Las uvas son buenas para la salud, y lo corroboran los estudios sobre todo de sus pepitas. Fue en Burdeos, en específico en Chateau Smith-Haut-Lafitte, donde por primera vez en 1989 la vinoterapia se comenzó a realizar, siendo la prueba evidente de la insuperable genialidad francesa en estos menesteres.

Este descubrimiento se debe a los hijos de la familia Cathiard, propietarios del Château Smith-Haut-Lafitte, en Martillac, en los viñedos de la AOC Pessac-Leognan.

Es aquí donde la familia Cathiard se superó a sí misma, al aplicar a tratamientos medicinales las virtudes antienvejecimiento que poseen las pepitas de las uvas, avaladas científicamente por el profesor Vercauteren, de la Facultad de Burdeos.

La talasoterapia a base de pepitas de uva es una extensión de la vinoterapia, pues la misma constituye un conjunto de tratamientos de baños y envolturas que desenfiltran los tejidos, eliminando fisiológicamente el agua y activando la circulación, gracias a los extractos de la uva tinta y de los aceites esenciales biológicos procedentes de las semillas o pepitas de la uva.

De igual forma se ejecutan masajes corporales con aceites esenciales de las pieles de la uva, conocidas por sus propiedades nutritivas y suavizantes. Estos aceites mantienen la tasa de hidratación de la piel y restablecen su elasticidad.

Los tratamientos faciales son el plato fuerte de esta terapia, orientados a conseguir una piel, más firme y sana. En ello es muy importante la utilización de polifenoles estabilizados, que aumentan la producción de colágeno y de elastina, combatiendo los radicales libres, principales responsables del envejecimiento cutáneo.

CIUDAD DEL VINO

Pero no todo son tratamientos corpóreos. La vinoterapia impone el consumo periódico y moderado del vino en restaurantes ecológicos, como vía para la distensión y el relajamiento, un tratamiento antistress incluido como renovadora forma de hacer del vino la más sana de las bebidas.

Países como Italia, Suiza, Estados Unidos, Taiwán y Canadá, además de Francia, disponen de centros de vinoterapia, donde se ofrecen tratamientos del primer mundo.

El pasado mes de septiembre, España se incorporó a este selecto grupo, con la apertura por las bodegas Herederos de Marqués de Riscal de la «Ciudad del Vino», en el Elciego, Rioja Alavesa.

El tan esperado proyecto, del afamado arquitecto canadiense Frank O. Gehry, abrió sus puertas al público el 1 de septiembre de 2006.

Las onduladas planchas de titanio, coloreadas y torsionadas en vertiginosas e imposibles formas, las toneladas de acero inoxidable, madera y hormigón que emergen en el corazón de los viñedos de la Rioja Alta, transformaron el paisaje y el centenario edificio de la bodega, que data de 1858.

La sobrecogedora geometría del edificio alberga en su parte central la remodelada bodega, además de un lujoso hotel de 43 habitaciones, que gestionará el grupo hotelero Starwood. Incluye también un «spa» de vinoterapia, dirigido por el grupo francés Caudalie; un exclusivo restaurante, asesorado por Francis Paniego, del Echaurren de Ezcaray, y un centro de reuniones y conferencias para más de cien congresistas.

Son cerca de 100 000 m² de superficie, donde la tradición y la modernidad se dan la mano, dedicados a la elaboración, cuidado y disfrute del vino y su cultura en su estado más puro y natural. La construcción del nuevo coloso de titanio de Frank O. Gehry ha supuesto a los Herederos de Marqués de Riscal la inversión de unos 80 millones de euros y algo más de tres años de obras construtivos.

El edificio, donde el arquitecto canadiense ha utilizado un nuevo lenguaje más avanzado que el del museo Guggenheim, de Bilbao, se ha convertido en una de las más importantes apuestas en el mundo del vino, que ya empieza a mover tanto dinero, o más, en su prolongación turística y cultural, como en su esencia misma: la vinoterapia.