Aquí, en Europa, hace mucho calor estos días. Sí, ya sé que en el Caribe también hace calor, pero es diferente. Es un calor de agua, de música y de las gentes que encuentras en sus calles. Yo siempre pense que el verano sólo podía ser agradable para pasarlo en paraisos perdidos, a la orilla de playas de arenas blancas con el sonido de las olas de fondo, y lo sigo pensando. Qué es lo que nos mantiene vivos en estas ciudades-bloque si no los sueños de escapar de ellas? El Caribe es ese sueño que no pasa de moda, que se mantiene como mito misterioso aunque cada vez se viaje más y se conozcan más cosas por los medios de comunicación. Tiene la habilidad de hacernos pensar que cuanto más conocemos, más queda por conocer, y que si lo que vimos no es tan paradisíaco es porque nos quedan multitud de mundos soñados más allá. Estamos en la recta final de este verano urbano. Un paso más y sentiremos el frescor del mar Caribe. Para los que no lo consigan este año, la receta es sumergirse en nuestras páginas, enfrente del ventilador, bien agarrados a la eterna esperanza de que la próxima vez será.