Pérez Prado reclama aún su reinado, su legado vivo y palpitante.
Iván Restrepo dona filmes de Pérez Prado.
Margo Su, Pérez Prado e Iván Restrepo.

Desde 2015 me apasioné con la personalidad y la obra de Dámaso Pablo de Jesús Pérez Prado, nacido el 11 de diciembre de 1917 en la ciudad de Matanzas, Cuba.
El primer encuentro fue preparar el libro Mambo, que rico é, é, que encargó Ediciones Matanzas a Yanira Marimón, y que entre otras cosas reveló la certificación que autentifica su fecha de nacimiento. Luego, descubrir como dramaturgo —quizás por los sucesos legendarios de su vida— que era un excitante personaje, escribir con disímiles y contradictorios documentos el texto Yo soy el rey del mambo, para ser estrenado por la Compañía Independiente Conjuro Teatro, liderada por Dana Stella Aguilar —ganadora de la Beca Efiteatro, en México—, y comenzar a organizar desde la Casa de la Memoria Escénica el coloquio por su centenario con el apoyo del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, la Dirección Provincial de Cultura de Matanzas, y en colaboración con muchos otros centros y organizaciones de Cuba y México.
Durante los días 8, 9 y 10 de diciembre, fechas del estreno en la sala Papalote de Matanzas y también del Coloquio Internacional por el Centenario, llegaron diez investigadores de su obra desde Cuba, México y Colombia, y dialogaron sobre sus aportes, más allá del mambo que le persigue, como dijera Prado. Era su regreso y la imbricación total de todos los motivos.
Iván Restrepo, su amigo personal, además de acercarnos rigurosamente a su personalidad, donó a la Casa de la Memoria quince de sus filmes, música y otros documentos valiosos. Pavel Granados, de la Fonoteca de México, propició enriquecer los fondos de Pérez Prado y abrir otro dedicado a Agustín Lara. El colombiano Sergio Santana, con su acucioso libro Pérez Prado: ¡qué rico mambo!, nos concedió más música y discos auténticos. Leopoldo Gaytán, de la Cineteca de México, reveló en sus investigaciones la relación de Pérez Prado con el cine.
Investigadores cubanos como Radamés Giro, Rosa Marquetti, Rafael Lam, Juan Francisco González y Vivian Martínez Tabares presentaron inquietantes textos. Los documentales de las realizadoras Gloria Torres y Ana Valdés Portillo propiciaron dos miradas diferentes que convergen en el carácter renovador y polémico del genial músico cubano, muerto en México en 1989.
Toda la intensidad teórica del coloquio fue siempre a ritmo de música, de descubrimientos perezpradianos en una sala Estorino repleta de público. Se inauguró en la galería museo La Vitrina una exposición de acuarelas de Adrián Socorro y una muestra del Archivo Histórico de Matanzas con su expediente escolar, fusionado con espectáculos danzarios como Esa cosa loca, de Teatro de Las Estaciones, un ciclo de películas jamás vistas en Cuba, la develación de tres placas conmemorativas en su casa natal, en la calle Río, convertida para la ocasión en fiesta popular con la actuación de El Mirón Cubano, Danza Espiral, las estatuas vivientes de Renacimiento y la siempre exquisita y performántica actuación de Atenas Brass Ensamble. El Parque de la Libertad reunió a cien parejas bailando mambo, en un contagio frenético que volverá a repetirse. El excelente concierto de la orquesta Swing Cubano, dirigida por Bruno Villalonga, con alumnos de nuestras escuelas de arte, hizo bailar a muchos en la casa social de la Uneac. El espectáculo de clausura en la sala de conciertos José White, dirigido por René Fernández Santana, Premio Nacional de Teatro, mezcló el circo, la danza, el teatro y la música.
Cuando el coloquio parecía acabado, Pérez Prado vivía con la actuación visceral del actor mexicano Gerardo Trejoluna las presentaciones de Yo soy el rey del mambo en Cienfuegos, Sancti Spíritus y La Habana, con el apoyo del Consejo Nacional y del Provincial de las Artes Escénicas, y la Uneac de Matanzas.
La última función cubana —antes de presentarse en México en 2018— en la sala Raquel Revuelta mostró a un Pérez Prado reclamando aún su reinado, su legado vivo y palpitante, captado en imágenes en pleno corazón de La Habana por muchos de los amantes de su música.