¡Qué viva la parranda!
El término parranda hace alusión a pasear, a divertirse por las calles y generalmente en grupo. La frase "salir de parranda" es igual a festejar en grande durante varias horas. Dentro del folklore cubano se utiliza el término para definir dos tipos de fiestas populares: la primera relacionada a celebraciones campesinas que también pueden denominarse guateques, donde una comunidad, casi siempre vecinos, se reúnen a bailar, cantar, compartir bebidas y comidas; y la segunda alude a festejos navideños que se celebran en la región norte central del archipiélago cubano, y que tiene como principal detonante un despliegue visual inigualable dentro de los ritos folklóricos que se celebran en el país. Las parrandas de Remedios es el mejor ejemplo de esto último.
Todo comenzó una noche en la segunda mitad del siglo XIX cuando el padre Francisco Vigil de Quiñónez, párroco de la villa de San Juan de los Remedios, no conseguía motivar a sus feligreses a asistir a las misas de Aguinaldo que se oficiaban en las madrugadas del 16 al 24 de diciembre. Fue entonces cuando se le ocurrió reunir a un grupo de mendigos del pueblo a los cuales incitó a realizar ruidos atronadores por toda la ciudad, para de esta forma despertar a los vecinos de la villa y que no tuvieran otra alternativa que asistir a misa. Pero sucedió que la idea de recorrer la ciudad haciendo ruido se hizo tan habitual como el culto mismo, y la nueva costumbre se convirtió en motivo de competencias entre barriadas que desembocaban en la plaza de armas en su recorrido final con iniciativas artesanales para asombrar a sus contrarios. Ocho barrios inicialmente dinamizaron las confrontaciones en las primeras décadas, pero más tarde se agruparon en solo dos, los más fuertes: El Carmen y San Salvador.
Para un remediano la parranda ha comenzado dos o tres meses antes del 24 de diciembre, pues más que un espectáculo de doce horas de desarrollo, la parranda es un estado emocional que lo llena todo. Nadie en la villa de Remedios es imparcial: o sé es carmelita o sansarí. Para el que visita la ciudad, especialmente a disfrutar de la celebración, el espectáculo comienza cuando los barrios entran a la plaza portando banderas, estandartes y símbolos que identifican a cada uno: banderas rojas y azules con gallo, para San Salvador; y banderas carmelitas y rosadas o amarillas con gavilán o globa para El Carmen.
Las entradas de los barrios a la plaza están acompañadas de fuegos artificiales, elemento ígneo que conduce la dramaturgia del evento hasta el amanecer del 25 de diciembre.
Durante la propulsión de los fuegos o "voladores" - elaborados siempre de manera artesanal - el pueblo se sumerge en momentos de verdadero dramatismo donde el ruido ensordece y remueve los cimientos de la vetusta ciudad colonial.
Las propuestas más artísticas de la fiesta son los "trabajos de Plaza" y las Carrozas - fruto de la evolución de los artesanos de Remedios - cuya poderosa imagen es la más impresionante para todos los que visitan la celebración. Los Trabajos de Plaza fueron en sus inicios, construcciones artesanales de madera y cartón colocados en mesas, que se ubicaban a ambos lados de la Plaza Mayor. Estas construcciones, hoy gigantescas, que representaban monumentos emblemáticos de la cultura universal, con el tiempo se transformaron hacia formas cada vez mas abstractas. En la actualidad, su sentido alegórico es un pretexto para el virtuosismo de la luz y las labores de carpintería - en menor medida de la decoración y atrezo. El trabajo de Plaza - construcción de madera que cada barrio edifica y coloca, uno frente a otro, en los extremos de la plaza -cuando llega la noche de la Navidad se "enciende", pero no con fuego, sino con miles de bombillos que articulan formas inusitadas, planos de vivos tonos detrás de tela, nylon y papel en una gigantesca explosión de colores, resultado de largos años de experimentación y goce.
Es en la carroza, dentro de ese gran teatro comunitario que es la parranda, donde se evidencian con mayor claridad los inicios católicos de su celebración. Dichas carrozas son retablos móviles que desfilan "procesionalmente" en la madrugada, muy cerca ya del alba, haciendo derroche de virtuosismo y teatralidad. Carpintería, decoración, atrezo, vestuario y electricidad se combinan armónicamente para darle vida a hechos históricos o literarios; fantasías y leyendas épicas que funcionan como pretextos para llevar el tema al mayor grado de espectacularidad posible. Una estética cargada de una singular visión donde se exagera y sublima la temática, pero nunca se lleva al extremo del ridículo. En las carrozas de parranda no se baila, los personajes van estáticos rigurosamente ataviados representando un personaje dentro de todo un sistema sígnico organizado para superar a su contrario. Este rito social no es exclusivo de la ciudad remediana, por las características antes mencionadas su propagación por la región no demoró, y durante finales del siglo XIX y principios del XX todas las villas vecinas ya celebraban sus propias parrandas con las características peculiares asociadas a sus condicionantes geográficas y costumbres territoriales. Sin embargo, una cualidad es común a todas: la masiva y comprometida participación popular.