Si usted lee estas páginas, es una prueba cierta de que para nada se cumplieron los malos augurios de que el fin del mundo ocurría en diciembre de 2012. Algunos pesimistas, creyendo en una mala interpretación de ciertas profecías mayas, vaticinaron que nunca veríamos el 2013, o que al menos lo haríamos desde un mundo nuevo.

En realidad, quizás no estén del todo equivocados. El mundo conocido hasta hoy está cambiando rápidamente. Las nuevas tecnologías, el cambio climático, las reconfiguraciones geopolíticas, todo indica que estamos viviendo en un planeta diferente al de nuestros padres y abuelos, pero en que el que curiosamente se repiten y perduran las mismas inquietudes y sentimientos.

El ámbito gourmet tampoco es la excepción. Después de mucho desandar por intrincados caminos de fusión y postmodernidad, desde las cocinas, bares o salones se vuelve a mirar al pasado, bebiendo en las raíces de la tradición para pensar en el mañana.

Esa es una constante que incluso adquiere más fuerza en esta época de fin de año y de comenzar el nuevo. Repasar lo logrado y lo que queda por hacer es una buena manera de mirar el mañana desde el hoy.