Hotel EL CASTILLO
Villa Maguana
Hotel PORTO SANTO

Primera Villa, Capital y Obispado de Cuba, fundada el 15 de agosto de 1511.

"Con todos mis afectos", dice la dedicatoria del libro que me regaló Alejandro Hartman, investigador social de historia, arqueología y temas culturales, director del Museo Matachín o Castillo Maldito, el amigo que mejor conoce a Baracoa, su linda ciudad o paraíso cubano como él prefiere nombrar a esta esquina de la mayor de Las Antillas, en el Caribe insular que nos abriga.

Para conocer a Baracoa hay por carretera dos opciones, el viaducto de La Farola o esta carretera intramontañas Holguín, Sagua de Tánamo, Moa, que aunque tiene tramos escarpados ofrece el privilegio de un panorama en el que dos horas de travesía pueden convertirse en cinco o más si lleva una cámara fotográfica y desea atrapar los más bellos paisajes de este sin par entorno. Ríos con nombres indios, entradas de mar que recuerdan la zigzagueante geografía de la Isla. Esto es Baracoa por dentro, donde vas de sorpresa en sorpresa, como ésta de la Bahía de Taco, zona protegida e ideal refugio del Manatí o pez nacional en peligro de extinción, que naturalistas y pescadores cuidan por igual en el Parque Nacional Alejandro de Humbolt. En los amaneceres transparentes pueden verse a flor de agua hasta seis manatíes, que al menos allí no corren riesgo.

El parque lleva el nombre del célebre naturalista alemán y tiene varios senderos que conducen al hábitat de especies amenazadas con extinguirse, entre ellas, el Almiquí, el Gavilán Caguarero y el Carpintero Real, que junto a la Polymita Picta, constituyen joyas de la región, rica por su endemismo en flora y fauna.

Las cotorras cubanas enamoran con sus vivos colores en Baracoa. Alguien asegura verlas volar a la salida del sol en grandes grupos, un espectáculo de la naturaleza digno de ser contemplado y como para no olvidar aquello de cuando éramos niños, "pan pa'la cotica", repetido una y otra vez por la graciosa ave.

Toda Baracoa es naturaleza, maldición o ventura, baúl de antiguedades o latir de esperanzas.

Entramos a Baracoa una mañana de abril, dispuestos a dejarnos conquistar por la tierra del mejor cacao, capital también de la madera y el coco, para ver los inicios de nuestra querida nación, el río Yumurí, el Obelisco a Antonio Maceo, con su grito de guerra en playa Duaba ¡Viva Cuba Libre!, y observar de cerca la loma El Yunque, Monumento Nacional Histórico y Natural.

Baracoa es la Ciudad Primada de Cuba, Capital de la isla hasta 1515 cuando esa condición fue trasladada para Santiago de Cuba, época de su decadencia por más de dos siglos, tomada y saqueada por corsarios y piratas y maldecida una vez por un misionero español de estrafalaria vestimenta. Apedreado por la gente predijo: "Baracoa todo lo puede empezar, pero nada tendrá terminación". La interrumpida construcción de la Vía Mulata que sacaría a la ciudad del aislamiento tradicional y otros olvidos dieron pie a la creencia popular de que así sería por siempre.

Un majá de asfalto serpentea las laderas montañosas.

El majá vial que semeja el viaducto La Farola dejó atrás el pesimismo, al ser en muchos años la primera obra terminada felizmente, desmintiendo las viejas creencias. Ya hace más de 40 años esas historias pasaron a formar parte del folclore, asunto de museos y de libros, porque una diferente conceptualización de la vida se abrió paso con sus nuevas edificaciones, centros de cultura y fábricas. Baracoa renace en su auténtica cultura y sus tradiciones.

Por su aeropuerto local entran diariamente naves de mediano porte, que propician igualmente un fuerte movimiento de turistas, para ser Baracoa una de las ciudades más visitadas del país. Entrañable es el amor que sienten los habitantes por esta encantadora ciudad,; con orgullo se hacen llamar baracoanos, baracoenses o baracoeses, porque todos estos gentilicios son signos de pertenencia al lugar que los vio nacer, único en la interpretación de la música, el danzón, el toque de la guitarra, la talla de la madera, el arte y las míticas tradiciones emparentadas con lo aborigen y a todo lo que los defina; donde aún se baila el kiribá y el Nengón.

Clave y marimba, guitarra y ron, lechón asado y congrí, fritura de malanga, tostones y bacán de plátano, son expresión de olores y sabores de Baracoa, donde el chocolate sigue siendo vital en el desayuno y entre los manjares preferidos impera el cucurucho, dulce de coco rallado mezclado con naranja, fruta bomba, guayaba, azúcar o miel.

Baracoa, voz de indios aruacos que la poblaron significa existencia de mar, de aguas con nombres igualmente fascinantes, Yumurí, Barigua, Manglito, Caguajo, Duaba, Miel, Toa, Maguana, Cayo Santo, Mapurisí, Nibujón, El Cayo. "Ha sido un largo proceso de autenticidad"- dice Hartman - el que ha ocurrido en Baracoa y en el que ha tenido un papel preponderante la exaltación que produjo en Colón su llegada a estas tierras, un sentimiento que late en las instituciones culturales como sabia de la propia vida.

La fortaleza de Matachín.

