La vida encerrada en una copa
El vino, bebido a tiempo y con moderación, es alegría del corazón y bienestar del alma; alegra al triste, reanima al anciano, hace vivir al joven, acompaña al desolado, engrandece una mesa y el que no lo disfruta se prohíbe de algo realmente excelente. Es usual que algunas personas prefieran para refrescar una cerveza, fundamentalmente cuando se trata de un clima cálido o simplemente por desconocimiento sobre las cualidades del vino. No obstante, dentro de cada botella de vino hay una poesía encerrada, un encanto que cuando lo descubres te sientes parte de él y además un mundo de emociones para descubrir en cualquier momento y lugar. Es bueno tomar vino cada vez que el cuerpo lo desee, ya sea para acompañar una comida o simplemente liberar la mente y dejar que el alma se inunde de magnífica emoción. Pero es bueno cuidar los excesos, beber con moderación y solo la dosis adecuada que nos haga sentir feliz. Y es que entre los seres vinculados a las copas hay muchos patrones, fácilmente distinguibles, los cuales deben saber desentrañar para saber cómo actuar quienes deben ofrecer una bebida y hasta nosotros mismos cuando invitamos a una persona a compartir unas copas.
EL DISCIPLINADO O FRUSTRADO Es la persona que nunca se ha pasado de una copa por temor a lo que le dé por hacer, y eso es un error porque limitarse a disfrutar del placer que se encuentra dentro de una copa de vino es como no disfrutar de la vida. Es bueno dejarse llevar y vivir esa experiencia por lo menos una vez, siempre y cuando se sepa cuándo detenerse, pues dejar salir ese yo que llevamos dentro no quiere decir que dejemos de ser quien somos.
EL EXCESIVO Es aquel que se bebe todo lo que tenga delante hasta perder el control, sin tener en cuenta que solo pierde la vergüenza y hasta el honor, pues la bebida está hecha para disfrutar de ella y no para que nos haga daño. Hay que aprender a beber solo lo necesario, a controlar las copas de más y a no dejar que sean ellas las que nos controlen.
EL COMPROMETIDO Es la persona que toma para complacer a los demás sin pensar en lo que desea hacer él mismo. Para ellos lo más importante es darles una razón válida para beber moderadamente pero sintiendo en ello satisfacción y placer, y no para satisfacer a los demás.
EL COBARDE O FALSO Es cierto que después de cuatro copas se dicen muchas verdades, pero también es verdad que después de ellas no valen la pena escucharlas. Hay quienes buscan en la bebida el valor que les falta, cuando ella no es culpable de la cobardía. Unas copas de vino no hacen falta para enfrentar la vida, y no debe atribuirse a ellas el carácter y la personalidad de alguien, que intenta escudándose en la bebida demostrar lo que no es.
EL ROMÁNTICO Es ese que piensa por adelantado en ordenar una botella de vino para fluir mejor. Esa persona ha descubierto que en el vino hay amor y ternura, siendo el vino el reflejo de uno mismo. Lo mejor es que siga siendo ese romántico, siga bebiendo vino y encuentre nuevas historias y sensaciones siempre que recuerde seleccionar el vino más adecuado para cada momento y circunstancia, pues quien lo acompaña siempre se lo agradecerá. Así, pudiéramos caracterizar a un sin número de personas más, pues maneras de actuación ante la bebida hay tantas como variedades de vino en el mundo. Sin embargo, como mismo olvidamos que ese vino al cual encerramos en una copa para beberlo es un ser viviente en constante transformación, es iluso creer que podemos encerrar nuestra vida en una copa. Por eso creo que para mí, es mejor, siempre con moderación, disfrutar juntos la vida… el vino y yo.
MIS CLIENTES DE VINO
La atención a los clientes tiene sus peculiaridades. No todos son iguales. Durante años he tenido que ir creando mecanismos para salir airoso de situaciones difíciles sin que ninguna de las dos partes, cliente y sommelier, salgamos insatisfechos uno del otro. Para ello aplico una filosofía situacional según patrón de cliente. Empezaré hablando del cliente con patrón pseudo-experto. Es el más difícil pues rectificarlo es ponerlo en una situación de aprieto que empañaría la imagen que quieren hacer demostrar en la mesa. Un ejemplo recurrente de clientes pseudo-expertos es el que pide un Ribera blanco precisando marcas y añadas sin mirar la Carta de Vino. ¿Cómo explicarle que ese vino no existe? ¿Cómo decirle que la denominación de origen española de Ribera del Duero solo produce, según ley local, vinos tintos y rosados? ¿Cómo manifestarle que la fama de la región está basada en la elaboración de excelentes tintos primero que todo, donde la variedad de uva tempranillo produce caldos de calidad universal? Clases no vino a recibir al restaurante, bochornos menos. El cliente se presenta para pasar una hermosa velada donde una parte principal la debe ocupar ante los comensales la reafirmación de su imagen de experto en vinos. La respuesta debe ser amable, convincente y respetuosa. Tal vez, la mejor forma sería reafírmalo como un conocedor de vinos, pero excusarnos con que no tenemos ese que pide en la carta y sugerirle otro, como un vino de la D.O. Rueda, de una región colindante, que puede competir en cuanto a calidad con el solicitado por él. Tal vez entienda el mensaje. Tal vez, no. Sin embargo, no se sentirá desmentido ni ridiculizado.
«El destino de un sommelier depende de la experiencia de trabajo en su campo» Giuseppe Vaccarini, ex presidente de la Asociación Internacional de Sommelieres
No piense que el ejemplo fue tomado por los pelos. Sucede con frecuencia. Pero qué aburrida sería la vida del sommelier sin los clientes pseudo-expertos. Este es un solo ejemplo de un patrón de clientes. Yo creo haber clasificado casi de veinte tipos de usuarios diferentes. Seguro que con cualquier sommelier tiene los suyos propios y al leer esto muchos clientes se clasificarán a sí mismos. Tal vez así, alguna vez llegaremos a escribir la «Gran Enciclopedia de Tipos de Clientes de Vinos». Lectores no faltarán.