Malecón de Puerto Vallarta.

Pasear por sus callejuelas empedradas o por el largo e iluminado malecón, recibir las notas de música que salen de cada lugar, envolviendo todo con una emoción ya a veces perdida, hace que nos apetezca repetir el ritual día tras día.

Lo más increíble es que en un pueblo son infinitas las posibilidades, se puede ir a cenar a uno de los muchos restaurantes, no hay nada que pensar o preparar, a la hora que nos sintamos con ganas, de la forma que estemos vestidos habrá un lugar que nos encaje y en el que nos sintamos relajados y felices.

Y podremos continuar, la música en vivo es una excelente opción porque hay para todas las edades y momentos. Música tranquila como el relajante jazz de The River Café en un entorno de sueño, la alegre y vital cubana en el Rex, La Bodeguita o Bianco, para bailar y reir, la de mariachis, disco, pianos, tríos…todo en esta Bahía única.

Otra actividad reconfortante puede ser sencillamente reunirse con unos amigos en Olas Altas y tomar un buen capuchino haciendo repaso de lo acontecido en el vibrante día y aprovechando la cercanía, acabar paseando por la playa mirando las estrellas y la luna inmensa.