Alejandro Hartman es hombre que deja de pronto sus obligaciones cotidianas para atender al visitante y tal parece que su tiempo es para los demás, de ahí que todas las referencias llevan a esta persona, quien es el Director del Museo Matachín o Castillo Maldito, donde casi siempre es posible localizarlo. El Matachín sirvió de bastión contra piratas, luego de cuartel de soldados españoles en tiempos de la colonia, más tarde refugio de familias sin techo y finalmente museo de la ciudad, donde historia y cultura se entrelazan para ofrecer una imagen de remembranzas. Allí el escultor Ramón Domínguez afirma que ha tallado en madera u otros materiales más indios de los que en realidad poblaron Baracoa. También es el creador del Tótem Indígena, el mayor que se conozca en Cuba dedicado a los aborígenes.

Los salones del "Matachín" resguardan esculturas, piezas de arte, armas y documentos que conservan la memoria del tiempo y sus novedades. En el año del 490 aniversario de Baracoa esperan el retoque de belleza que se imprime a la ciudad, con sus fachadas pintadas y remozadas Otras fortalezas españolas presiden la ciudad, como son los restos del Fortín El Paraíso, el de La Punta, donde está el restaurante de igual nombre y el Castillo Seboruco, el más distinguido por su arquitectura e historia defensiva y hoy en funciones de hotel con todos sus misterios y encantos.

La Santa Cruz de la Parra.

En la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa se conserva lo que queda de la Santa Cruz de la Parra o La Cruz de Colón, que a casi medio milenio de puesta allí por el Almirante, una de las 29 que colocara en sus viajes por América, permanece como símbolo del catolicismo español y de Baracoa como Ciudad Primada; la cruz está hecha del árbol de la Uvilla, del lugar, y no de Europa como se creía antes de la prueba del carbono a que fue sometida. Solamente se conservan 58 centímetros, de los dos metros que medía inicialmente, reducida así por fanatismo de la gente con el objetivo de tener para sí un pedazo de ella. A la vitrina de la parroquia muchos van a contemplarla y la mayoría le toma fotos para llevar algo de lo que es una reliquia de la ciudad.

A caminar por el Malecón hasta La Punta.

Si visita la ciudad no deje de recorrer la zona del Malecón hasta La Punta. Si el mar está en calma la acera es lo mejor, pues desde el pavimento casi tocas las aguas, pero si éstas se baten contra el muro, hay que ir sobre la calle, y entonces nos confundimos entre el gentío que acude para disfrutar de las fiestas que allí se celebran, como los carnavales por ejemplo, o simplemente de la paz, tranquilidad u oportunidades para uno que otro romance.

En época de carnavales el pan con lechón, las fritadas de maíz, tamales y cervezas le acompañan de uno a otro lado, pero lo bueno es al anochecer, donde la algarabía se adueña de todos los espacios. Por una de las calles que llevan al centro, la música le sigue hasta bien entrada la ciudad. En la Casa Yara, del Fondo de Bienes Culturales, lo más probable es que Alberto Matos o Noelvis Pérez estén a la puerta para ofrecerle la oportunidad de un recorrido por una de las muestras más interesantes de la cultura de Baracoa; esto es, a través de su artesanía artística. Siguiendo la calle está la Galería de Arte, abierta a las tendencias de cuatro generaciones de creadores de la localidad. Allí encontrará genuinas muestras de los paisajes, el costumbrismo, el arte primitivo y las esculturas, marcadas como en ninguna otra parte por las esencias de la cultura aborigen. Brillan arcos, flechas y coas, el areíto y el ritual de la pesca o de la caza.

Encuentro con el Yumurí, Toa, Miel, Duaba y otras maravillas naturales de Baracoa.

El Paso de los Alemanes es punto de referencia en la vía que conduce a Punta de Maisí, emblemático sitio en el extremo más oriental de Cuba, cuya senda pasa por debajo de esta especie de puerta natural unida en la cima por una roca entre dos montañas y lleva al Yumurí, caudaloso aún en época de sequía. Una campesina lava la ropa en el río a la vieja usanza y a su alrededor hay movimiento de niños jugando en las aguas y arenas y pescadores con pantalones recogidos hasta la rodilla.

A la altura de la Loma de la Boruga, el Yumurí ofrece su mejor panorama y anchuroso e imponente en su mágica belleza, desemboca al mar. Playa Maguana es otra tentación a regresar una vez más a Baracoa. El primer lustro de este milenio será promisorio para este lugar, en el que autoridades del turismo en la región afirman que se construirán hoteles para dos mil habitaciones a partir del 2003.

Las miradas de quienes posibilitarán este desarrollo de la primera ciudad cubana están puestos sobre ella al llegar a su 490 Aniversario. Actualmente el alojamiento principal de los visitantes está en los Hoteles Porto Santo y El Castillo y Villa Maguana, del Grupo de Turismo Gaviota S.A., y el Hotel La Rusa, de la Cadena Islazul.

Los ríos Miel, Duaba y Toa, junto a los tibaracones del Alto del Pino, el Yunque, o los Monitongos de Hatibonico, también impresionan por sus espectaculares valores naturales y aunque este recorrido lo hicimos atravesando por carretera el macizo montañoso Sagua - Moa - Baracoa, existe - como ya aclaramos - la entrada de la Farola como otra invitación a conocer la Ciudad Primada de Cuba desde otros senderos.

Nuevos atractivos conquistarán la mirada en la vía que tiene unos 11 puentes colgando al vacío en ese camino de asfalto, entre ellos los Altos de Cotilla, a 600 metros sobre el nivel del mar. En la punta de La Farola encontrará un surtidor de agua natural que sale de la roca, donde podrá saciar la sed y respirar el aire puro de la montaña