela comenzó sus cursos en marzo del 2012 con distintos desafíos. La primera generación de alumnos pertenecía  a distribuidoras y empresas relacionadas con el tema del vino y uno que otro que lo toman como hobby.
El primer desafío es abaratar costos para poder seguir trayendo profesores de alto nivel, de alta calidad,  pero poder llegar a una gran cantidad de chicos que están vinculados al tema de los servicios. Hasta el momento, en  las dos generaciones  que hemos graduado,  las  empresas han cubierto sus gastos o ellos se lo han podido pagar. Ahora, en este próximo año, queremos tener costos más bajos y ofrecer un tipo de beca para los chicos que vienen del mundo del servicio, o sea que sean  saloneros  y que tengan la intención de seguir en el tema del servicio, pero que puedan subir un poco su categoría.
Hay una carrera profesional que hay que estudiar, pues no regalamos títulos. Los contenidos son muy profundos, de alto  nivel. Los contenidos son los mismos de otras escuelas de España, Italia o de Francia. Comienza en marzo y termina en noviembre, y para los  exámenes finales viene la directora de la escuela de Buenos Aires y un profesor de la escuela de Hotelería y Turismo de Barcelona. La persona que se gradúa acá tiene su registro y acreditación académica de  la escuela de Barcelona.
También hay cursos libres una o dos veces al mes. Los temas son específicos, como Vinos de España, Vinos de Francia, Iniciación a la Cata o Introducción al Vino; y también se entrega mucha información y se prueban vinos de alto nivel.
Se han vinculado a la escuela alrededor de 30 alumnos y seis graduados, todos vinculados laboralmente al mundo del vino, y los que han tomado los cursos por hobby se han incorporado a trabajar en temas relacionados porque hay mucha demanda de personas capacitadas en esta área.
Desde tu llegada a Panamá siempre has trabajado con Felipe Motta. ¿Qué te ha aportado la empresa y que le has aportado tú a ella?
En primer lugar, Felipe Motta tiene el portafolio más grande de la región. Esto me ha permitido vincularme con los proveedores y visitar muchos lugares.
A la empresa le he aportado un poco de respaldo o un valor agregado a la comercialización, pues no vendemos solamente, también damos capacitación, actividades, revisamos las cartas de vinos… Todo esto apunta a que el consumidor final se deleite y por ende compre más vino al restaurante, el restaurante  a la empresa y al final se beneficia toda la industria.
Nuestra misión es que los clientes incorporen al vino a su experiencia personal, a su diario vivir y a su relación  con otras personas. Lo que más disfruto es cuando una persona me dice: “El vino que me recomendó estaba espectacular”. Esa es la verdadera razón de ser de un sommelier.